La ambición de los mediocres

21/02/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

El espectáculo de la política en España da mucho juego siempre. El episodio suicida del Partido Popular marca estos días el entretenimiento de los medios de comunicación, encantados de debatir sesudamente sobre buenos y malos, sobre quién gana y quién pierde, sobre quién es el gañán y quién el héroe. La autoridad, el liderazgo y el carisma o, mejor dicho, la falta de estas virtudes es el comienzo de esta negra historia. Pablo Casado nunca reunió cualidades para encabezar un proyecto político y una alternativa de Gobierno. Su elección como presidente del partido fue un gran error. 

En la reciente historia de España, el bipartidismo ha sido el caballo ganador. Los dos grandes partidos son dos caras de la misma moneda porque aplican la misma política con pequeños matices diferenciales, sobre todo en el aspecto económico, lo que no es poca cosa, no obstante. Lo que los socialistas destrozan económicamente luego lo enmiendan —aunque sea de forma leve— los populares. Pero el marco ideológico es, prácticamente, calcado. El Partido Popular, entre otras muchas cosas, comparte Ley de Memoria Histórica sesgada y Ley Integral de Violencia de Género discriminatoria. Mismo perro con distinto collar. Los cambios estructurales que necesita España no los van a aplicar ni PSOE ni PP, tal y como son hoy estos partidos nacionales con su actual composición. 

Casado algún día imaginó que tras lograr la hazaña de liderar el PP también llegaría a presidente del Gobierno, que sería cuestión de tiempo, cosas de la alternancia entre socialistas y populares. ¿Un mediocre con ambiciones puede llegar a semejante lugar? Pues sí. Sin duda. Esa desgracia es posible. Pero a Casado le salió un grano en el trasero al elegir a una mujer, Díaz Ayuso, como candidata a la Comunidad de Madrid. Pensó que eran unos comicios perdidos pero, sorprendentemente, la muchacha se hizo con la presidencia de la Comunidad. Y luego llegó la pandemia donde la gestión en Madrid puso a prueba el liderazgo de Ayuso: un examen que aprobó con nota, de ahí que triunfase tras convocar elecciones anticipadas. La insulsa, anodina y desconocida Ayuso se convirtió, así, en dama de la libertad, estrella popular en auge jaleada por la gente y aplaudida en las plazas. Casado y su guardia pretoriana asisten con gran preocupación al nacimiento de la estrella, cada día más rutilante. El juguetito al que dieron cuerda para que anduviese un rato se descontrolaba y amenazaba con salirse del recreo y jugar por libre. Ayuso, además, se buscó a un asesor, un tal Miguel Ángel Rodríguez, quien fuera portavoz del Gobierno de Aznar, un viejo zorro que se las sabe todas y que se mueve a la perfección en la putrefacción de la política. Desde que el conocido como MAR guía los pasos de Ayuso, esta no ha hecho más que mejorar su imagen y ganar favor popular.

El origen del desaguisado del PP hay que buscarlo en la lucha por el poder, por el liderazgo, por el dominio. Casado quiso tumbar a la ambición morena y se ha caído con todo el equipo. Su comparecencia acusatoria en una emisora de radio le dejó en evidencia. Su sospecha nace con la filtración ilegal de datos fiscales y bancarios del hermano de Ayuso, un hecho que deja a Casado con el culo al aire. ¿Cómo vas a utilizar datos obtenidos de forma ilegal? Lo que debió hacer, de inmediato, fue denunciar el hecho y no utilizarlo para chantajear a Ayuso y pretender achantarla en su potencial ambición. Su intervención mediática fue un estropicio sin parangón.

El señalamiento sospechoso a Ayuso ha provocado la reacción de la cuadrilla situada en la oposición que ya se ha apresurado a judicializar el asunto. «A ver si con suerte— pensarán— la corruptela es cierta y la dama de la libertad cae en desgracia». La verdad es que debería auditarse no ya el contrato vinculado al hermano de Ayuso, sino todos y cada uno de los contratos públicos que en este país se otorgan sin concurso. El dinero público regado por las Administraciones en aras de la urgencia habrá sido, en muchos casos, una merienda de negros. Así que, a investigar y que la transparencia revele cuánto tráfico de influencias se ha manejado en tiempos del COVID-19. 

Habrá que ver si Ayuso sale indemne del envite. En cualquier caso, la implosión del Partido Popular es ya una constatación. Casado y su grupo de acólitos han provocado una reacción en cadena sin remisión. Pero la mayor responsabilidad, sin duda, es la suya. Ha fallado estrepitosamente como líder (a decir verdad, nunca se ha acercado a esa posición de liderazgo y carisma). Su mediocridad le ha llevado a estar donde está ahora: en la nada. Se resistirá como gato panza arriba, arañará y maullará. Pero su caída es inexorable. Su tiempo ya es concluso. Si tuviera dignidad convocaría de manera urgente un congreso extraordinario para revalidar su liderazgo ofreciendo argumentos y rivalizando con otros candidatos a la presidencia del partido. Pero no creo que lo haga, sino que se va a aferrar a su sillón porque es lo único que tiene. Y porque él no piensa en los intereses del partido, los intereses generales o el bien común, sino que piensa en sus intereses personales y su bien particular. Casado ya es historia política de España. Y es que a veces, la ambición de los mediocres se frustra. Y menos mal.

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