El circo parlamentario

09/02/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Los profesionales del humor son seres ungidos con un talento admirable. Hay gente que es graciosa o simpática casi sin pretenderlo. A esos tipos les sale de natural. Hay trabajo detrás del humor, claro. Las aptitudes sin actitud de poco sirven. Pero evidentemente, también hay graciosos de guion y por obligación que a menudo fracasan estrepitosamente. Son pretendidamente graciosos, pero maldita la gracia que tienen. Estos personajillos suelen poblar los programas de entretenimiento festivo, tanto en radio y televisión. Su cometido es ser gracioso, ya sea por su impronta natural o por el guion. Pocos son los elegidos para la gloria del humor en estado puro.

Aunque no nos apetezca asistimos diariamente al espectáculo de la política patria que está abarrotada de seres que no son graciosos por guion, ni de forma innata. No lo llevan en el sueldo, no les pagamos por ser divertidos y ridículos. Sin embargo, hacen reír. Lamentablemente a menudo provocan la carcajada pero esta es una risa  marcada por un rictus agrio. Porque las situaciones que protagonizan son de largo lamentables.  

Lo de la votación parlamentaria de sus excelsas señorías en el Congreso es de traca. De vez en cuando, la polémica se desborda cuando lo que votan los 350 parlamentarios tiene especial trascendencia. Ha pasado con la reforma laboral auspiciada por la gran Yolanda Díaz, ese ejemplo de persona dedicada sin descanso y mil desvelos a la política. En una comparecencia pública sacar pecho de que se acuesta tarde y de que se levanta temprano y de que trabaja mucho es, simplemente, bochornoso. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. 

La votación era ajustadísima, porque el juego de la política es un juego de intereses y como en el ajedrez se van moviendo las piezas para conseguir doblegar al adversario. Si ya había intriga previa, de forma imprevista un diputado gris del PP se enreda y se equivoca con los botoncitos del voto telemático. Que digo yo que lo del voto parlamentario debe ser un trabajo para mentes privilegiadas porque sus señorías meten la pata frecuentemente. Le ha pasado a Echenique, al olvidado Pablo Iglesias, a Mariano Rajoy, por citar algunos.

A la torpeza con los dedos se sumó la inesperada decisión de dos diputados de Unión del Pueblo Navarro que escondieron su voto hasta el último minuto. Desoyeron la orden imperativa de la dirección de su partido que al parecer había acordado con el PSOE algunas iniciativas gubernamentales favorables a Navarra. UPN ganó las últimas elecciones en su comunidad junto a PP y Ciudadanos con una alianza llamada Navarra Suma. Sin embargo, no gobiernan gracias a que el PSOE pactó con EH-BILDU, con quienes Sánchez dijo que no pactaría. No lo dijo tres veces como San Pedro, lo dijo más. Pero no pasa nada. Aquí mentir es un deporte nacional. Pues bien, los responsables de UPN, damnificados de UPN, después del ultraje en el gobierno autonómico se lanzan a los brazos de Sánchez quien les habría prometido no sé que maravillas. Y ellos van y creen sus cantos de sirena quizá pensando que Don Pedro es un hombre de palabra. Los que no han querido creer han sido los dos diputados de UPN en el Congreso que ahora se han convertido en seres díscolos, víctimas del oprobio por la deslealtad cometida. Ya les han pedido que entreguen su acta de diputados y que se larguen con sus vergüenzas a otra parte. Sayas y García Adanero están en el disparadero, pero parecen mostrarse dignos y defienden su coherencia. Las opiniones sobre su acción son dispares.  A mi juicio, esta vez dejaron de jugar al juego de la política, ese que hace que la conciencia y la honestidad sean olvidadas. Posiblemente en otras ocasiones, no abandonaron la partida y siguieron las reglas del juego. Y es que la política pocas veces es un ejercicio honesto.

El espectáculo de los diputados resultó patético a la par que ridículo. Provocan vergüenza ajena, y no es la primera vez. El descrédito de la política en España sigue avanzando sin detenerse. Y lo peor es que el ciudadano también pierde la confianza en las instituciones. La política no es que sea aburrida es que la vida es política y aunque queramos hacer oídos sordos y pensar que con nosotros no va la película lo que los ínclitos representantes de la soberanía popular hacen y deshacen sí que nos afecta.

El juego político es el que provocó el adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. El resultado del órdago de Ayuso ha propiciado el adelanto electoral en Castilla y León. Y en Andalucía, están a la expectativa para ver si también es positivo adelantar las comicios autonómicos en aras de la estrategia general del líder Casado, un tipo  empeñado en ser quien no puede ser, un líder carismático capaz de arrastrar voluntades. La política es esto, un juego de intereses lleno de mediocres y cuyo resultado nos afecta a todos.

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