El juego de los ineptos

Los ciudadanos asistimos atónitos al espectáculo. La naturaleza, en el más amplio sentido de la palabra, se erige omnipotente y poderosa. La meteorología también compone el medioambiente y, por ende, también forma parte de la naturaleza. Hay fenómenos medioambientales, como los terremotos o las erupciones, cuya predicción sigue siendo todavía un ejercicio de quirománticos más que de científicos. Pero la meteorología es una ciencia ya contrastada que adelanta, con gran acierto, la evolución del tiempo. La previsión se convierte en aviso y advertencia cuando las llamadas "inclemencias" alteran con absoluta certidumbre nuestra cotidianidad y barren momentáneamente nuestra indolente comodidad.

La nevada histórica sí se sabía, y con días de antelación más que suficientes para que, quienes tienen la responsabilidad del bien común, previeran un plan de contingencia eficaz y así, minimizar los efectos perturbadores de la borrasca. Pero, una vez más, y por si a alguien le quedaban dudas, nuestros administradores vuelven a hacer gala de su incapacidad e ineptitud. 

Hace unos años, en 2009, tras otra nevada de cierta relevancia y otro colapso menor de las infraestructuras, se hizo acopio de material para afrontar los problemas que provocan la nieve y el hielo. Es más, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) incorporó un plan anual para la veintena de aeropuertos españoles de la red con una dotación de dos millones de euros al año. Además, en marzo de 2019 se firmó un contrato con la empresa Sacyr para reforzar el mencionado "Plan de Actuaciones Invernales" a razón de más 4 millones al año hasta 2022; es decir, el contrato supondrá para el erario público casi 13 millones de euros. Sin embargo, los militares de la UME son los que han tenido que echar una mano para que el aeropuerto vuelva a estar operativo, sin que una semana después aún lo esté por completo. Al parecer, los operarios que debían manejar las máquinas quitanieves estaban en ERTE y así han seguido, pese a la emergencia.

La competencia administrativa ante lo ocurrido incluye a todos los niveles del Gobierno: el Central, el Autonómico y el Municipal; así que no pensemos, burdamente, en ideologías. La manida excusa de que la nevada ha sido un acontecimiento histórico es estúpida. Por supuesto que no vivimos en Laponia y que, en nuestro clima mediterráneo, hasta ahora por lo menos, alteraciones meteorológicas como esta no eran más que hitos extraños a significar en la hemeroteca. La inevitabilidad, sin embargo, no debe suponer imprevisión y falta de planificación. No se habían preparado ni organizado los recursos para reducir las consecuencias de la nevada. Y eso es otro ejemplo claro de la "ineptocracia" que soportamos desde hace ya demasiado tiempo.

El término aún no ha sido admitido por la RAE pero, sin duda, lo hará, ya que está siendo de uso muy común para explicar qué estamos viviendo los sufridos ciudadanos contribuyentes, porque somos los ciudadanos los que financiamos la "película". Es una palabra de origen francés, ineptocratie o inaptocracie, y su significado es: «sistema de gobierno en el que los menos capaces de gobernar son elegidos por los menos capaces de producir y en el que los otros miembros de la sociedad menos aptos para procurarse su sustento son obsequiados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y la riqueza de unos productores en número descendente». ¿A que le parece una descripción bastante ajustada a lo que vivimos en nuestro país?

La meteorología ha sido la última bofetada de la "ineptocracia". Los episodios anteriores recientes siguen,a día de hoy, incluso, costando vidas. Nadie vio venir la pandemia, a pesar de los avisos y las advertencias científicas; se actuó tarde y mal y, todavía, seguimos con tribulaciones, dudas y caos regulatorios con diecisiete dispares gobiernos territoriales, cada uno haciendo la guerra por su cuenta. Con las vacunas, más de lo mismo. A bombo y platillo y golpes en el pecho –pegatinas en los envíos– se vende al ciudadano el mérito de traer el milagro científico. Y, a continuación, el proceso de vacunación se convierte en una carrera de sacos, con traspiés y desbarajuste. El ritmo hace pensar que la inmunidad colectiva llegará en años. Y así seguimos los ciudadanos: atónitos ante el espectáculo. Cuídense.