Indulto de género

La ley ha de ser aplicada con rigor siempre. Esta máxima no tendría que ser abanderada o recordada; sin embargo, vivimos una época de discriminación. Se discrimina por razón del llamado género. La denominada discriminación positiva es aquella que intenta compensar al género femenino el sometimiento histórico que ha sufrido por el otro género: el masculino, claro. Este desequilibrio forzado hace que no primen la formación, la preparación, las cualidades, las aptitudes, la competencia… sino que hace que prevalezcan los atributos sexuales. Hay que olvidar la meritocracia. El esfuerzo es un valor en desuso. Las nuevas leyes educativas marcan esa línea. Parece que se trata de devaluar la educación hasta niveles inconcebibles. Tal vez el propósito sea aumentar el rebaño obediente sin criterio ni capacidad de análisis. 

Hablar de feminismo hoy en España es un riesgo (un riesgo si se contraviene la doctrina que parece imperar socialmente). Si el discurso es de disensión, agárrese los machos, nunca mejor dicho. El apelativo "machirulo" puede que sea el más suave que reciba quien ose disentir de la opinión general. Eso de "general" habría que ponerlo entre comillas porque, muy posiblemente, hay quienes callan con tal de no meterse en el jardín del "género", vaya a ser que le corten… el rosal. La libertad de expresión es una de las grandes víctimas de esta corriente opinativa social que descalifica sin miramientos a todo aquel que se opone a ella. 

La malhadada Ley Integral de Violencia de Género consolidó una discriminación hacia el género masculino. Dicha ley fue y es inconstitucional; sin embargo, el ilustre Tribunal, mangoneado por la política, dio carta de naturaleza a esta legislación que, por un mismo delito, castiga más a un hombre que a una mujer solo por el hecho de serlo.

El sesgo del género es hoy, en España, una realidad cotidiana. Antes eran las mujeres las discriminadas. Pero las tornas han cambiado. Y el revanchismo y la demagogia se han dado la mano con la llamada ideología de género. La batalla está servida. La ley debería ser imparcial y equitativa, claro que sí, pero en cuestiones de género la equidad es muy —pero que muy— delicada. Además, siempre existe la posibilidad de enmendar la plana a un tribunal si la sentencia, según el prisma gubernamental, no es adecuada. El socorrido indulto es un ardid discrecional del gobierno de turno para corregir condenas, suavizarlas o, incluso, anularlas. Ya ocurrió con el procés catalán y ahora acaba de producirse con el caso de Juana Rivas, mujer que secuestró a sus hijos y que fue condenada por ello. Dice Irene Montero, líder ideológica con ministerio inventado, que había que rebajar la pena porque era excesiva. Nada que añadir a la sesuda reflexión argumentativa. ¿El comentario y el indulto se habrían producido en el caso de llamarse Juan el condenado y tener testosterona? La respuesta es más que evidente. 

La igualdad de derechos y obligaciones es el objetivo, y no debería ser el revanchismo. No son pocas las mujeres que reniegan del feminismo frentista, recalcitrante y exacerbado, tan de moda. Cada vez son más las que levantan su voz y rechazan que la bandera de la mujer sea ondeada por estas voces públicas que se han erigido como defensoras del género. «No me representan» he oído decir en más de una ocasión. Ojalá sean cada vez más las que reivindiquen de verdad la igualdad y repudien la utilización torticera e interesada del feminismo. Una representación de ese feminismo ideologizado fue exhibido hace unos días por personajes de gran "talla" política como Yolanda Díaz, Ada Colau, Mónica Oltra, Mónica García y Fátima Hamed. Se presentaron como mujeres de izquierdas y nuevas políticas. Hablaron de ilusión, ilusión y más ilusión. Discursos vacíos de contenido porque lo que venden es imagen y, precisamente, ilusión (pero sin fondo). Una engañifa que desgraciadamente cala en muchas personas bienintencionadas que se dejan deslumbrar por el populismo insustancial. Me gustaría pensar que cada vez serán más las voces críticas que descubran la superchería de la ideología de género y dejen de dar pábulo a quienes viven de la demagogia aplicada al género.