Algún día todos seremos periodistas

02/12/16 +Jerez Antonio Aguayo
La acción transcurre en la redacción de un periódico de Lisboa, afecto al régimen, en la noche del 24 al 25 de abril de 1974. Noche mítica, noche decisiva, noche complicada para aquellos que no tienen claro cual es la misión de un periodista, o tal vez para aquellos que lo tienen demasiado claro. La obra de teatro de Saramago, La noche, recientemente publicada en Castellano dentro del volumen Qué haréis con este libro, (Teatro completo) supone una lúcida reflexión sobre el oficio del periodista, su ética, su profesionalidad, su razón de ser.
En la redacción del periódico, que sigue totalmente los dictados del régimen fascista de la dictadura salazarista, se ve la incipiente revolución que surge en la calle y que pasará a la historia como la Revolución de los claveles, como una amenaza. Los redactores se niegan a dar cuenta de la revolución que está surgiendo en la calle, el director no quiere comprometerse, el redactor jefe ve peligrar su puesto, los trabajadores de talleres exigen la publicación de la noticia, a la cual se niega una parte de la redacción. Sólo un redactor y una becaria apuestan de manera decidida por dar la noticia, sea cual sea el resultado de la revolución. (Una vez más, en la obra de Saramago es la mujer fuerte, decidida, sin miedo, la que toma la iniciativa).
La obra, que no es lo más significativo en la obra del escritor portugués, supone, sin embargo una profunda reflexión sobre el oficio del periodismo. En un momento determinado de la obra, al principio, Torres, el redactor de Provincias, reflexiona sobre lo que es noticia o no. O mejor dicho, a que se le da condición de noticia en la redacción, y que se queda oculto a la opinión pública, porque no condene, simplemente, que se sepa. Las noticias que conocemos, sobre las que se habla, se discute, se hacen tertulias, son las que unas cuantas personas, en los despachos, han decidido que hay que dar, las que interesa que el público conozca, o al menos que crea conocer. ¿Qué le interesa al mercado? ¿qué le interesa a las bolsas? ¿qué le interesa al periódico? ¿qué le interesa a la economía del país o a determinado grupo empresarial? Todos hemos visto, vemos todos los días, como hay noticias sobre las que determinados medios guardan un silencio ominoso, culpable, esclarecedor. Pero esto es una mínima parte de lo que los ciudadanos, míseros peones, podemos intuir.
Hace años se denominó a la prensa como el Cuarto Poder, independiente del Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Este Cuarto Poder suponía un verdadero azote para los otros tres, que los respetaban y temían. Hoy, la economía de mercado, el liberalismo económico salvaje, ha impuesto el silencio y, casi nos atreveríamos a decirlo, el pensamiento único.
Es cierto que no hay una censura previa como en los regímenes totalitarios, en los cuales el censor tacha, borra, corta las noticias, pero ha dejado paso a algo mucho más peligroso, más pernicioso, más sutil y efectivo, como es la autocensura. Los medios de comunicación se han convertido en unos paniaguados del poder económico, que decide lo que se puede conocer y lo que no es conveniente que la ciudadanía sepa.
Todos tenemos ideología, y por supuesto los periodistas los primeros, y es bueno, y saludable que se defiendan las ideas. Pero lo que sería deseable, para ser creíble, es que un medio, el que sea, posibilitase la difusión de diferentes ideas que respondieran a ideología diferente. Lo realmente terrible y estremecedor es cuando algunos medios de comunicación, invocando la libertad de expresión, defienden lo indefendible, manipulando datos, falseando pruebas,  simplemente mintiendo, o lo que es más doloroso, ocultando la realidad.
Me gustaría reivindicar desde estas líneas, el oficio del periodista, a mi entender uno de los más bellos e importantes que una persona pueda ejercer. Dar la noticia, opinar, informar es importante, pero sobre todo creo que el periodismo tiene una función primordial, que es la de no manipular y permitir que el lector, el público, tenga la opción de pensar y opinar por sí mismo. Ahí creo que radica la auténtica misión del periodismo. Permitir la reflexión y el pensamiento crítico.
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