Juan Félix Bellido, el maestro de una llave que abre puertas infinitas

- ¿Quién es Juan Félix Bellido?

- Esta persona que está aquí hablando contigo.

Además de eso es escritor, periodista, editor y traductor, entre otras muchas cosas. Periodista por vocación, formación y ejercicio, Juan Félix Bellido es un enamorado de la historia que, como buen periodista y editor, intenta hacer llegar el mensaje a los lectores de la forma más rápida y eficaz posible. En definitiva, el propio Juan Félix Bellido resume: “Si me dices ¿Quién es Juan Félix? Pues un comunicador que trata de comunicar. ¿A través de qué medio? Pues con un artículo, un libro, el estudio de una historia, de una fuente, de lo que sea”.

Es presidente del Centro de Estudios Históricos de Jerez. Duda. No está seguro de tener toda la verdad consigo. Se considera un librepensador desde el inicio. Quizás la frase que mejor lo pueda definir, sin ponerle corsé alguno, es una pronunciada muy a menudo en francés: “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même”. Dejar hacer y dejar pasar, el mundo va solo. Eso sí, como escribía en uno de sus artículos: “Quien se preña con heno parirá paja”.

“El lector debe leer lo que le dé la gana. Lo importante es que lea. Si quiere leer una estupidez, allá él”, reflexiona sobre el mercado editorial. Se habla de la dificultad para llegar al lector: “La industria se ha montado de una forma que está destinada a vender mucho. Como los demás medios de comunicación. Tú ves lo que vende y lo que no vende. Tú dices: ¿A qué se debe esta tontería que estoy escuchando? Pues porque se vende.

¿Qué hace el empresario? Poner muchas tonterías, porque vende más. N importa que sea bueno o sea malo, si me da dinero todo vale. Y yo creo que el editor está también en todo su derecho. No sé cómo decírtelo. Pero no es un buen momento porque es un momento de tránsito. Antes para acceder al conocimiento la gente tenía los libros. Ahora tiene otros medios. Entonces, hasta que no se ajuste eso, es difícil. Porque las generaciones más jóvenes están acostumbradas a leer en el móvil, en la Tablet, en el ordenador… No en el papel. Entonces, ahora estamos a medio camino. Están los románticos del papel, los rupturistas del papel, pero ahora hay que encajar eso”.

Lo dice Juan Félix Bellido, autor de ‘Historia de una llave’, que inició su discurso de entrada como numerario a la Real Academia de San Dionisio, de Artes, Ciencias y Letras con una frase de Mario Benedetti: “Quiero quedarme en medio de los libros, en elos he aprendido a dar mis pasos, a convivir con mañas y soplidos vitales, a comprender lo que crearon otros y a ser por fin este poco que soy”. No en vano, tiene una treintena de ‘llaves’ publicadas.

Según ha escrito Bellido, “el libro es una llave que abre infinitas puertas”.

- ¿Pero es verdad todo lo que contienen los libros?

- ¿Es verdad todo lo que dicen los periódicos? Lo que es importante es que haya muchos libros, muchos periódicos, muchos medios de comunicación para que tú, conociéndolo todo, te quedes con lo que crees conveniente. Lo importante es que me dejes elegir y discernir. Me informo de aquí, de ahí y de allí y saco mis conclusiones. Eso es lo importante.

La eterna duda; el infinito pensamiento. Parece buscarle tres pies al gato en cualquier lugar. No le da miedo pensar, aunque elegir le cuesta más.

- Treinta libros publicados. ¿Papel o e-book?

- Pensamiento, escritor, cultura y narración. Sea en el medio que sea. Si tú le preguntas a la historia: ¿Qué es mejor el pergamino o el papel o las paredes de los templos egipcios o las tablillas de arcilla de Mesopotamia? ¿Qué es mejor? Cada tiempo ha tenido su soporte. El mejor soporte es al que la gente pueda tener acceso. Lo importante es que esté el creador y el lector para que pueda acceder a ese conocimiento.

Pero, con tanta libertad, el abuso está en la mano de cualquiera. Quizás aquí llegue la contestación a la duda, al pensamiento, al darle más de 20 vueltas a todo lo que entra en su mente. Elegir conlleva una responsabilidad y Juan Félix lo sabe. Ha sido periodista y editor y sabe que cada cual maneja sus armas de maquillaje.

- ¿Tienen periodista y editor una responsabilidad?

