Aquellos jóvenes de la FM

14/03/16 +Jerez Juan Ignacio López

Una letanía de voces pasó por las ondas de la FM jerezana durante las dos primeras décadas de su andadura. Chicas y chicos adolescentes que, atraídos por el sonido de la radio y el poder de una programación musical de las que hoy no existen, marcaron con su estilo la vida de generaciones de radioyentes. Varias hornadas de aquellos jóvenes pusieron voz y magia a las ondas de radiofrecuencia y, en ocasiones, fueron considerados como ‘famosos’ o realmente llegaron a serlo. Era la radio romántica, la radio cercana, a la que podías llamar por teléfono para pedir una canción.

Un radiocassette o una platina, un micro y un tocadiscos, en una habitación del domicilio familar, o de casa de un amigo, fueron, probablemente, el primer estudio de radio de algunos enamorados de la ondas. Un toque de atrevimiento y un arranque para pulsar los botones Rec y Play y… ¡la cinta estaba en marcha! Pura radio amateur, emulando estar en el aire, que bastó a muchos de ellos para decidirse y acercar la prueba a la emisora.

Hubo un tiempo en que la radio de Jerez se llenó de aire fresco. Una época en la que la ‘hermana grande’, la Onda Media, hizo pasillo al efervescente sonido de la Frecuencia Modulada. Una novedosa ventana radiofónica, cuyo principal atractivo era una programación eminentemente musical.

Primero fue Radio Jerez FM (hoy día 40 Principales Jerez), en la segunda mitad de los años setenta, que emitía inicialmente en los 98,5 megaciclos, en el dial, justo al lado de la frecuencia de la emisora musical de la Base de Rota. No había más. Así fue durante varios años hasta la llegada de la Onda Nueva, la FM Popular, en los 92,4 megaciclos.

 



Lejos de la maraña de radiofórmulas sistematizadas que hoy copan las programaciones de las cadenas musicales, la FM jerezana de entonces abría su programación, al amanecer, con la ‘Ultima Estrella’ o bien con ‘El Loro Amarillo’ y se cerraba en las primeras horas de la madrugada, por ejemplo, con ‘Doble Cero’. Hasta 18 horas de programación local, plagada de música para todos los gustos, y dividida en turnos de entre 2-3 horas para cada uno de los locutores.

Entonces la radio musical española no se había diversificado. Era, como algunos dicen, ‘una viña sin vallar’ o un popurrí. En un par de horas igual podías escuchar lo último Culture Club, que a Miguel Ríos, el nuevo disco de Chiquetete, después a Michael Jackson o Madonna, Danza Invisible, Juan Pardo o la nueva grabación de Dire Straits.


En tantas horas de música cabía de todo: desde la edición diaria de ‘Los 40 Principales’ a espacios de rock progresivo y tendencias vanguardistas, con el inolvidable Diego Padilla, o monográficos de cantautores; desde especiales de Rock Andaluz a las visitas de las estrellas musicales del momento; desde la retransmisión de conciertos en directo a los concursos de disc-jockeys, cuyo premio consistía en formar parte de los ‘musicales de la FM’, como decía una de las mejores voces de la radio jerezana: el recordado Carlos Manuel López, con quien tuve la suerte de trabajar y mucho de quien aprender.

Pero ¿qué hubiera sido de aquella incipiente FM sin las voces de esos jóvenes que volcaron su ilusión y entusiasmo, al calor de un pequeño estudio de radio? Probablemente, nada. Como nada o poco tenía que ver aquella forma de entender y hacer radio musical con la oferta actual, en la que imperan retahílas de discos encadenados, al estilo de un hilo musical. Probablemente, la imagen más impersonal de la radio.

Pero entonces, con la única compañía de una batea de discos, dos platos, una consola de mezclas, un micrófono y los auriculares, aquellos jóvenes de la FM hacían pura magia a través de las ondas. Sólo el reloj marcaba el tiempo de radio. Bueno, el reloj y los cartuchos de publicidad y los indicativos, y las pautas en las que anotar las horas y minutos de emisión de cada cuña.


Los tiempos cambiaron y el idílico concepto de hacer radio empezó a ser sustituido paulatinamente por estrictas radiofórmulas, que fueron ganando terreno a los espacios libres. Más tarde comenzaron las novedosas conexiones vía satélite con la central de cada cadena, desde Madrid, que acabaron engullendo a la programación hecha desde los estudios locales. Como consecuencia, ya no era necesario contar con un cuadro de voces tan extenso.

Sería injusto tratar de elaborar una lista con la gente que ha pasado por los micrófonos de la FM jerezana. Por poner sólo algunos ejemplos, recuerdo el programa ‘Contacto’, que presentaba Alfonso Cáceres, utilizando como sintonía el imponente Paseando por la Mezquita, de Medina Azahara. O el programa se Sevillanas, con la inigualable voz y estilo del maestro Luis Aguilar. O ‘Los Superventas’, ‘Espiral 120’ o el ya mencionado Doble Cero, con el singular Diego Padilla.


Voces cercanas, como las de Antonio Rodríguez Liaño, Paqui Gómez, Sebastián Iñigo, Joaquín López Sáez, Begoña Rodríguez, Eva Rodríguez de la Milla, Mauricio Roberto Peña, Pedro Alemán, Silvia González, Ángel Gutiérrez, David Gallardo, Jaime Cantizano, José Carlos Domínguez, Alberto Viciana, JuanMa Romero, Beatriz Ortega, Carmen Ramírez, Manolo Molina, Samantha Sánchez, Inés Porro, Noelia Sáiz, Javier Benítez, José Manuel Cauqui, Paco Sambruno, Carmen Ramírez, Marcos González, Pepe García Ganaza, Pedro Rollán, Paco Bujalance, Pepe Contreras u Oscar Mateos. Son sólo algunos nombres de una extensísima lista, de la cual un servidor también formó parte en su día. Gente que dibujó con las ondas hertizianas horas y horas de compañía radiofónica, plagada de frescura y desparpajo.


Algunos de ellos se ‘reengancharon’ a la magia de la radio a cambio de ‘cuatro duros’ hasta hacerse profesionales. Muchos otros, volaron pronto a otras dedicaciones, y en algunos otros casos dieron el salto profesional a Sevilla, Málaga o Madrid.

En la actualidad, tristemente, en esos estudios por los que pasaron tantas voces jóvenes sólo encontramos un ordenador. La mayoría de aquellos nombres de la legendaria FM se dedican hoy a menesteres muy distintos a los de aquellos días de radio joven. Muchos no dudarían en volver durante unas horas a la emoción de poner su voz para presentar en primicia la banda sonora de su vida. 

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