God Save the Queen

09/09/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

La reina de Inglaterra ha muerto. La noticia sacude las redacciones informativas de Inglaterra, lógicamente, pero el hecho tiene trascendencia planetaria. Tal vez sea así porque la señora de sangre azul llevaba en el trono británico la friolera de 70 años. El mundo contemporáneo siempre ha tenido en Isabel II a la cabeza visible del sacrosanto imperio británico. Además, se marcha una espectadora, pero también protagonista de los hechos más relevantes del siglo XX. Como su antecesora, la que durante un tiempo fue conocida como la reina madre y que vivió 101 años, Isabel II ha sido muy longeva. Ha muerto a los 96 años.

También en España el óbito real se ha convertido en el tema central de los medios de comunicación. Pues vale. A los españolitos de a pie seguro que les afecta muchísimo la sucesión monárquica de los británicos y los alambicados protocolos sucesorios llenos de boato que, para eso, los ingleses, son únicos.

Qué gran preocupación ciudadana, ¿verdad? Para los súbditos británicos, que parecen vivir su monarquía de una manera muy sentimental, tiene un pase que la defunción real conmocione, aunque fuera previsible, y llegue hasta a paralizar el país, pero ¿y en el resto del planeta? Supongo que los temas relativos a aristócratas y seres de rancio abolengo siempre interesan al vulgo…Eso es lo que deben pensar quienes editan los informativos audiovisuales. Este jueves 8 de septiembre la noticia revolucionó las redacciones y se improvisaron programas especiales para hablar del hecho luctuoso. Y el viernes 9 las parrillas se inundaron de programas hablando de la señora con expertos opinadores muchos de los cuales hablan por hablar; son maestros liendres, de todo saben y de nada entienden.

Pues verá, a mí, el fallecimiento de Isabel II me interesa poco o nada. Su desaparición no puede entenderse como inesperada, es más que normal que a esa edad un ser humano expire. Pero los medios de comunicación masivos son los que deciden qué es noticia y qué no es noticia. Y la opinión pública, los ciudadanos, hemos de tener capacidad para elegir en qué fuentes informativas beber para así estar más o menos al día de lo que pasa a nuestro alrededor y en el resto del globo.

Los ciudadanos, imagino, están preocupados por su día a día; por el precio de la cesta de la compra, por el coste de la energía, por el precio de los combustibles, por la subida de los tipos de interés, aprobado también este jueves 8 de septiembre por el banco central europeo, en suma, usted y yo estamos preocupados por nuestro devenir y nos trae bastante al pairo lo que pase en la Gran Bretaña, un país que ni siquiera forma parte ya del club europeo gracias a su Brexit.

Es cierto que nuestro país tiene lazos de sangre con la familia real británica. Juan Carlos y Sofía eran tataranietos de la reina Victoria de Inglaterra como lo era la fallecida Isabel II. Ya se sabe, que la realeza europea está emparentada por esa costumbre real de solo juntarse con los de su clase. Eso de mezclar sangre real con ciudadanos de a pie es una moda moderna. Pues bien, que los parientes vayan al funeral y a los fastos del nombramiento del sucesor, el tal Carlos, que va a ocupar el trono a la tierna edad de 73 años.

En nuestro suelo patrio ya tenemos bastante de lo que ocuparnos y diría más, preocuparnos. Por ejemplo, tenemos una Justicia hecha unos zorros con una falta de recursos inconcebible. Hace unos días, un buen amigo y mejor reportero, Gabriel Cruz, a propósito del comienzo del año judicial realizaba un reportaje para Mediaset en el Palacio de Justicia de Huelva que revelaba las carencias de la administración de Justicia por culpa, básicamente, de la gestión de los recursos públicos, de una mala distribución del dinero público. Aquí el enlace por si le apetece verlo.

Y seguimos asistiendo al manoseo judicial desde el ámbito político con una renovación pendiente de los órganos de dirección de los jueces porque nuestro insigne presidente y el ilustre jefe de la oposición no se ponen de acuerdo para designar a los magistrados que les interesan.

La verdad es que estar al tanto de lo que pasa a veces es muy cansado y provoca hartazgo. Porque como ciudadanos de a pie, poco o nada podemos hacer para transformar la sociedad en la que vivimos. Por eso, mi consejo, si me lo permite, es el de desconectar con frecuencia y desistir de absorber información. Dedicarse a practicar deporte, o en su defecto a verlo; es muy saludable y afortunadamente tenemos espectáculos deportivos constantemente. La lectura de un buen libro o la visión de una buena película o de una buena serie también pueden ser inmejorables opciones para oxigenar nuestra mente y evadirnos de las explosiones informativas que un día y otro también amenazan con alterar nuestro estado de ánimo. El mundo seguirá rodando sin usted, sin mí y también sin Isabel II.

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