La Justicia se suele representar como una mujer joven y bella, con los
ojos cubiertos por una venda, que sujeta con su mano diestra una espada en
alto, en tanto que con la otra mano sujeta una balanza. El iconólogo cesare
Ripa, en el 1603 nos da las razones de esta alegoría. Alude a que esta es la
justicia que han de impartir el Juez, el cual ha de ser un hombre (en aquel
momento no había juezas) sin mancha, enteramente limpio de propios y
particulares intereses, ni por cualquier otra pasión que le deba deformar su
visión, todo lo cual viene indicado por la venda sobre los ojos. La espada en
alto significa que la Justicia no debe plegarse ni inclinarse hacia ninguno de
sus lados, ni por amistad ni por odio que se tenga hacia cualquier persona. La
balanza marca las pautas que debe regir todas las acciones del juez.
He tomado la cita de un libro de emblemas escrito por un humanista, que
vivió a fines del siglo XVI y principios del XVII, pero esta iconografía de la
Justicia es la que todos conocemos, la que todos y todas creemos que debe ser.
Sin embargo, cada vez con más insistencia, los hechos acaecidos en España se
esfuerzan en demostrarnos, con las sucesivas sentencias dictadas por los
jueces, que este ideal de Justicia no se cumple. El caso más reciente y también
el más sangrante es la sentencia de la Audiencia de Mallorca sobre el caso
Noos. Es evidente que la sentencia ha sido tal como todo el mundo temía y que
sin embargo no nos creíamos que se atrevieran a hacerlo de manera tan burda y
descarada, que hasta los propios medios judiciales se sienten escandalizados, y
que no impongan, ni tan siquiera,
medidas cautelares.
La pregunta que todo el mundo se hace es si esa sentencia sería la misma
si no estuvieran involucradas personas vinculadas a la Casa Real. La respuesta
es tajantemente: no. La justicia, que tan dura es con los casos de desahucio,
de libertad de expresión, y tantos otros ejemplos que podríamos poner, ahora
vemos como se pliega a las exigencias, de ciertos poderes políticos que tratan
de defender a toda costa la institución monárquica. Y creo, sinceramente, que
flaco favor se están haciendo, porque una de las características de la democracia
es la separación de poderes, y la independencia de la Justicia. Si con estas
sentencias se están socavando los principios básicos de la democracia, nos
están demostrando que la institución monárquica no puede coexistir con algo tan
denodadamente buscado por el pueblos español como es la democracia. Estas
sentencias, que siguen el dictado, que acatan unas órdenes muy estrictas y
tajantes dadas para proteger una institución, lo que realmente están
contribuyendo es a dinamitarla.
Ninguna institución que quiera convivir con una democracia puede hacer
nada que intente socavarla. Si la monarquía realmente quiere ser intocable, y
volver de nuevo a los postulados de la monarquía absoluta, en donde la palabra del rey es ley, creo que es
el momento de cuestionarnos si esta institución tiene cabida entre nosotros.
¿No sería el momento de someter la monarquía a referéndum? En estos momentos
creo que esta institución carece de la legitimidad necesaria, y su gestión tiene
una muy difícil justificación.
Creo que todo tiene un límite, y el tiempo de la indignación creo que ha
llegado. El pueblo merece un respeto.