Cuidado con los memes

24/01/22 +Jerez Opinión: Alberto Cabral

Entiéndase por meme cualquier gracieta a modo de imagen que rula por las redes sociales en la que se hace chanza o se ironiza, con más o menos éxito, sobre cualquier asunto, normalmente de actualidad. A la izquierda, la fotografía de cómo lucía aquel producto que te encantó en Internet al momento de pedirlo. A la derecha, la cutrez que recibes dos meses después y previo pago de tasas en aduanas, nada comparable a la versión original. Pediste a Beyoncé y te llegó Lola Índigo; pediste a Andrés Iniesta y te llegó Frenkie De Jong; pediste a Stalin y te llegó Pedro Sánchez. Cuidado.

Cuidado porque los memes pueden pecar de exceso de efectividad. Son tan graciosos, tan precisos, tan oportunos y acertados que, quizás, deberíamos dejar de explotarlos. Me explico. ¿Os acordáis de Zapatero? No, no me refiero al presidente aquel que nos sumió en una de las peores crisis económicas de la historia y que llevó a cabo el mayor recorte de salarios, pensiones, ayudas y servicios públicos. Ese es otro. Me refiero al simpático vallisoletano aquel con las cejas pronunciadas, que tenía unas hijas que eran como dos miembros de Linkin Park pero entraditas en carnes. El del café a 80 céntimos. ¿Ya sí os suena? Sí, hombre, os tenéis que acordar.

Igual que Mariano Rajoy. No, el que estuvo salpicado por una gigantesca trama de corrupción que le llevó a dejar el Gobierno y que además subió los impuestos tras prometer bajarlos no es. Yo hablo del que hizo aquel retruécano con el alcalde y los vecinos del alcalde, que eran el alcalde mismo, a la vez que el alcalde era vecino del propio alcalde. El alcalde de Schrödinger. Claro, el que hablaba así con las "eshes" pronunciadas y a veces hasta tenía un leve tic en un ojo. Estaba sembrado aquel anciano bonachón.

Le pasaba algo parecido a Felipe González. Ni GAL, ni gol, ni fuera de juego. Chaquetas de pana y "váyase, señor González". Frase esta última pronunciada por José María Aznar, el de "España va bien", no el que llevó al país a la guerra y abochornó a la población con la chapuza del Yak-42. Su esposa, la del café con leche en Plaza Mayor. La de la Púnica sería otra.

¿Hugo Chávez? Nada de conducir a la pobreza al pueblo venezolano a base de un sistema corrupto y montando una superestructura estatal de amiguetes. Hugo Chávez era el de "váyanse al carajo, yanquis de mierda", "exprópiese" y la víctima del "¿Por qué no te callas?". Aquello lo dijo Juan Carlos I, el "campechano", el de "lo siengto mucho, meguivogado, no vogvedá a ocudir". Lo dijo así. A él todo le llenaba de "oggullo y satigfación", menos trincar millones de ciertas dictaduras islámicas. ¿Y Hitler? Nein, nein, nein. Y Franco, con el culo blanco.

En clave local, más humor. Intentando hacer memoria, recuerdo que tuvimos a Don Pedro, que nunca fue llevado a prisión por chanchullos varios. Don Pedro fue el que dijo "mencanta Jeré (sic)", "la husticia es un cashondeo (sic)" y nos plagó el pueblo de rotondas. Hechos simpáticos como los de aquella tal Mamen, la de los meñiques al aire y el inglés de El Príncipe Gitano, pero no la que tiene a un concejal investigado por la Justicia y al que, por tanto, no defiende bajo la excusa de que "sí, que está mal que lo colocaran a dedo, pero es que hace ya un montón de eso, jolines". En la oposición, mientras tanto, Antonio; uno al que, sorpresa, le ha crecido el cabello al ritmo al que lo ha hecho su partido en las encuestas de Electomanía, ¿no? Honestamente, su pobladísimo flequillo casi me hace olvidar que se aferrase al cargo innecesariamente después de un 'mashup' entre la peli de 'Fast and furious' y 'El barril de amontillado' de Edgar Allan Poe.

Mirando más arriba, no puede faltar alguien que, lejos de ser un personaje siniestro que va en avión hasta a comprar brocas del ocho, es un dandi que ahora se pone a hablar por teléfono a lo Gila para detener una guerra. El que te embaraza con la mirada. El que sí, te coloca a cientos de asesores afines al partido y malgasta los fondos procedentes de la Unión Europea, pero es que se comía una pizza cojonuda en el Restaurante Luna Rossa con los colegas y lo tuiteaba en 2010.

Y es que hay que tener cuidado con los memes, que los carga el diablo. Tras el inofensivo (e incluso ofensivo) divertimento que aparentan, se esconde un peligro potencial, y no es otro que el de provocarnos perpetuamente la simpatía de sus protagonistas, haciéndonos dejar a un lado el espíritu crítico. Mucho "jijí" y "jajá" con las fotitos de Pedro Sánchez el día de mañana, mientras hoy la factura de la luz tiene más ceros que el expediente académico de Pablo Casado. O que la casilla de los días en la vida laboral de Santiago Abascal, el hermano perdido de Thomas Shelby en 'Peaky Blinders'. ¿Veis? Todo pueden ser risitas.

En definitiva, mi opinión acerca de los memes es simple y clara. Es la misma que sobre el cuidado de bebés; algo que está bien, pero sólo para un ratito.

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