La pasada Nochebuena, como todos los años, el monarca reinante se asoma a
nuestras casas para lanzarnos su mensaje, que quiere ser actual, solidario y
atento a todos los problemas de la nación. En esta ocasión Felipe VI ha
intentado tocar toda la problemática, empezando por las recientes inundaciones,
y acabando con los problemas de la nueva tecnología. Un compendio de
generalidades en los que no se ha tocado ninguno de los problemas que realmente
padece nuestro país, comenzando por el primero de todos ellos, la corrupción,
en el cual la familia real se ha visto implicada y juzgada, estando pendiente
de la sentencia.
Aunque no se nombra a Cataluña en el discurso, es sin embargo el problema
catalán el que está latente en el hilo del discurso, pidiendo al conjunto de
los españoles que se respete la Ley vigente. Me gustaría recordarle al monarca
que la ley, una obra humana, debe de estar al servicio de todos los ciudadanos
y ciudadanas, y no al contrario. La ley no debe estar hecha en contra de la
ciudadanía. Para resolver el problema catalán, creo que simplemente habría que
cambiar la ley. No se resuelve un problema judicializando la política. Cuando al
frente del Estado, al frente de la política, hay auténticos estadistas, los
problemas se resuelven con diálogo, con negociación, con sabiduría, con altura
política. Creo, sinceramente, que en los últimos años ha sido la política
autoritaria y falta de diálogo, la que ha hecho más independentistas en
Cataluña, habida cuenta que hace unos pocos años no llegaba al 10 por ciento
los que apostaban por esta opción.
Ni en Cataluña ni en el resto de España se desea una opción de ruptura
abierta, pero en un diálogo, en una confrontación política, al contrario
siempre hay que dejarle una vía de salida digna. No se puede machacar hasta la
humillación, ya que lo único que se consigue es la radicalización de posturas,
que a lo único que conducen es al enfrentamiento directo. Mucho más fácil sería
modificar el escenario en el que se desarrollaran las negociaciones, modificar
las reglas de juego, haciendo de España un país federal, en el que se
reconociera un hecho, que cuando se hizo la Constitución no daba miedo de hablar,
y que ahora es objeto de judialización, como es el hecho de que España es una
nación de naciones, que es lo único que se pretende que se reconozca. Es tan
sólo una cuestión de lenguaje, el cual en los últimos tiempos se ha
radicalizado y manipulado. La nación es un hecho cultural, que afecta al
idioma, las costumbres, el territorio, etc., pero que no hay que confundir
nunca con el concepto de Estado.
La Ley está para cumplirla, pero la Ley es necesario modificarla. Si no
se hubieran modificado las leyes de acuerdo con las necesidades, aún
permaneceríamos en la Edad Media, y por supuesto no habría tenido lugar ni el
sistema democrático ni, en época más reciente, el paso del régimen dictatorial
del franquismo a la transición política. Fue necesario que un hombre, un
estadista como Adolfo Suárez, modificara las leyes para dar cabida a las nuevas
formas de política y las nuevas sensibilidades. Lo dicho, hacen falta
verdaderos estadistas y no meros políticos que valoran más los votos del
partido que las necesidades del país.
Por último quisiera destacar la realización llevada a cabo del discurso
del rey. Huyendo de las puesta en escena del año pasado, en un ambiente regio y
ampuloso, este año se ha optado por un ambiente mas discreto, más íntimo y de
trabajo. Con unas cuantas fotografías que daban el toque simbólico y
legitimador, el realizador montó el discurso en base a unos planos muy
sencillos, pero efectivos. Partiendo de un plano medio, la cámara en un
travelling muy lento y efectista, iba acercándose al rostro del monarca, hasta
centrar la atención del espectador en los ojos, tratando de mostrar serenidad,
al tiempo que buscando la empatía con el espectador. Este movimiento de cámara
se repite tres o cuatro veces, logrando fijar la atención más en la imagen y en
los ojos que trasmitían serenidad y tranquilidad, que en lo que se estaba
diciendo, un conjunto de vacuidades y generalidades.
Pocas veces se ha visto, al menos desde mi punto de vista, una
manipulación más sutil y efectista, aunque tras una atenta mirada no se puede ocultar la realidad.