Jornada muy señalada en la Real Academia de San Dionisio, de Ciencias, Artes y Letras, pues en la tarde del martes 21 de enero de 2025 tenía lugar el ingreso como académico de Número de José Manuel Aladro Prieto. Doctor en Arquitectura y Profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, el nuevo numerario abría el ciclo 'Jerez Siempre', que la institución académica organiza cada año en colaboración con el Centro de Estudios Históricos Jerezanos.
El discurso de ingreso del doctor Aladro Prieto llevó como título 'De industrial a cultural. Paisaje para una capitalidad cultural' y tuvo como referencia la capitalidad cultural europea de Jerez. Eugenio J. Vega Geán, académico de Número fue el encargado de contestarle en representación de la corporación de San Dionisio. Muestra de la solemnidad de la cita es que la mesa del salón de sesiones no sólo contaba con Juan Salido Freyre, actual presidente, sino que el protagonista del día estuvo acompañado por los presidentes de honor Francisco Fernández García-Figueras y Joaquín Ortiz Tardío, así como el secretario general de la corporación Juan María Vaca Sánchez del Álamo, quien hizo lectura del acta que recoge el nombramiento de Aladro Prieto como académico de Número.
José Manuel Aladro partía de la información de la web de 'Programas y ayudas de la Unión Europea', que afirmaba que la "acción comunitaria Capital Europea de la Cultura tiene como objetivo proteger y promover la diversidad de culturas en Europa y poner de relieve las características comunes que estas comparten, así como intensificar el sentimiento de los ciudadanos de pertenencia a un espacio cultural común y fomentar la contribución de la cultura al desarrollo a largo plazo de las ciudades".
Con la Capitalidad europea de Jerez como referencia, y considerando que la más diversa aportación de la ciudad a la cultura europea está directamente relacionada con la cultura del jerez, explicó el ponente, que cualquier acción destinada a promover el desarrollo cultural de la ciudad ha de tener necesariamente presente todo lo que ha representado la vitivinicultura para la ciudad, especialmente en los dos últimos siglos.
Para comprender esta relación, se planteó una lectura patrimonial de la ciudad desde la noción de paisaje. Desde esta óptica patrimonial y paisajística, la ciudad se entiende como un ente global en el que se diluyen los límites entre la población histórica y la contemporánea y entre el mundo rural y el urbanizado; y en el que confluyen características materiales e inmateriales; cuestiones territoriales y relaciones perceptivas y visuales.
En esta lectura, la ciudad se asume inserta en la lógica de un sistema territorial, de un paisaje, determinado por su posición geográfica y por las características naturales, topográficas o geomorfológicas del soporte en el que se asienta. Un sistema que entra en resonancia a través un cultivo específico que a mediados del siglo XIX llevaría a Latour a definir a Jerez como "la ciudad del viñedo".
Este paisaje, rural y urbano, es la expresión máxima de un proceso económico que se inició a mediados del siglo XVIII y concluiría, al menos por ahora, en los años 80 del siglo XX. En su conformación histórica es posible diferenciar dos etapas claves: los años 30 a 70 del siglo XIX y las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En ambos momentos, especialmente en el primero, el sistema productivo y comercial del jerez se constituyó como un fenómeno industrial de escala nacional. El paisaje del jerez es, por tanto, expresión de uno de los hechos económicos más relevantes de la industrialización española en el siglo XIX; también de la exportación y comercialización en la segunda mitad del XX.
Recordó José Manuel Aladro que en la década de los setenta del siglo XIX, más del 50% de la población activa de la ciudad estaba relacionada con la actividad vinatera. Hombres y mujeres, empresarios y trabajadores, que, con sus acciones, viviendas, ocio, costumbres, obras de caridad, saberes, oficios o fiestas flamencas conformaron un sistema social, con luces y sombras, cuya huella cultural aún es posible reconocerla en el paisaje de la ciudad a través de sus atributos materiales y valores identitarios.
Las instalaciones industriales del jerez a lo largo de los dos siglos transformaron la ciudad, modificaron su entramado y paisaje interno; condicionaron su evolución y redefinieron por dos veces su límite y percepción exterior. Un paisaje híbrido en el que las grandes estructuras arquitectónicas del Antiguo Régimen (palacios, templos y conventos) cohabitaron íntimamente con un inmenso número de edificios industriales. No se generó una ciudad industrial contemporánea, pero la población se reestructuró en un gran organismo industrial, la ciudad bodega, en la que toda la estructura urbana, incluidos los espacios públicos, se pusieron a disposición de un sistema específico de producción y comercialización del vino.
La arquitectura del jerez, casas de viñas y bodegas son los protagonistas arquitectónicos, aunque no únicos actores, del paisaje del jerez. Hoy día, sometidas a problemas de obsolescencia, ambas arquitecturas se resignifican para la sociedad jerezana como monumentos, documentos históricos, testimonio y memoria de cada uno de los acontecimientos, personas, oficios y acciones que constituyen la historia de Jerez y del jerez en estos dos siglos.
Cada uno de los elementos mencionados, y otros más, construyen el paisaje del jerez. Una visión global de la ciudad y de su territorio que permite alcanzar una comprensión compleja de la dimensión patrimonial y cultural del legado histórico del vino.
Según el Convenio Europeo, el paisaje es elemento fundamental del entorno urbano, expresión de la diversidad de su patrimonio común cultural y natural y fundamento de su identidad. Si es así, el entendimiento de la ciudad de Jerez desde esta noción paisajística puede coadyuvar a su gestión y planificación en aras de un proyecto cultural capaz de preservar su identidad y fomentar su desarrollo cultural.
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