Julia Navarro frente a
Julia Navarro. Cara a cara. El habitual registro de sus novelas históricas contra el cambio de temática y contexto de su último trabajo.
Historia de un canalla (
Plaza & Janés) como un antes y un después. Una historia que nada tiene que ver con las anteriores novelas de la autora madrileña. Y esto puede llevar a cierta decepción en los lectores que esperaban encontrarse con la
Julia de
La hermandad de la Sábana Santa, o la
Navarro de
Dime quién soy o
Dispara, yo ya estoy muerto.
Salirse de esa fortaleza de novela de recorrido histórico, con relatos conectados entre el pasado y el presente, conlleva sus pros y sus contras.
Historia de un canalla se sale por completo de esas historias anteriores de una autora que en esta ocasión nos ofrece la radiografía de un sociópata, un
Maquiavelo del mundo actual.
A los lectores habituales de la autora que no esperaban tal vez una novela de este corte, tal vez les haya costado algo más encajar el cambio de registro. Pero en esa evolución hacia esta historia de los tiempos de hoy,
Julia Navarro ha podido encontrarse también con otro tipo de lectores que busquen narraciones de un corte diferente a las históricas. Este trabajo es más psicológico que histórico, más de reflexión interior que de acción y consecuencias. El siglo XXI es el que se encarga de ponerle marco temporal a Nueva York, ciudad que aparece como escenario de los acontecimientos.
Thomas Spencer es el malvado protagonista, el canalla de la historia, un tipo sin remordimientos que no se arrepiente de todo el mal que genera. Un manipulador que no empatiza ni con su propia familia. Un personaje muy distinto a esa Amelia Garayoa que recorrió la España de la Guerra Civil y la Europa de la Segunda Guerra Mundial en
Dime quién soy.
Historia de un canalla no tiene nada que ver con esas historias de espionajes, enigmas históricos y religiosos como los narrados en
La hermandad de la Sábana Santa, ni guarda parecido alguno con los temas tratados, como el conflicto histórico de Palestina, en
Dispara, yo ya estoy muerto. Spencer es totalmente diferente a esa Clara Tannenberg que protagoniza la gran aventura de
La Biblia de barro.
Si el lector no logra graduar su lectura en función al cambio de registro total, tal vez no logre apreciar lo suficiente el último trabajo de
Julia Navarro. La novela hay que analizarla desde una perspectiva diferente, leyendo con pausa y sin bucear en las novelas anteriores de la autora. Puede que en algunos momentos la lectura sea más densa de la habitual, pero también hay que considerar que estamos ante una historia con otro ritmo y otras circunstancias. Un relato actual dividido en cuatro etapas: infancia, juventud, madurez y declive. Y un epílogo que lleva por título
Un año después.
Política, periodismo y publicidad también aparecen representados en este thriller complejo, diferente y centrado en ese perfil canalla de Thomas Spencer.