Estado de Derecho

18/12/22 +Jerez masjerez.com

Ser ciudadano, sujeto a normas de convivencia en una nación, te confiere una responsabilidad: la de seguir y respetar las normas que una sociedad civilizada ha establecido para procurar una vida lo más justa posible. Así que si usted como yo se considera una persona responsable y respetuosa con las normas se verá impelido a cumplirlas, aunque piense que son estúpidas. De lo contrario, si nos saltamos las normas a la torera y hacemos de nuestra capa un sayo, tendremos una sociedad anárquica en la que cada uno hace lo que le da la gana. Sería un "sálvese quien pueda".

A veces me asalta la sensación de que la rebeldía ante reglamentos o normas injustas o inconvenientes está más que justificada. El uso obligatorio de mascarillas, a día de hoy, en el transporte público podría ser una de esas órdenes imperativas que muchos, creo, no compartimos pero que, sin embargo, por un sentido de responsabilidad cívica cumplimos. Alguien me podría rebatir diciendo que las leyes están para ser cumplidas pero la cuestión es…una ley, ¿solo por el hecho de ser tramitada legalmente, ha de ser justa y moral siempre? Tal vez no. En nuestro país tenemos una Ley Integral sobre la Violencia de Género que discrimina por razón de sexo a la hora de castigar un mismo delito. Dicha ley pena con mayor dureza al hombre que a la mujer solo por el hecho de serlo, lo cual supone un agravio y conculca un principio básico de la sociedad civilizada: la igualdad de los seres humanos en derechos y obligaciones sin distinción de raza o sexo.

Pero así se regulan las sociedades modernas y avanzadas. Nos otorgamos unas reglas de juego, lo llaman democracia; votamos cada cuatro años a unas siglas y una banda de individuos, los llaman políticos, también servidores públicos; Y con la excusa de ser representantes de la soberanía nacional se arrogan el derecho de legislar e imponer normas de obligado cumplimiento. En el tablero de la política, en todas partes, no es una excepción ibérica, las maniobras y estrategias tienen un único objetivo y no es velar por el bienestar de la sociedad, no señor. El propósito es el mantenimiento del poder a toda costa, salvar las adversidades, los obstáculos y defender la batuta del gobierno pese a quien pese y caiga quien caiga. Estos días asistimos a una serie de acontecimientos que están degradando nuestra sociedad al poner en tela de juicio un principio básico como es la separación de poderes. Las artimañas ventajistas del Gobierno para garantizarse un Tribunal Constitucional favorable son vomitivas. Pero el manoseo de los políticos en el ámbito judicial no distingue siglas ni partidos, porque el partido popular también tiene mucha parte de responsabilidad de que, en el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, los jueces no sean elegidos imparcialmente entre ellos mismos. 

Cada día me da más asco la política y los políticos. No puedo permanecer ajeno porque nuestra vida se ve afectada por la puñetera política. Creo que la indignación social es importante pero también hay mucha gente, paniaguada, que vive muy cómoda con la situación actual y que prefiere, por egoísta comodidad, seguir como estamos. El descrédito de la clase política posiblemente esté en su máximo nivel. Los desmanes del ejecutivo actual, con un presidente al que sobran los adjetivos descalificativos, están haciendo que muchos españoles sientan vergüenza de su nacionalidad. 

Hay quien piensa que el descontento debería manifestarse más allá de la barra de un bar o charlando entre amigos. Pues sí. Muy posiblemente lo que necesitaría este puñetero país sería una patada en la mesa, un poner pie en pared y una protesta multitudinaria y exclamar un "Basta ya". Son los ciudadanos los que deben tener el poder y revolverse ante una situación social que se deteriora cada día más. Pocos políticos actuales son los que dan la talla en este país que cada vez es menos país. Si usted, como yo, se considera un ciudadano responsable, seguramente sentirá cada vez más el desapego nacional. El sentimiento patriota podríamos decir que incluso está mal visto hoy en España. Llevar simplemente la bandera es un acto que algunos tachan sin sonrojo de "facha". Un reciente reportaje de televisión titulado 'Qué diablos es España', presentado por Iñaki Gabilondo, exhibe la opinión de un variopinto grupo de españoles que dibujan un retrato de la realidad social del país. España, como Estado de Derecho, lleva un derrotero que conduce a un despeñadero. Viendo el presente, la confianza en el futuro es un ejercicio desesperanzado.

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