Cada vez que hay una crisis hay un sector que lo vive siempre intensamente. El sector de la cultura en nuestro trágico país es la hermana pobre de los políticos. Es la gran olvidada en un rincón. Y no es que sea una pena es que es una tragedia que la CULTURA y la educación sufran el abandono o el desinterés de quienes más que gobernar, manosean. Hay muchas personas empeñadas, fíjese usted qué desdichadas, en vivir de la cultura: Creadores, autores, escritores, actores, dramaturgos, directores, escenógrafos, iluminadores, realizadores… La lista es larga. Y hete aquí que sobreviene un cataclismo sanitario, económico y social que lo pone todo del revés y que, como es habitual en toda crisis, pone a los "culturetas" contra las cuerdas.
Ya en abril, a través de una carta abierta bajo el título "la cultura no es un lujo pero tampoco es gratis", un centenar de personalidades de la cultura, entre ellos Almodóvar, Muñoz Molina, Almudena Grandes o Flotats por citar algunos, se quejaban abiertamente del abandono de la administración de un sector del que, se calcula vive un millón de familias. Alguna ayuda, en forma de prestaciones por desempleo para trabajadores del sector y deducciones fiscales, se aprobó. Pero fortalecer la CULTURA, como la educación, no es un objetivo político. Cuanta más borrega sea una sociedad, mejor para las élites gobernantes rebosantes de mediocridad, redes clientelares y estómagos agradecidos.
En este trágico país tenemos la fortuna, no obstante, de disfrutar de grandes talentos que se resisten a dejarse vencer por el desánimo y pese a obstáculos, contratiempos y escasa ayuda, se mantienen firmes en su compromiso por transmitir cultura. Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar de un ejercicio escénico creado por uno de los grandes actores que ha parido este país, don Miguel Rellán. Aunque en realidad es mucho más que un actor. Leyó un libro en el que dos periodistas, Maruja Torres y Mónica G. Prieto, volcaron 15 horas de conversación sobre sus vivencias periodísticas, Prieto especialmente como corresponsal de guerra, y se decidió a trasladar la esencia de esa fértil charla en una obra teatral de hora y media Contarlo para no olvidar, en el Teatro Español de Madrid. Una extraordinaria interpretación de dos actrices como Nuria González y Nuria Mencía, y una acertada adaptación consiguieron el milagro: Un espectáculo escénico sustentado en diálogos que atrapa al espectador y que le hace reflexionar, hacerse preguntas, cuestionarse ideas, en suma, estimular las meninges y sacudir conciencias. Se llama CULTURA en mayúsculas y nadie debería olvidar la gran importancia que tiene para todo ser humano llenar su vida de cultura y conocimiento.
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