La anormalidad

Lo normal es aquello que sigue la norma. Es lo habitual, lo común, lo cotidiano. Eso que está dentro de las reglas del día a día. Todo lo que no sea normal, es anormal, excepcional o extraordinario. Al menos, eso era antes de que el Gobierno de España inventase el tan flamante como aterrador término "nueva normalidad".

¿Qué es eso? ¿Qué es una "nueva" normalidad? Si algo es nuevo, no puede ser normal. Si es una vuelta a la normalidad, no puede ser distinta a la que ya conocíamos; es por eso que al menos han tenido la decencia de llamar "transición" a este proceso de desescalada hacia lo desconocido.

Si no quieren Pedro Sánchez y sus secuaces que volvamos a vivir con normalidad, que lo digan claro. Que salga el exbaloncestista amateur en pantalla en su 'Aló, Presidente' y que, mirando a cámara compungido mientras cierra los puños sobre la mesa, diga: "Queridos españoles y españolas, olvídense de la vida de mierda que ya tenían, me he encargado de prepararles una que es aún más chunga". Muchos agradeceríamos esa sinceridad.

Lo que el presidente del Gobierno quiere decirnos con su "transición hacia una nueva normalidad", en cristiano significa "viaje a donde yo diga". Será un camino hacia el momento y lugar determinados que él decida, con unas circunstancias marcadas que él mismo está eligiendo. Con fases cambiantes y titubeos varios. Con las libertades, la economía y el ocio supeditadas a sus antojos y deseos, de los que ya hemos podido comprobar que no debemos fiarnos demasiado.

Una realidad diferente, sin duda peor, con la excusa de que quiere salvarnos como buen héroe, después de armarse un desaguisado del que habrá que dilucidar hasta qué punto él tiene parte de responsabilidad –que, sin duda, en alguna medida la tiene–.

Así que dinos la verdad, Pedro. Míranos con tus seductores ojos, haz que desviemos la vista de tu colorida corbata y haznos oír lo que corresponde. Cuéntanos que nos vas a librar de esta "guerra", pero confiesa que vamos de tu mano hacia la anormalidad.