Jaque mate

05/05/21 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Hoy toca resaca de la farra democrática. Tres de cada cuatro electores hicieron cola ayer en Madrid —algunos durante bastante tiempo— para ejercer el preciado derecho de votar. Ni la pandemia —ni siquiera la primavera: el día fue espléndido e invitaba a tomar el sol, aunque fuera laborable— evitó la masiva participación ciudadana en los comicios convocados de urgencia por la nueva dama del centro derecha. Su decisión enérgica y estratégica ha sido un jaque mate sin paliativos. La reina del tablero madrileño ha hecho un movimiento magistral dejando a la izquierda descolocada y desdibujada. Los titulares mediáticos, incluso en los rotativos escorados a la izquierda, son unánimes: «Ayuso arrasa en Madrid», dice El País; «Ayuso noquea a Sánchez y acaba con la carrera de Iglesias», titula El Mundo; «Madrid tumba a la izquierda», reza ABC. Y así todos. Lógico. Casi la mitad de los votos emitidos fueron azules, fueron para la reina.

Bien. La llamada fiesta de la democracia tuvo este 4 de mayo un episodio —como se presumía– entretenido e interesante. El juego en liza afecta a todos los ciudadanos, incluso a los que, como yo, denostamos a la clase política actual asentada en un régimen de partidos. Tenemos un sistema electoral basado en la partidocracia, y dicho sistema tiene muchos vicios por su propia naturaleza; pero al margen de esta crítica, legítima y fundamentada, tenemos lo que tenemos y estos mimbres son los que "disfrutamos".

Los ciudadanos atendieron la llamada masivamente. Y "habló la mayoría" que era lo que pedía la formación morada en su eslogan de campaña, esa que ha perdido ya a su moño visible. Y esa mayoría respaldó una forma de gestionar la crisis sanitaria, social y económica que atravesamos desde hace más de un año. Ayuso se ha erigido como un bastión contra las directrices del Gobierno Central durante la pandemia, en el adalid de los liberales. Ha hecho las cosas de otra manera, ha conciliado economía y salud en una crisis insólita como la actual, levantó un hospital de campaña en un pabellón de feria como IFEMA y luego, en tiempo récord, impulsó la creación de una infraestructura: el Hospital Zendal, desahogando así la presión sanitaria en la Comunidad. Mucha gente de todo tipo y condición vitorea hoy a Ayuso por todo eso. ¿Cuántos del sector de la restauración la habrán votado por dejarles sobrevivir permitiendo la apertura? Buena pregunta. Sin duda, muchísimos.

Hacer lecturas más allá del circuito madrileño es aventurado y precipitado, como ya se han apresurado a concluir los grandes perdedores socialistas. Como dijo el inefable Ábalos: «los resultados no son extrapolables». En el estrépito del fracaso no aparecieron ni Lastras, ni Marotos ni Sánchez, por supuesto. Cuando se gana, ganamos todos; cuando se pierde, pierde el señor serio (que daba realmente pena desterrado en un hotel madrileño y hablando en su letanía habitual, huérfana de carisma). Un político sin carisma es como un jardín sin flores. 

El éxito de Ayuso es, sobre todo, de Ayuso y, aunque el amigo Casado se arrimara a la triunfadora de la noche para chupar cámara, su liderazgo sigue siendo frágil, como lo era antes. Por cierto, nadie criticaba la aglomeración de público en la calle Génova, sede del PP, y los abrazos a discreción de los triunfadores, y los cánticos y los gritos de los fans. ¡Ah, claro, que el virus ataca a partir de las once de la noche! … así que los que jaleaban y se abrazaban pueden estar tranquilos. ¡Uf, qué alivio! Manda narices.

El jaque mate madrileño de Ayuso es también, sin duda, un mensaje explícito y meridiano para Sánchez y sus acólitos. Es una advertencia sobre la deriva de fondo en la que España está inmersa desde la llegada de su "excelencia" al poder. Pero la memoria es frágil y las generales no están en el horizonte cercano, así que «todavía hay partido, Pedro», seguro que le ha dicho al oído la pasada noche Iván Redondo a nuestro querido presidente.

Las encuestas acertaron, salvo las del faltón Tezanos, con sueldo público de unos 90 mil euros para mayor escarnio. Es vergonzoso que el Gobierno haya convertido el CIS en una institución torticera al servicio de Moncloa y que su responsable sea, además, un tipo irrespetuoso. La altura intelectual de este señor sí que es tabernaria. Y sí, los sondeos acertaron de pleno también con la debacle de Ciudadanos, convertido ya en una caricatura de lo que fue gracias, primero, a Rivera, que comenzó a cavar la tumba y, después, por culpa de Arrimadas, empeñada en escribir el epitafio desde la dimisión de su antecesor. No se puede hacer peor, querida Inés. Hace meses que debiste volver a casa. 

El que se marcha «como chivo expiatorio», según él, es Pablo Iglesias Turrión. El mesías de la izquierda, el salvador de los oprimidos —haciendo gala del victivismo que siempre había criticado— se apresuró a anunciar su "evasión en la granja". Algún diario ya lo advertía antes de las elecciones. El amigo se ha agotado. Y ha captado, por fin, el mensaje. Un cariacontencido Iglesias proclamaba que el resultado era una "tragedia" para la sociedad madrileña. También Bal, de Ciudadanos, hablaba en parecidos términos. Y la candidata de Más Madrid, la médica y madre, reivindicaba la idoneidad de su proyecto y su equipo. Dijo que eran los mejores. Me carga que estos perdedores descalifiquen a todos los que no les han votado. Señores, lo que deben es asumir desde el respeto la decisión democrática. Con un humilde «seguiremos intentando ilusionar y convencer» estaría bien. Basta de desdeñar a quien no te respalda. Entre la izquierda aparece una nueva figura —la tal García— y se desintegra esa creación mediática que fue Iglesias. La televisión le encumbró, el 15 M le entronizó, y su mala cabeza le hundió. La figura política de Iglesias se ha ido empequeñeciendo con el paso del tiempo. Su discurso, beligerante y crispado, y sus incongruencias tienen mucho que ver. Creo que pocos le echarán de menos. 

Las elecciones ya son historia. Y la vida continúa. Y los ciudadanos seguiremos a lo nuestro, a luchar con dignidad por salir adelante. Solo pedimos que la política y los políticos no nos lo pongan más difícil. Enhorabuena para los triunfadores, sí, pero ahora ¡a trabajar!

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