La España del esperpento fue destapada por este literato, Ramón María del Valle Inclán. Él retrató, con afilada pluma, una España grotesca y creó un género literario en sí mismo, el esperpento. El término ya existía, pero el escritor le dio una nueva dimensión con su creación literaria. Si buscamos la definición de la expresión, la RAE en su primera acepción dice que "esperpento" es "persona, cosa o situación grotescas o estrafalarias". Y no me diga que la película de los comisionistas de cuello blanco recientemente destapada no cumple los requisitos para figurar en la categoría de esperpento. Habrá que esperar al desenlace judicial, pero parecen pintar bastos para el estirado Luis Medina, marqués de Villalba, e hijo de la señora de la Jet, Naty Abascal y del ya fallecido, duque de feria, un tipo de infausto recuerdo que fue condenado a 18 años de prisión por secuestro, corrupción de menores y tráfico de drogas.
Este cachorro de la aristocracia patria fue criado entre algodones y creció en su burbuja elitista rodeado de otros cachorros que, como él, tuvieron la fortuna de nacer en cunas de alcurnia y rancio abolengo. Parece que el tipo tiene buena planta, pero poco más. Sus quehaceres empresariales no le han rentado y se cuentan por fracasos, pero la pandemia, la malhadada pandemia, supuso una oportunidad para quienes se mueven en las esferas del poder y tienen amistades influyentes. Resulta que Luis Medina tiene un primo que según parece hizo honor al parentesco y actuó como tal, como verdadero "primo". Un primo de Martínez Almeida, el ilustre alcalde de Madrid, propició el contacto de Medina con el Ayuntamiento capitalino en un momento crítico en el que la emergencia sanitaria era extraordinaria. Lo urgente se convierte en perentorio y el control de los procesos de compra de la administración pública se relaja, se diluye hasta posiblemente desaparecer. De esa circunstancia, presuntamente se aprovecharon los listillos de Luis Medina y su amigo Alberto Luceño, otro lumbreras desconocido hasta la fecha, pero al que le gusta mucho el dinero y gastarlo en lujos y excesos que resultan indecentes para cualquier hijo de vecino honrado que se levanta cada día bien temprano a trabajar por un sueldo de apenas mil euros.
Ambos hábiles individuos se embolsaron unas comisiones por la venta de mascarillas y material sanitario al Ayuntamiento de Madrid. El supuesto proveedor desde Malasia habría sido un tal San Chin Choon, nombre que invita a cachondeo. El gobierno malayo ya ha dado con él y por lo que se ve el tipo no está dispuesto a colaborar con la Justicia española para aclarar los pormenores del acuerdo con Medina y Luceño. Se habla de que estos dos se embolsaron seis millones de euros como comisión por unas compras de casi 12 millones, un porcentaje insultante para cualquier comercial que se precie. Todo apunta a que duplicaron el precio de la mercancía para obtener un margen enorme.
Como medidas cautelares a Luis Medina le han embargado un yate y unos bonos bancarios, todo valorado en unos 700.000 euros. En cash, en dinero contante y sonante, el muchacho curiosamente solo cuenta con poco más de 240 euros en su cuenta corriente. El tal Luceño se ha gastado los cuartos en coches de lujo, pisos en zonas exclusivas, relojes y demás zarandajas que tanto gustan a los pijos. Habrá que desmadejar bien todo lo que urdieron estas dos águilas para embolsarse semejante barbaridad de dinero, ese es un trabajo del juez que investiga el caso y que ya ha interrogado a los dos interfectos. Habrá que dilucidar si hay delito de estafa, tráfico de influencias, falsedad documental o algún tipo de ilegalidad.
La comparecencia judicial ha trascendido y se puede escuchar al juez interpelando a los tipos de forma bastante directa y hasta con retranca, se podría decir. Según Luis Medina, él es un bróker de carne y materias primas. En fin, veremos cómo actúa la Justicia y cómo acaban los protagonistas de este grotesco esperpento español. Ay, si Valle Inclán levantara la cabeza…
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