Inicialmente, la reseña de este título estaba prevista que fuese dentro de nuestra sección de opinión. Nos parecía un libro interesante y queríamos ofrecer su reseña para que nuestros lectores conociesen más sobre El cobertizo que alimentó a un millón de niños (Planeta). Pero una vez que nos pusimos manos a la obra con su lectura y análisis, hemos considerado que esta obra de Magnus Macfarlane-Barrow tenía que estar dentro de nuestro especial sobre libros que te ayudan.
Y es que, además de la enorme ayuda que está ofreciendo la ONG que se creó en un cobertizo de un pequeño pueblo de Escocia, también tras este libro se esconde esa ayuda moral, ese mensaje de que las grandes hazañas se pueden conseguir desde las pequeñas cosas. Cada uno de nosotros, si lo intentamos, podemos contribuir a cambiar un poco el mundo.
El autor de este libro se lo propuso un día cuando se encontraba tomando una caña con su hermano. Decidió cambiar su estilo de vida y logró también cambiar la de miles de niños que han recibido la ayuda de su organización Mary’s Meals. Más de un millón de personas que ha recibido alimentados gracias al empuje y la ilusión de Marcus. Las ideas sencillas pueden cambiar el mundo.
Y El cobertizo que alimentó a un millón de niños es la emocionante historia del nacimiento de Mary’s Meals, un relato existencial que nos hará reír, pero también nos mostrará un lado más triste. Un libro con una historia maravillosa y con ese claro mensaje de que todo lo que se hace con voluntad y esperanza puede convertirse en una realidad. Este testimonio personal con más de un millón de protagonistas se puede leer con una novela. Está escrito con mucho corazón y muestra toda la trayectoria de Magnus desde que comenzó a darle forma a la idea de Mary’s Meals. Una historia que ha ayudado a muchas personas y que el autor cuenta con mucha humildad sin olvidar la reflexión sobre el mundo tan injusto en el que vivimos.
“Más tarde, cuando las clases habían terminado, fui testigo de algo que me conmovió aún más profundamente. Por fin estaba en marcha y funcionando un proyecto especial que se había llenado que comenzase el día en que el terremoto golpeó esta tierra. Los ‘niños descalzos’ que vivían en las calles del suburbio estaban ahora invitados a recibir una comida diaria, al acabar las clases regulares en la escuela. Algunos de esos niños habían llegado desnudos, unas semanas atrás, pero ahora el padre Tom les había dado a todos camisetas y pantalones cortos. Vi cómo 1.353 de eso pequeños descalzos hacían cola para recibir sus platos de arroz, pescado y frijoles”.