Que un thriller policíaco con humor, negro en muchas ocasiones, no deje efectos secundarios ni repita perfiles de novelas similares siempre es sinónimo de entretenimiento en mayúsculas. Y eso, entre otras muchas cosas, es lo que nos ofrece
¡Pinches jipis! (
Malpaso) En apariencia, el libro reúne los habituales ingredientes de esa novela de detectives que a veces resulta tan repetitiva. Un policía de los de antes, con una personalidad algo especial, y una protagonista secundaria que tiene como objetivo suavizar el carácter del principal. Y, por supuesto, sin faltar el misterio por resolver.
Los elementos, los de casi siempre. Pero, a pesar de esto,
Jordi Soler convierte la historia en única y diferente por su forma de contar las cosas. Emiliano Conejero es el policía de la vieja escuela al que nos referíamos anteriormente que tendrá que dar caza a un asesino que ejecuta sus crímenes de una forma muy peculiar. La acción transcurre en la Ciudad de México, ciudad propicia para que pueda pasar de todo, por muy increíble que parezca. Y la verdad es que Soler riza el rizo en ocasiones.
El relato no pasará a la historia de la novela negra, pero sí que nos regalará buenos y divertidos momentos. Y mucho cuidado con el Espectro.
¡Pinches jipis! se lee fácil y, entre whiskies y radio, deja risas. A veces no hay que pedir mucho más teniendo en cuenta que el humor suele cotizar a la baja en este mundo actual. El final, por supuesto que es inesperado, pero se mantiene fiel a la línea llevada por el autor a lo largo de todo el libro.
"Se puso la gabardina y sacó del bolsillo la nalguera para rellenarla con la nueva botella. Luego se metió la pistola entre el cinturón y la camisa y se puso el sombrero. Bertita miraba absorta toda la operación, como si el comandante hiciera eso por primera vez".