El parloteo de los tramposos

La fauna que anida los avisperos de la política no deja de ofrecernos espectáculo casi a diario. Uno reciente lo protagonizaba esa señora de apellido Oltra y que abandera un feminismo de izquierdas nacionalista; porque su formación, Compromís, allá en Valencia defiende la singularidad autonómica con ese sello. La mujer se halla inmersa en una truculenta historia con su exmarido como actor principal y ella como supuesta secundaria. Ha sido imputada en una causa por posible encubrimiento de un delito sexual cometido por su ex contra una chica que se hallaba tutelada por la administración y que era menor de edad cuando ocurrieron los hechos.

Oltra se siente perseguida y dice sufrir una infamia. Cuando los imputados son los contrarios siempre se ha apresurado a pedir dimisiones y ceses. Pero si es ella la que está en el disparadero, el código ético de su partido ya no es de aplicación, otro día si eso con más tiempo, y además se convierte en una víctima de los poderosos que arremeten contra una política honesta que solo trabaja para el bien de la sociedad. El doble rasero entre los políticos es una costumbre. Consejos vendo que para mí no tengo. Y la frase reza también para los principios. Se tienen hasta que estos principios se vuelven inconvenientes y molestan. 

A nadie le gusta verse involucrado en un procedimiento judicial, por supuesto que no. Pero la Justicia, precisamente, es la que debe garantizar la legítima defensa de todo hijo de vecino que, tal vez, pueda ser acusado maliciosamente de un delito imaginario. Perfecto. La presunción de inocencia es la base de la Justicia. Una persona es inocente hasta que se demuestre, con hechos probados, su culpabilidad. El problema radica en que a la mayoría de servidores públicos se les llena la boca de higiene política cuando claman que cualquier ser político imputado o investigado, como se dice ahora, ha de irse a su casa de inmediato. Dejan caer aquello de que "cuando el río suena, agua lleva". Pero claro, esta posición queda muy bien de cara a la galería y junto a la parroquia propia para azuzar al contrario. Es decir, cuando interesa. Cuando no interesa… el principio higiénico se vuelve incómodo. Y llega la palabrería, el parloteo y hasta la fiesta saltimbanqui, realmente ridícula y que provocaba vergüenza ajena, que Oltra lideró el pasado fin de semana con un grupo de acólitos. 

Al final, la señora Oltra, a la que los años en la poltrona política no parecen haberle sentado bien, a pesar de reticencias y resistencias presenta su dimisión haciéndose la víctima con lágrimas en los ojos, pero prometiendo que su marcha no será definitiva. Si sale bien parada del trance judicial resurgirá de sus cenizas para volver a encabezar un proyecto feminista de izquierdas. Ya veremos cómo se sustancia su vía crucis. Hablando de travesías dolientes… los socialistas también viven su particular penitencia con el resultado electoral andaluz. Las caras en su comité de dirección tras el anunciado y previsible batacazo eran un poema, empezando por la del secretario general e ínclito presidente del Gobierno. No hubo autocrítica, según se dice. Para qué criticar a ese gran líder espiritual que dirige con mano de hierro los destinos de los españolitos, esos que no saben lo que les conviene cuando deciden votar a otros, cuando yerran en las urnas. Si es que los votantes no saben lo que tienen que hacer. Se han equivocado dando la mayoría al bonachón de Moreno Bonilla. Pero no pasa nada. Aun hay tiempo para hacer ver al electorado que la mejor opción es la actual. Porque la memoria es frágil, claro que sí. Eso pensará el señor de la Moncloa. No tengo la menor duda de que Sánchez agotará la legislatura hasta su último estertor. Se aferrará al poder hasta el último minuto con la resiliencia como leitmotiv. 

En el otro lado, los "peperos" están alborozados y alborotados. La expulsión del desnortado y sin sal Casado, el refrendo como líder autonómica de la dama de la libertad, la llegada del libertador Feijoo –ese dechado de virtudes equilibradas y moderadas– y la victoria aplastante de Juanma Moreno, un tipo corriente de andar por casa que ha hecho de la normalidad su marca personal. Todo son buenas noticias para la bancada de la oposición que ya se frota las manos deslizando la idea del "cambio de ciclo". El parloteo político es muy tramposo. Hablar, hablar y hablar a menudo para no decir nada. Ese es el ejercicio habitual. Lo de hacer para mejorar de verdad la vida del ciudadano, que les paga el sueldo, eso es harina de otro costal. El triunfo insólito, que no inesperado de Moreno, tiene mucho que ver con el hartazgo de la gente que está viendo día tras día cómo merma su calidad de vida al perder poder adquisitivo. Y el horizonte, por desgracia, sigue sombrío y lleno de nubarrones.