No hace mucho escuché un remate por bulerías de Antonio Malena- cantaor más valorado fuera que dentro de nuestras veredas de lo flamenco- que decía:
"Yo no tengo ni pare ni mare
que sufra mis penas, huérfano soy.
Yo no tengo pare, yo no tengo mare, yo no tengo nadie que me quiera a mí.
Huérfano soy, a mí me llaman el huerfanito…"
Ese cantecito- la esencia se halla en tarritos pequeños- me llevó a cuestionarme... ¿Está el Centro Andaluz de Flamenco huérfano de padre y madre?
Si el papel de padre lo asume la Junta de Andalucía y el de madre el Ayuntamiento de Jerez - o viceversa, tanto monta- la respuesta es afirmativa.
Ningún representante de estas instituciones ha alzado la voz para reivindicar, con la rotundidad sentenciosa que tienen las letras flamencas, que la mayor colección documental existente en materia flamenca debe permanecer, por múltiples y evidentes razones (legales, patrimoniales, organizativas, arquitectónicas e incluso emocionales) en su actual sede de Plaza de San Juan.
Se ha creado un debate artificial que realmente no existe: no hay nadie que se haya manifestado favorablemente al traslado de los fondos a otra ubicación.
En Córdoba se trasladó la filmoteca, con dudosos criterios, y conocemos ahora que parte de la misma ha resultado dañada por gasoil. Consecuencias de gestionar el patrimonio en modo veleta, que muda por los aires de la ocurrencia y el desatino.
El pueblo de Jerez camela naquerar. Quiere hablar. Y decir, como si de una jonda letanía seguiriyera se tratara, que el CAF, por su treinta cumpleaños, quiere permanecer en el Palacio de Pemartín. Que su orfandad es postiza, y que si no tiene pare ni mare, tiene hermanos e hijos (más que los cien mil que mandara Napoleón) que lo tutelan frente a la sinrazón de algún iluminati que no estingue ná.
Y a por otros treinta años más.
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