¡Dialoguen, coño!

Menos golpes de Estado y de pecho. Más golpes de realidades.

Ayer, en el enésimo episodio de la serie "Cómo defender a tu partido", nos encontramos con un giro de los acontecimientos poco desdeñable.

Resulta que en la Comisión de Reconstrucción por la Crisis del Coronavirus –no se sabe cómo ni tampoco interesa, siendo claros– acaba saltando el señor Iglesias con una frase propia de una charla entre dos cuñados en la barra del bar:

–Tú lo que quieres es dar un golpe de Estado.

A lo que el cuñado responde:

–Tú lo que eres es un marxista leninista bolivariano.

Al menos a tu cuñado, si quieres, puedes evitar verlo hasta la cena de fin de año. Pero es que estos tipos se supone que son los que tienen que intentar frenar el batacazo del país.

El despropósito es tal que el ciudadano medio se está acostumbrando a un nivel de lenguaje tan vulgar y simplista, que ya uno ni se espanta con estas declaraciones. Ayer, la señora marquesa acusando de terrorista al padre de Iglesias. Hoy, el señor iglesias, llamando golpista al partido del señor Espinosa de los Monteros. ¿Es política? ¿Es comedia? ¿Estamos ante el esperpento moderno? Si Valle Inclán estuviera vivo en estos momentos, disfrutaría de lo lindo.

Tal vez, estos personajes deberían pensar el flaco favor que están haciendo a la ciudadanía si el tiempo que deben invertir en buscar soluciones lo pierden en discusiones intrascendentes y partidistas. Lo único positivo que se me ocurre de todo esto es que al fin la extrema izquierda y la extrema derecha coinciden en algún aspecto: Hacer el ridículo.

Porque hablar de golpes de Estados en un Comité de Reconstrucción, es estar muy pasado de moda. Porque acordarse de si el padre de fulanito de cual fue partícipe del FRAP, también lo está. Está pasado de moda por una cuestión muy sencilla. Tengo 25 años y no sé qué es el FRAP. No por incultura, sino porque a la ciudadanía no le interesa el pasado, sino el presente y el futuro. Es la única forma de avanzar.

Así que, haciendo análisis de todo esto, he puesto el vídeo del golpe de Estado de Tejero. Sinceramente, me ha hecho gracia. Lo veo tan lejano, que el sentir miedo me resulta imposible.

En cambio, no voy a negar que hay una idea que me ronda por la cabeza. Me imagino a un padre de familia colándose en el Congreso, con una nómina en una mano y las facturas del hogar en la otra. Quedándose en el centro de la sala, mirando a todos los dirigentes a los ojos y, tras una breve pausa, coger todo el aire necesario para gritar a toda voz: ¡Dialoguen, coño!