Le confieso que el personaje gozó de mi simpatía durante un tiempo. Lo veía por televisión debatir con dialéctica ágil. Defendía con energía y convicción un ideario que, básicamente entonces, fotografiaba todo lo que era mejorable en este santo país. Era mucho entonces y sigue siendo mucho, diez años después. El tipo se encontró con un movimiento social que supo capitalizar muy bien. La protesta ciudadana del 15 M en 2011, con acampadas en numerosas ciudades de España, reclamaba una democracia "real" alejada de la partitocracia. Fue el fruto de un descontento social larvado especialmente tras las crisis del ladrillo en 2008. Y allí estaba el mesías. Vio su gran oportunidad para liderar a los desencantados, a los cabreados, a los ciudadanos hartos de ser marionetas del circo político.
El populismo y la demagogia son virtudes perversas que el personaje siempre ha manejado con soltura. Las víctimas propiciatorias caen fácilmente con discursos que sacuden las emociones. Y así se fue fraguando su asalto a los cielos. Tenía una cohorte de acólitos de los que fue deshaciéndose en cuanto contravenían sus designios. El mesías no puede ser contestado, ni discutido, ni cuestionado. Es el elegido…y punto en boca. Su ambición desmedida y su soberbia le llevaron a truncar el ascenso y a malograr su asalto completo al poder; así que se tuvo que conformar con un mando en plaza, que tampoco es baladí. Ser segundo es mejor que no ser. Así que se encaramó a la Vicepresidencia frente al gran gallo del gallinero, ese que es un profesional de la resiliencia. Un gobierno bicéfalo con dos seres ambiciosos, soberbios, prepotentes es un gobierno que puede llegar a ser peligroso.
Nadie dice que sea fácil la tarea de gobernar. Ostentar el poder es delicado y creo que pocos son los llamados a afrontar esa responsabilidad con altura de miras, con sentido de estado, con el bien común como máxima vital. ¿Alguien cree que Sánchez e Iglesias, visto lo visto, merecen el sillón gubernamental? Yo no. Hay quien dice que se trata de una pareja tóxica. Y desde luego, lo parecen. Y hay quien dice que nos enfrentamos a una crisis de estado y que nuestro modelo de convivencia peligra. Tal vez sean agoreros los que hablan así, pero confieso que las tendencias totalitarias que estamos observando todos invitan a la preocupación.
La pandemia ha supuesto una prueba para todos los gobiernos y el nuestro ha suspendido con muy deficiente, sin duda. Y día tras días se suceden los gestos, las acciones o las declaraciones que revelan la catadura de los personajes que nos lideran. El gallo Sánchez declina ir al funeral por las víctimas de la pandemia, cuyo número sigue siendo una incógnita para que el relato no sea tan dantesco. España es un Estado acofensional, lo que está muy bien. Pero eso no es excusa para que el Gobierno no muestre presencialmente su solidaridad con las familias de las víctimas. La católica sigue siendo la religión mayoritaria, sobre todo de muchos de los fallecidos. Y se trataba de un gesto. Fue el Jefe del Estado, con su familia, y debió haber asistido no ya el Gallo Sánchez sino todo el corral gubernamental. Porque las víctimas deben ser más de 50 mil!!! Solo asistió la vicepresidenta cafetera, ya saben esa a la que le gusta invitar a café a sus señorías para hablar de mujer a mujer. Con eso dio cumplida cuenta el Gobierno del trance. Lamentable, absolutamente.
Por su parte, el mesías tiene que responder del asunto de la tarjeta del móvil de la que fuera su subalterna en su etapa europea. Un tema muy oscuro que, ojalá, la Justicia dilucide y que, según parece, fue manejado interesadamente con objetivo electoral. Sus explicaciones públicas le sitúan como un machista exacerbado. Me gustaría saber qué dice al respecto la señora Igualdad. Las cloacas del Estado ahora son ya las cloacas de Podemos. Pero es que además nuestro mesías se defiende atacando. Así que alienta a sus huestes señalando a periodistas desde la Moncloa, cuestionando la profesionalidad de compañeros con una trayectoria intachable. La última sandez del personaje es decir que hay que "naturalizar" los insultos. Pues señor Iglesias, le voy a decir con gran naturalidad que es usted un completo imbécil. Otro día le dedicaré otro improperio más rebuscado pero natural, no se preocupe. Me da que ha comenzado su descenso a los infiernos. Tal vez solo es un deseo.
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