‘Guati Guati’

08/11/13 +Jerez Paco Sánchez Múgica

He tenido poco contacto personal con Rafa Delgado. Ese tipo de colegas del gremio que conoces de vista, saludas por la calle y poco más. No sé si le fastidiará o no que haya personas desconocidas por la calle que todavía le saluden con ese popular apodo o que cuando pasen a su lado susurren a su acompañante: "¡Mira, el Guati Guati!". Me ha pasado, lo he oído. Insisto, si lee esto, ya me aclarará si le molesta o no. Lo que tengo claro es que a mi desde luego me enorgullecería. Es la prueba irrefutable de que su trabajo (y el de todo el equipo que le acompañaba fuera de cámara) no solo tuvo éxito y repercusión ciudadana sino que se sigue recordando con no poca nostalgia y cariño. Niños que pasaron por aquel programa televisivo siguen acordándose ya como adultos de aquellas tardes de sábado cuando toda la familia se ponía en torno a la tele a ver al pequeño salir en su programa infantil preferido. No lo daban por el Canal Panda, no era Cartoon Network, joder no era si quiera el Disney Channel. Nada de eso existía. Era de una realización obsoleta, propia del primitivismo tecnológico de entonces. Navegaba entre lo educativo y el mero entretenimiento. Y se producía y emitía en una modesta televisión local. Ahí lado de sus casas, en el estudio de Onda Jerez en la calle Caballeros.

Aquello se llamó ‘Guati Guati’ y si hubiese habido en aquel momento ‘shares’ e índices de audiencia como los de hoy desde luego hubieran dicho que era un pelotazo televisivo producido con dos gordas, dirigido al público menudo y en el que el contribuyente no tenía más remedio que sintonizar el medio que él mismo mantenía con sus impuestos y tasas aunque solo fuese por ver en antena a su niño. No soy experto en nada y menos aún en televisión, pero eso no quita para que pueda creer firmemente que aquello funcionaba a la perfección, como otros muchos programas de aquella tele local de antaño, como auténtico medio de servicio público con enfoque exclusivamente local. Más allá de las retransmisiones especiales de Semana Santa y de Feria, dirigidas a aquellas personas que por cualquier motivo no podían vivir esos eventos ‘in situ’, los profesionales de Onda Jerez eran una especie de artesanos que hacían algo tan milagroso como que los jerezanos se viesen reflejados en su tele, cuando todavía no había masificación mediática, Internet era un invento de los militares y ni mucho menos se habían creado esos escaparates exhibicionistas llamados redes sociales.

El problema es que las televisiones autonómicas y locales ya no hay quien se las trague. Con la angustiosa situación de TVE, que salvo La 2, aspira a jugar en la liga de las privadas sin paradójicamente entrar en el reparto de la tarta publicitaria, el resto han perdido razón de ser porque a sus gestores se les olvidaron sus dos funciones fundamentales: la explícita y confesable, ser un servicio público (un medio ciudadano) en el más amplio sentido del término; y por supuesto la inconfesable, manipular y hacer propaganda para el partido de turno sin que apenas se notase o se notase poco. Ojo, había que hacerlo de forma sutil, no manosearlas como un juguete a capricho del alcalde o presidente que las utiliza para lavar su imagen y darse autobombo permanente con cargo al contribuyente. Si nadie consentiría que, al margen del coche oficial, una línea de autobús pasara obligatoriamente por la puerta de la casa de la alcaldesa de turno para llevarla a su despacho, ¿por qué sí se permite que los informativos de las teles que directamente costeamos los ciudadanos estén al servicio partidista y sectario, o que en ellas se prohíban por ejemplo los debates que fomentan el pluralismo y las voces discordantes con el que manda?

El caso de esta semana con Canal 9 y su anunciado cerrojazo tras ser anulado un ERE para un millar de empleados de la emisora valenciana ha abierto de lleno esta semana el debate de la viabilidad y continuidad de las televisiones públicas. Lo más grave no es que su plantilla sume lo mismo que el conjunto de trabajadores de La Sexta, Antena 3 y Telecinco; ni tampoco que su deuda sea como la del Ayuntamiento de Jerez, de unos 1.000 millones. Lo más sangrante es que pese a todo lo anterior sus gestores hayan provocado que ni tan siquiera se vea. El colmo del despilfarro: invertir dinero público en asuntos inservibles, llámese aeropuerto de Castellón o apeadero de Renfe en el de Jerez. En el caso del Canal 9, el apagón de audiencia, y por extensión de ingresos publicitarios, ha sido escandaloso ya que ha pasado del 20 al 3% de cuota. Y aquí solo hay que comprobar lo mal que se estaban  haciendo las cosas cuando desde el momento en el que los trabajadores lograron tomar el mando de la cadena pública valenciana a principios de esta semana la audiencia se triplicó e incluso logró un pico de casi el 14% gracias a un debate político en 'prime time' con los secretarios generales de todos los partidos con representación parlamentaria.

¿Las necesitamos? Sinceramente no lo sé. ¿Era el ‘Guati Guati’ un servicio esencial para los ciudadanos? Probablemente no. Pero al menos su gran logro se basaba en funcionar como algo que era utilizado por quienes lo mantenían: los jerezanos. Al menos una parte de los jerezanos. A las pruebas me remito tantísimos años después. Bajo el actual modelo   volvemos a preguntarnos, ¿necesitamos tanta tele pública? La respuesta es no. ¿De qué me sirve costear indirectamente Canal Sur si hace años que no reparo en ella ni en el momento de un zapeo tonto? ¿Tienen la culpa de eso sus empleados? Absolutamente no. Ahora bien, ¿es posible recuperarlas? Si seguimos asumiendo que cada cadena pública pasa a pertenecer al partido que accede al poder será imposible. Fundamentalmente porque la audiencia seguirá cayendo en picado. Si, de lo contrario, en ellas vuelven a aparecer con indiscutible protagonismo los ciudadanos/propietarios de las mismas y las cosas que realmente les motivan y preocupan antes que los que habitualmente las mal gestionan, probablemente la gente vuelva a sentirlas como algo verdaderamente suyo. A su servicio, no al del color y la sigla de turno.

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