Desierto de oro

21/06/13 +Jerez Paco Sánchez Múgica

Una bola de matojos revolotea por el chaparral. Una estampa antigua de tío vivo gira sobre sí misma en un suelo estéril y recalentado por la canícula. A Primo de Rivera le han colgado el cartel de ‘se alquila’ mientras se le amontonan las cagadas de palomas sobre sus hombros. Duelo al sol entre los desarrapados del Arenal y los indigentes del antiguo Simago. Gary Cooper que estás en los cielos. Si no fuera por el emblema de Aníbal González abriendo los dos mares de Larga y Santa María, con su inalterable El Pasaje; si no fuera por el recoleto puesto de la rubia de los ajos o por el carrito de almendras del Gallo Azul, o por el kiosco de Mario, ¿qué nos quedaría? La Vega la compraron los chinos y ahora quieren tirarla. McDonald’s, que no ha cerrado locales ni en Bagdad durante la guerra del Golfo, bajó la persiana para siempre en la calle Larga: ¿el principio de la desertización? El centro comercial, nuestro centro comercial de toda la vida, es hoy un páramo que sólo animan intrépidos hosteleros de bares, restaurantes y tabancos, y algún que otro aventurero que ha entendido que hay que darle la vuelta a las cosas para que funcionen como siempre. Que cambie todo para que nada cambie, ya saben.


Las grandes superficies comerciales despoblaron el centro como el Amazonas, ¿pero qué hizo éste para reinventarse, para ofrecer algo diferente? No disparen al pianista porque entre unos y otros son muchos los culpables. Salvo la irrupción del imperio de Amancio Ortega en la última década, también venido a menos en los últimos años de recesión, y alguna que otra franquicia, ¿quién resiste el temporal ofreciendo lo mismo que las grandes superficies, poniendo la mano para que otros nos arreglen nuestros problemas? Hasta los bancos han dejado espacio libre en locales míticos donde antes se abría paso La Venencia y el buen vino de Jerez. En el escaparate del mítico Rianal queda un maniquí siniestro, varios polos descoloridos, y un largo rosario de impagos. Un edificio potencialmente aprovechable que es un mamotreto de otro tiempo, casi de otra galaxia. Sus viejas fórmulas están agotadas, aunque los que siguen ofreciendo ‘exclusivas’ son los que van resistiendo. No hay sitio en Jerez donde encontrar mejor bacalao y legumbres que en Algarve, y como ya se extinguió el afilador, La Tijera se quedó sin competencia. Quedan papelerías y otros negocios prestigiosos, alguna que otra buena librería y pocos establecimientos especializados más, pero faltan elementos de peso para volver a atraer al público que escapó buscando la Luz, como la niña de ‘Poltergeist’.  La gente va al centro cuando de verdad lo necesita y acude a las grandes superficies cada fin de semana como antes se iba a misa, en latín, sin una peseta y de miranda. Y porque no abren los domingos.


Y mientras el centro de toda la vida sigue reptando agonizante. Sus galerías comerciales son fantasmagóricas. Tenebrosas. Una vuelta por el Centro Comercial Doña Blanca es como ir a un agujero negro. Locales abandonados, escaleras mecánicas bloqueadas, y carteles de ‘se alquila’ en cada esquina. La visión de Los Cisnes es casi peor. Hubo una época floreciente en el viejo hotel de la calle Larga pero hoy es un paseo por la nada, un pueblo deshabitado por clientes y comerciantes. Hace años que se produjo el canto de Los Cisnes. Una vez un experto inmobiliario reflexionó sobre el fracaso de estos espacios asegurando que en Jerez no funcionan los comercios que no tengan sus escaparates al exterior. De hecho, de lo poco que mantienen alquilados estas galerías comerciales son sus locales más externos. Una vez dentro, el paisaje es sahariano. Tampoco hay cabeza desde lo público: mientras el Zoco de Artesanos desfallece a tres pasos de la plaza del Arenal, se proyecta una nuevo ‘centro de negocios’ en San Agustín, otro de esos viveros de plantas condenadas al exterminio por la crisis galopante y la falta de promoción. En ese proceso de descomposición, surgieron hace unos años las casas de empeño, que, aun siendo muy dignas, han terminado por devaluar aún más a nuestro centro comercial de toda la vida hasta convertir lo que se presumió como una milla de oro en la milla del ‘compro oro’: cashcoenverte Jeré.

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