En la jerezana iglesia de San Francisco, a los pies de la nave del evangelio, se abre una portada del primer renacimiento, (totalmente recubierta de múltiples capas de cal, que habría que ir pensando en eliminar) en la que su iconografía, de forma esquemática, aunque suficientemente explícita, muestra el mito de Plutón y Proserpina.
Plutón, dios del mundo subterráneo, deseoso de conseguir esposa, sube a la superficie de la tierra, viendo a la joven Proserpina, hija de su hermana, la diosa Ceres. Deseando poseerla, la rapta llevándosela a los infiernos, donde era el señor de las riquezas. La madre, Ceres, al darse cuenta la desaparición de su hija, la busca por toda la superficie de la tierra, quemando en su desesperación los bosques, al ir provista de antorchas con qué buscarla. Alertada del rapto de su hija por parte de su hermano Plutón, acude a Júpiter, Señor del Olimpo, que le promete que la niña será devuelta a la tierra, con la condición de que no haya probado alimento en el mundo subterráneo. La madre, convencida de ello, va a buscarla, pero la joven, que había llorado abundantemente al ser raptada, al sentirse reina de todas las riquezas, se tranquiliza, y al sentir hambre, toma siete granos de una granada, lo cual le imposibilita para volver al mundo de la tierra. Implorando piedad Ceres ante Júpiter, éste accede a que vuelva la joven con ella, pero será una vuelta parcial, ya que permanecerá seis meses con su esposo, en el reino de las tinieblas y las riquezas, y seis meses con su madre, en la tierra. Así se origina el invierno y el verano.
Mediante este mito, el autor del programa iconográfico, en el cual están representados todos los personajes, quiere mostrar el peligro de los dos pecados más peligrosos para la humanidad: la lujuria y la avaricia. Ésta última es representada en figura de una mujer, vestida de harapos, que con una bolsa en la mano, sostiene en la otra mano una moneda, ante la cual se arrodilla, adorándola.
Hoy día, después de quinientos años, la avaricia sigue siendo el vicio mas habitual en el mundo, pero con la salvedad de que ahora, se haya institucionalizado, admitido y valorado. Ya no se considera un vicio, sino una virtud.
Recientemente, ante el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, los países europeos, muy preocupados por las políticas fuertemente proteccionistas que propugna el millonario de ideología ultraderechista, con tintes fuertemente fascistas, quieren la vuelta a la inversión y el consumo, abandonando las teorías de austeridad impuestas hasta ahora. Se cumple así algo que siempre se ha dicho por parte de los economistas. La única manera de salir de la crisis es impulsando el consumo. Es decir, subiendo los sueldos, buscando el consumo de las clases medias, que conllevará una mayor producción, lo que motivará la inversión del capital. A mayor consumo, mayor ganancia, mayor cantidad de ingresos por impuestos, mayor bienestar. No es tan difícil de entender.
Si esta secuencia la puede entender cualquiera, ¿qué es lo que ha llevado a las autoridades monetarias europeas a ir en sentido contrario al que dicta el sentido común? La respuesta es bien fácil. La crisis no ha existido, no ha sido una crisis estructural. Simplemente se la han inventado para conseguir, en base a ese supuesto dios del dinero, del capital, el reducir los derechos de los trabajadores. La crisis ha supuesto el despido de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras, sobre todo trabajadoras, (¿por qué será que siempre son las mujeres las más perjudicadas?) Al disminuir los puestos de trabajo, se ha recortado en los salarios, y como no, se han recortado los derechos. La amenaza del despido siempre pende sobre el trabajador. El miedo, es un arma infalible para tener sujetos y contenidos los derechos. El recorte de derechos no ha afectado sólo a los derechos laborales, también, y de qué manera, a las libertades y derechos de expresión, de manifestación, etc. Todo en aras de la seguridad, ¿qué seguridad? ¿qué libertad?.
La pregunta es, ¿si se vuelve, de nuevo a una situación similar, que lo dudo, a la existente previa a la crisis, se van a devolver los derechos, que tanto había costado conquistar, y que tan pronto se han perdido? Lo dudo. Es muy fácil gobernar con el miedo, y por otro lado, la Avaricia, ese dios del mundo capitalista, no puede correr el riego de perder una parte de sus ganancias. No olvidemos que el número de millonarios ha aumentado durante la crisis. Si los trabajadores vuelven a tener derechos, van a querer utilizarlos, lo que no se puede permitir.
La imagen del personaje arrodillado, adorando la moneda, podría ser el emblema, el logotipo de muchas empresas, y gobiernos. El vicio se ha convertido en virtud. Adoremos al único Dios. El dinero.
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