La acción transcurre en la redacción de un periódico de Lisboa, afecto al
régimen, en la noche del 24 al 25 de abril de 1974. Noche mítica, noche
decisiva, noche complicada para aquellos que no tienen claro cual es la misión
de un periodista, o tal vez para aquellos que lo tienen demasiado claro. La
obra de teatro de Saramago, La noche, recientemente
publicada en Castellano dentro del volumen Qué
haréis con este libro, (Teatro completo) supone una lúcida reflexión sobre
el oficio del periodista, su ética, su profesionalidad, su razón de ser.
En la redacción del periódico, que sigue totalmente los dictados del
régimen fascista de la dictadura salazarista, se ve la incipiente revolución
que surge en la calle y que pasará a la historia como la Revolución de los claveles, como una amenaza. Los redactores se
niegan a dar cuenta de la revolución que está surgiendo en la calle, el
director no quiere comprometerse, el redactor jefe ve peligrar su puesto, los
trabajadores de talleres exigen la publicación de la noticia, a la cual se
niega una parte de la redacción. Sólo un redactor y una becaria apuestan de
manera decidida por dar la noticia, sea cual sea el resultado de la revolución.
(Una vez más, en la obra de Saramago es la mujer fuerte, decidida, sin miedo,
la que toma la iniciativa).
La obra, que no es lo más significativo en la obra del escritor portugués,
supone, sin embargo una profunda reflexión sobre el oficio del periodismo. En
un momento determinado de la obra, al principio, Torres, el redactor de
Provincias, reflexiona sobre lo que es noticia o no. O mejor dicho, a que se le
da condición de noticia en la redacción, y que se queda oculto a la opinión
pública, porque no condene, simplemente, que se sepa. Las noticias que
conocemos, sobre las que se habla, se discute, se hacen tertulias, son las que
unas cuantas personas, en los despachos, han decidido que hay que dar, las que
interesa que el público conozca, o al menos que crea conocer. ¿Qué le interesa
al mercado? ¿qué le interesa a las bolsas? ¿qué le interesa al periódico? ¿qué
le interesa a la economía del país o a determinado grupo empresarial? Todos
hemos visto, vemos todos los días, como hay noticias sobre las que determinados
medios guardan un silencio ominoso, culpable, esclarecedor. Pero esto es una
mínima parte de lo que los ciudadanos, míseros peones, podemos intuir.
Hace años se denominó a la prensa como el Cuarto Poder, independiente del
Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Este Cuarto Poder suponía un verdadero azote
para los otros tres, que los respetaban y temían. Hoy, la economía de mercado,
el liberalismo económico salvaje, ha impuesto el silencio y, casi nos
atreveríamos a decirlo, el pensamiento único.
Es cierto que no hay una censura previa como en los regímenes
totalitarios, en los cuales el censor tacha, borra, corta las noticias, pero ha
dejado paso a algo mucho más peligroso, más pernicioso, más sutil y efectivo,
como es la autocensura. Los medios de comunicación se han convertido en unos
paniaguados del poder económico, que decide lo que se puede conocer y lo que no
es conveniente que la ciudadanía sepa.
Todos tenemos ideología, y por supuesto los periodistas los primeros, y
es bueno, y saludable que se defiendan las ideas. Pero lo que sería deseable,
para ser creíble, es que un medio, el que sea, posibilitase la difusión de
diferentes ideas que respondieran a ideología diferente. Lo realmente terrible
y estremecedor es cuando algunos medios de comunicación, invocando la libertad
de expresión, defienden lo indefendible, manipulando datos, falseando
pruebas, simplemente mintiendo, o
lo que es más doloroso, ocultando la realidad.
Me gustaría reivindicar desde estas líneas, el oficio del periodista, a
mi entender uno de los más bellos e importantes que una persona pueda ejercer.
Dar la noticia, opinar, informar es importante, pero sobre todo creo que el
periodismo tiene una función primordial, que es la de no manipular y permitir
que el lector, el público, tenga la opción de pensar y opinar por sí mismo. Ahí
creo que radica la auténtica misión del periodismo. Permitir la reflexión y el
pensamiento crítico.