- El editor tiene una responsabilidad, pero el periodista no, porque no tiene la posibilidad de elegir. Porque elegiría entre morirme de hambre y no morirme de hambre. Yo al periodista no le doy la responsabilidad, porque si él pudiera decidir lo haría libremente. Pero es el editor del periódico, el dueño del medio de comunicación, el que decide.

- Me estás diciendo que nuestros compañeros y yo escribimos al dictado.

- No, pero tenemos nuestros límites.

- Eso es escribir un dictado.

- Tenemos nuestros límites. O bien eliges escribir en tu blog u otros medios de expresión que no llegas a tantos y tienes que vivir más modestamente.

- ¿Eso es justo?

- Es lo que hay.

Ante este panorama de justicia y límites, la conversación pasa del periodismo a las reglas para subir un escalón polémico. “No es verdad cuando uno dice que no le gustan las reglas. ¿Ninguna? No es verdad, porque nosotros mismos nos ponemos reglas en nuestra vida. Esto lo quiero y esto no lo quiero. Nosotros nos ponemos reglas”, dice Juan Félix, que culmina su reflexión con una afirmación mucho más tajante: “Yo no soy anarquista y considero que ellos tampoco lo son”.

La conversación, también entrevista, se torna a cada paso más interesante, sobrando cualquier explicación para definir a un maestro de las letras y el pensamiento.

- ¿Y, entonces, qué te consideras?

- ¿Yo? Un librepensador. Yo no creo en la izquierda ni en la derecha. Hay cosas que benefician a la sociedad y otras que no. Lo siento, pero no soy del Real Madrid y soy del Barça, y me gusta ver un buen partido de fútbol. Ahora, no me pelearía con otro por mi equipo.

- ¿Se puede pensar y que te guste el fútbol? Dicen que es el opio del pueblo.

- Pero es que ahora todo es entretenimiento. Todo es espectáculo. Te puede gustar un deporte y ser inteligente. Ahora, no puedo considerar que lo que se le paga a este es justo y puedo decirlo. Ni que se pegue un tío con otro por un equipo de fútbol. Ni que sea de tal partido. Basta calcularlo todo con inteligencia y sopesarlo todo, manteniendo la independencia de tu pensamiento.

- Para eso hace falta leer.

- Entre otras cosas.

- ¿El problema es que leemos mucho y pensamos poco? Al fin y al cabo, en realidad estamos todo el día leyendo.

- Bueno, pero ayuda a pensar. Uno tiene que confrontarse con lo que lee. Si te hartas de berza acabas con el estómago hecho polvo.

- ¿Debemos leer solo a los nuestros?

- Debemos dialogar.

Como cada libro, todo tiene fin, también la charla. Continuará por otros derroteros más adelante, pero de momento las respuestas dejan siempre un escape para el que piense distinto. La flexibilidad de Juan Félix contrasta con aquellos que piensan que la verdad solo tiene un camino. Aquellos que no evolucionan por pensar que las cosas se hacen 'como toda la vida de Dios'. "Dios debe ser joven entonces", dijo el numerario en una conversación anterior. Libertad parece ser la palabra que mejor le define.

- Pareces muy relativista.

- No. Yo creo que hay que dialogar. ¿Por qué lo que yo pienso va a ser la única verdad del mundo? ¿Por qué? ¿Por qué no puedes tener tú razón en algo? Si yo no te escucho no puedo saber quién tiene razón. Puedes incluso modificar mi pensamiento, porque lo mismo tienes razón y yo estaba equivocado. Nosotros hemos abandonado las bases de una democracia auténtica.

Lo dijo antes: es futbolero y del Barça. Sabe que todo partido termina cuando el árbitro decreta el final. Además, no le gustan los libros que asustan al lector, cuanto menos le gustarán las entrevistas que lo hacen. Ya está bien, última pregunta -aunque habrá descuento-:

- ¿Cómo sería para ti el mundo perfecto?

Silencio. Es muy difícil definir esto. Más dialogante, menos intransigente, mucho más abierto y donde la vida de todo hombre, absolutamente todo, tuviese valor. Y donde el ombligo del mundo no fuese yo.

- ¿Sino?

- ¿Por qué tiene que tener ombligo el mundo? Todos somos ombligos del mundo.

- Entonces tú también eres ombligo del mundo.

- Bueno, pero si me miro siempre mi ombligo no sé si tú también tienes ombligo o no.