Inutilidad perversa

22/03/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Es difícil hacerlo peor. Gobernar una nación es un trabajo de alto nivel, o debería serlo. Gobernar España era su propósito y lo consiguió con aquella palabra que tanto le gusta: la resiliencia. Lo suyo es aguantar aguaceros y temporales cual estoico. Don Pedro I alcanzó la gloria de la presidencia tan anhelada pero, seguramente, no pudo imaginar las coyunturas con las que tendría que lidiar en su mandato. Sin pandemia y sin conflicto bélico europeo la película de Sánchez también habría estado trufada de problemas, sin duda. Porque ¡anda que no hay cuestiones candentes en este trágico país aún llamado España! Pero es que las circunstancias se han empeñado en afilar las adversidades y Pedro I está quedando a la altura del betún.

No se trata de ser de izquierdas o de derechas, aunque el liberalismo se enfrente a la socialdemocracia. Sin entrar en la ideología, que cuestionaría el actual concepto de Estado —gigantesco, desmesurado, endeudado y quebrado– la gestión gubernamental de lo público es un desastre, pero la duda es… ¿Se trata de estupidez, ineptitud e incapacidad manifiestas? Es decir, ¿Sánchez es, simplemente, un patán o, detrás de su inutilidad, hay una intención perversa? Porque parece que vamos hacia una sociedad cada día más cautiva y dependiente de dinero público; ese parece ser el empeño del Gobierno liderado por Sánchez.

La guerra en el este de Europa —más bien la invasión de Ucrania por parte de Rusia— ha terminado de descojonciar la economía occidental, gracias a ese maravilloso mundo global que hemos construido. Un mundo nocivo porque nos ha hecho ser dependientes de terceros países en la cuestión energética, mire usted qué bien. Además, para exacerbar aun más esta frágil estabilidad, las sucesivas políticas, tanto de derecha como de izquierda, se han empeñado en desmontar el sector primario del país, ya sabe: la agricultura, la ganadería y la pesca. Un país con problemas de energía y un mundo rural y pesquero maltratado es un país abocado al desastre, un país que destroza buena parte de su riqueza y se queda solo con el sol y el clima como gran activo. 

La inflación ya era un problema antes del conflicto en Ucrania y no es culpa de Putin, porque el problema energético ya se había hecho patente hace meses con una carestía imparable de la luz y de los combustibles. Todos los países del entorno, que no es que sean siempre un ejemplo a seguir, ya han aplicado medidas para atenuar el impacto de la subida de precios de la energía. Pero aquí, don Pedro I se lo toma con calma. Desoye las protestas de miles de transportistas descalificándolos y se dedica a pasearse por Europa con ínfulas de gran estadista para hablar con sus homólogos y erigirse como gran gestor. Los aires que se da este señor resultan cargantes y causan sonrojo. No es el único gobernante que “cuida” su estética pública. Macron, el primer ministro francés, con el que se hace arrumacos Sánchez cada vez que lo ve, se hizo un completo reportaje fotográfico en el Elíseo con barba de varios días y sudadera mostrando con impostura su preocupación por los sucesos de Ucrania. ¡Venga ya, Macron!

Agricultores, ganaderos, pescadores y transportistas ven peligrar su subsistencia y, con razón, se manifiestan. Y el Gobierno se dedica a contemporizar, con lo que las consecuencias se agravan y se extienden. El desabastecimiento a los lineales de los supermercados ya ha llegado. Quizá haga falta que la gente —es decir, tooooodos los ciudadanos— tengan problemas para encontrar comida para que haya una contestación popular contundente y don Pedro I se avenga a dejar a un lado su perniciosa pasividad.

Pero el Gobierno tiene muchos amigos, muchos subvencionados, estómagos agradecidos que no quieren levantar la voz. ¿Cómo si no entender que los sindicatos de clase, Comisiones y UGT estén callados como puertas con la que está cayendo? Ni sindicatos ni partidos políticos debieran tener subvenciones públicas; deberían ser financiados exclusivamente por militantes y afiliados, pero no: aquí el chorreo del dinero público es enorme y la red clientelar que provoca es muy golosa para cualquier Gobierno de turno, de izquierdas o derechas, tanto da. 

La última Sanchidad —entiéndase como decisión de don Pedro I– ha tenido que ver con la política exterior. Actuando cual reyezuelo de tres al cuarto ha decidido cambiar la posición de España en relación al Sáhara Occidental y Marruecos alineándose con el tipo que gobierna con mano de hierro el territorio alauí. Al margen del fondo de la decisión y de si es acertada o no, la política exterior se ha de debatir en el Congreso, donde se supone que descansa la soberanía popular. Hasta sus propios ministros se han enterado de la cuestión por Marruecos que se ha apresurado a difundir detalles de una carta remitida al parecer por el ínclito Sánchez al rey marroquí. Pero no, Sánchez hace y deshace a su antojo como dueño del cortijo en el que parece haber convertido a España. El panorama que nos está dejando este individuo es cada día más oscuro. Se nos está quedando un país para salir corriendo. Una lástima.

Advertisement

Xerezmania Producciones S.L. ha sido beneficiaria del Fondo Europeo de Desarrollo Regional cuyo Objetivo es mejorar el uso y la calidad de las tecnologías de la información y de las comunicaciones y el acceso a las mismas y gracias al que ha implementado: Desarrollo de app móvil para la mejora de competitividad y productividad de la empresa. Esta acción ha tenido lugar durante 2018. Para ello ha contado con el apoyo del programa TICCámaras de la Cámara de Comercio de Jerez