No era mi intención retomar estas reflexiones, después de un largo periodo alejado voluntariamente por motivos personales, con el tema de Cataluña. Sin embargo, la proclamación ayer de la República Catalana por parte del Govern de Catalunya, me ha hecho ponerme de nuevo ante el ordenador y dar, al fin el paso de volver a mis escritos.
A lo largo de todo este proceso, que he seguido día a día, casi segundo a segundo, me he mantenido expectante ante el posible final de algo que en sí mismo, me parecía la reducción al absurdo. Y no me refiero al ansia de independencia o autodeterminación de un pueblo, que me parece justo y lógico, sino por los integrantes, los compañeros de ese viaje que no me parecían los más adecuados para llevar a buen fin ese deseo.
¿Quienes han sido tradicionalmente los integrantes de ese viaje del nacionalismo catalán? La respuesta no por conocida es menos evidente: la alta burguesía catalana, los propietarios y detentadores de un poder económico y de los medios de producción. El nacionalismo no es, no ha sido nunca producto de una clase trabajadora. El nacionalismo, sea del tipo que sea es la ideología de la burguesía acomodada, no es el resultado de una lucha de clases del proletariado. No hay más que ver los nombres que han formado las élites de los partidos nacionalistas catalanes, como por ejemplo CyU. Es cierto que ha sido un nacionalismo, reivindicativo de una cultura, una lengua, unas tradiciones, un modo de ser y entender la vida, y sobre todo los negocios.
Tras las elecciones ese nacionalismo conservador se alía in extremis, con la CUP, un grupo antisistema y anticapitalista, cuyo único ideario era la independencia de Cataluña. Siempre me pareció el abrazo del osos, un pacto con el diablo, que después iba a cobrar en especie los servicios prestados. Estoy convencido que el nacionalismo nunca tuvo la intención de llegar al lugar a que se llegó ayer. Pero lo más sorprendente es el resultado, una proclamación de la República Catalana, en la que se pide que el voto sea secreto y que se queda en eso, una proclamación virtual sin que pueda tener un mayor recorrido práctico. Pero llama más la atención que esos proclamadores de la República no salieran a continuación al balcón de la Generalitat a proclamar a los miles de seguidores que permanecían a pie quieto en la plaza de San Jaume en una fiesta independentista, tras arriar la bandera española, la nueva república. No sucedió nada de eso. Nadie quiso dar la cara. Todos estaban pendientes de no cometer un acto que pudiera ser utilizado por la justicia española, a la que ya en teoría no deberían estar sujetos, una vez proclamado el nuevo estado, para acusarlos del delito de sedición. De hecho, se estaba reconociendo la permanencia dentro del estado español. No se arría la bandera, que aún permanece, no se convocan elecciones constituyentes, lo cual sería lo más lógico y adecuado. Todos y todas se van de fin de semana, dispuestos a descansar después de tan arduo trabajo. Tal parece que estaban esperando lo que a continuación sucede, la convocatoria de elecciones autonómicas por parte del gobierno central en virtud del artículo 155 de la Constitución. ¿Por qué no las convoca el President el día anterior? Simple estrategias electoral de cara a lo que ya se preveía. Y cuando se convocan todos respiran. Se vuelve a la legalidad, pero salvando la cara.
¿Por que se acepta por parte de una alta burguesía, repleta de multimillonarios, las premisas de un grupo anticapitalista y antisistema? ¿Alguien pensaba que esa sociedad burguesa iba a perder sus privilegios conseguidos a lo largo de siglos de economía capitalista? Es el abrazo del oso, pero, ¿quién es el oso y quien es el abrazado? Tras el anuncio de nuevas elecciones, todos los grupos de manera más o menos implícita aceptan la participación en dichas elecciones, en las que todos intentan posicionarse. Todos, excepto los que han llevado a la sociedad catalana al borde del suicidio, la CUP. Estos días seguirán habiendo gestos, manifestaciones, actitudes de resistencia, pero todos penando en posicionarse de cara a las futura elecciones del día 21 de diciembre. No se puede dejar pasar la oportunidad de seguir tocando poder. La burguesía, además del poder económico necesita el poder político, y debe deshacerse de compañeros incómodos de viaje.
Me recuerda esta situación los versos de Cervantes:
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Y mientras la gran burguesía puede seguir haciendo lo que siempre ha hecho mejor y con más empeño: Contar dinero