La Caja de Pandora, ¿o era de Eva?

La época del Renacimiento, en la cual se vuelve la mirada hacia la cultura clásica, supone un redescubrimiento de los mitos clásicos, aunque desde una nueva óptica, procurando encajarlos, a modo de alegorías y ejemplos, dentro de la ortodoxia de la doctrina cristiana. Es en este contexto que en el marco de las ornamentaciones arquitectónicas del Renacimiento, en el caso de Jerez, muy rico y de gran profundidad humanística, suelen aparecer frecuentemente diversos mitos clásicos, enmarcándolos dentro de lo que podríamos denominar programas morales, advirtiendo al espectador, (a una élite culta que supiera verlo y entenderlo) sobre los peligros del mundo para la salvación de su alma.

En el ventanal esquinado del palacio de Ponce de León, en un programa iconográfico de gran profundidad conceptual, en el que se juega con la idea de Vánitas, (VANITAS VANITATUM UM ET OMNIA VANITAS- Vanidad de vanidades y todo vanidad) y de la muerte (OMNIA PRAETEREUNT PRAETER AMARE DEUM- Todo pasa excepto el amar a Dios) En un contexto en que se tiene en cuenta la configuración urbanística del palacio, jugando con el espacio abierto de la plaza y el estrecho tránsito de la calle, se hace referencia al concepto de pecado, mediante el mito de Proserpina y de Plutón. La avaricia y la lujuria, a la que el joven Ponce de León renuncia, al mismo tiempo que a todos los bienes materiales y los honores. (Advirtamos la contradicción del propósito en un contexto de una construcción palaciega y de embellecimiento de la fachada.

El discurso del programa iconográfico remata en el análisis del por qué de la muerte, el por qué del pecado, y el por qué de la naturaleza humana. En la parte superior se aprecia claramente como de una urna entreabierta escapan todos los males, comenzando por la idea de la muerte. Es el castigo de los dioses a Prometeo, por el robo del fuego, engañando a los habitantes del Olimpo en su aparentemente inocente visita. El castigo, del cual es advertido Prometeo, que se niega a aceptarlo, viene en forma de regalo,  la mujer, Pandora, que trae con ella el ánfora, portadora de todos los males (y bienes) Epimeteo, aunque advertido por su hermano, acepta el regalo, destapando la urna, en la que tan sólo permanece en el interior la Esperanza, lo único que resta a la humanidad.

Trasponiendo la idea a la idea bíblica, es también la mujer, Eva, la causante de todos los males de la humanidad, por su desobediencia, al comer del árbol de la sabiduría, de la Ciencia del Bien y del Mal. En ambos casos el ser humano quiere ser como Dios, en ambos casos es castigado. Y en ambos casos  el castigo viene por medio de la mujer. Pero en ambos casos esta mujer, objeto de la maldición divina, es la que ha buscado la sabiduría, la que ha buscado el conocimiento, cosa que no puede permitir Dios, único poseedor y detentador del conocimiento universal.

Esta idea de castigo, de maldición, de causante de todos los males es la que ha quedado en la sociedad patriarcal  en la que vivimos: Mujer tenías que ser. Sí. Mujer tenía que ser la que buscó la sabiduría. Mujer tenía que ser la rebelde. Mujer tenía que ser la libre e independiente. Mujer tenía que ser lo que no quiso ser el hombre.

El estigma del pecado, de la desobediencia, de la maldición, de la perdición ha perdurado y ha calado en el espíritu del hombre, que no soporta como la mujer, esa mujer que fue creada de su costilla, puede ser libre y buscar su independencia. No es que quiera decir que la violencia machista  a la que asistimos todos los días, con una cadencia monótona y cruel, este causado únicamente por el relato mítico de la Biblia o de la cultura clásica, pero sí es cierto, que esa mentalidad de que la mujer es un ser inferior, una eterna inmadura que hay que controlar, ha calado profundamente en una mentalidad patriarcal, muy difícil de erradicar. La violencia es tan sólo el signo de debilidad del hombre, de su debilidad y miedo ante la igualdad.

Y no lo olvidemos, en la Caja de Pandora, aún queda la Esperanza. Esperanza en un mundo igualitario, sin culpables, en Libertad.