Hace unos días una niña de trece años de Murcia ponía fin a su vida
ahorcándose en su habitación, al no poder superar el acoso de que venía siendo
objeto por parte de dos compañeros, probablemente los cabecillas de clase, que
lograron poner en su contra a todo el grupo. Aunque los padres, cuando la niña
les dijo lo que pasaba, solicitaron del centro una solución, que no llegó,
solucionando el acoso con la expulsión de uno de los acosadores cinco días, y
el otro, uno sólo. Puestos al habla con la consejería de educación de la
Comunidad, y ante la amenaza de ponerlo en conocimiento de la prensa, lograron
el traslado de la niña a otro instituto, donde al parecer fue muy bien acogida,
tanto por el profesorado como por sus compañeros, pero el daño ya estaba hecho.
En una carta la niña advertía que si la querían visitar tendrían que ir a su
tumba. Y efectivamente, se encerró en su cuarto, diciéndole a la madre que se
iba a probar ropa, poniendo fin a su vida con un cinturón, con el que se
ahorcó.
Cada vez son más los casos de acoso escolar, o al menos son más los que
se conocen. Siempre ha existido el acoso, pero creo que ahora está tomando unas
dimensiones mucho más dramáticas. No es la primera víctima que pone fin a su
vida. No logro hacerme una idea de cómo se sentirán los acosadores que han
llevado a una compañera hasta el suicidio. No se si les pesará en sus
conciencias el resto de sus vidas, o si, como lo han demostrado sobradamente
son tan insensibles que ni remordimientos tendrán por haber acabado con una
vida. La figura del acosador suele ser el de un ser mediocre, chico o chica,
que no puede soportar que alguien sea diferente, que quiera salirse del rebaño
que el pastorea y en el que se siente el rey o reina. No se acosa a un objetor
escolar, por el contrario, a estos se enaltece y vitorea, se acosa a aquellos,
chicos o chicas que tienen interés, que se esfuerzan, que sacan buenas notas,
que se muestran interesados por aprender, no sólo las asignaturas, sino también
la cultura, la música, etc. No se puede consentir el salir del redil, no se
puede permitir la diferencia, la individualidad.
¿Quiénes son objeto del acoso? Normalmente todos y todas los que muestran
alguna diferencia, por ejemplo gays y lesbianas, y en el caso de las chicas,
sobre todo las que no responden a un estereotipo de figura, de estilo, de cuerpo.
Los insultos que han llevado al suicidio a esta chica eran: gorda,
fea, das asco. Es cierto que el acosador tiene toda la culpa, pero
hemos de analizar que tipo de sociedad estamos creando, que tipo, o mejor, que
estereotipo de mujer es el deseado. La moda, la televisión, el cine, nos están
imponiendo un modelo de mujer que es imposible alcanzar por la inmensa mayoría
de la población femenina. Alta, guapa, delgada, con una talla 36 como mucho, y
ese es el ideal de belleza al que todas las chicas han de tender, incluso a
costa de sacrificios. Se busca una mujer objeto, una mujer florero. No se busca
una mujer inteligente.
No hay modelos “normales”, no se hace moda para los cuerpos de las chicas
y chicos que son la mayor parte de la población. Es cierto, y esto no podemos
olvidarlo que la obesidad es un perjuicio para la salud, pero entre una cosa y
otra está la normalidad del común de los mortales.
Podemos pensar que dentro de esa “normalidad” estaría también la
inteligencia. Pero a nadie se ataca por ser ignorante, inculto, a nadie se le
dice que lea un libro para curar su incultura, a nadie se le anima a esforzarse
por saber más. Se les acusa de no tener un cuerpo perfecto, cuando lo único que
de verdad no soportan estos acosadores es que estas personas, esas niñas y
niños acosados, son diferentes a ellos, a los cuales muestran un desprecio por
su forma de ser y de entender la vida. Y esta actitud acaba convirtiéndose en
la arma que los acosadores no son capaces de soportar, el desprecio que saben
que sienten hacia ellos los que tiene unas miras más elevadas. Al no poder
competir con ellas en su terreno de la inteligencia, de la cultura, del
interés, acuden a la violencia, que es lo único que de verdad dominan, y
convierten la vida de sus víctimas en una auténtica pesadilla, en la que viven
aterrorizadas, temiendo el momento de encontrarse cada día con sus acosadores,
con los cuales no pueden luchar, ya que carecen de las armas que ellos poseen
en abundancia: estupidez y violencia. La salida, en muchos casos, el suicidio.
Esto es lo más llamativo, pero son cientos, miles, los que padecen el acoso,
arrastrándolo muchas veces desde la guardería. La sociedad educativa, pero la
sociedad en general, tiene la obligación de no mirar para otro lado. Hay que
castigar al agresor, pero sobre todo tiene que haber una labor de prevención y
educación en valores. Hay que educar en la tolerancia, por encima de todo.