La 'oscuridad' del luminoso

09/05/14 +Jerez Juan Ignacio López

Acabo de pasar un mal rato. No puedo decir otra cosa. Y lo digo como jerezano. Sobre todo eso, como jerezano.

El esperado regreso del histórico luminoso de Tío Pepe a la madrileña Puerta del Sol, acontecimiento que ha congregado a miles de personas en la céntrica plaza de la capital, me ha dejado un sabor agridulce.

Llegué a Sol antes de la hora anunciada, las 21,30 horas. Lo primero que me sorprendió fue, aparte de la evidente concentración de turistas y curiosos, la pronunciada presencia policial: al menos una decena de furgones. Por un momento he pensado que, a la cita, acudiría algún representante del Gobierno Central o la mismísima alcaldesa Ana Botella, que sí estuvo.

Me ha podido más el ansia de ser testigo de cómo todo un símbolo de mi tierra volvía a ocupar un lugar de privilegio junto al kilómetro cero de España. Quería verlo, en primera fila, para después volver a casa y brindar con una copa de nuestro Fino más internacional, por su regreso, en este caso, frente al reloj que, cada año, orquesta la ingesta simultánea de las doce uvas.

Pero, a medida que me aproximaba al centro de la plaza, mi sorpresa era mayor. Un cuadrilátero, cercado por vallas, custodiaba un botón enorme, en color rojo. Por un momento pensé que era domingo de alumbrado en el Hontoria. Pero no, estaba en Sol, en Madrid. Y ese botón, para encender el histórico neón.

De todos es sabido que la Puerta del Sol es emplazamiento turístico y de obligada visita en la capital del reino. A su vez, el hipotético origen de las carreteras españolas se ha convertido desde los inicios de la crisis en escenario de protestas. La creciente falta de credibilidad hacia la clase política, los escándalos y ‘pelotazos’ de personajes e instituciones que, hasta hace poco, eran gente respetada y, sobre todo, adinerada, además del evidente deterioro del estado del bienestar, han motivado que en Sol haya manifestaciones y protestas a diario.

Pero, desde mi visión como ciudadano, jerezano y español, esto no justifica que haya que cargar contra cualquier acto de otra índole que allí se desarrolle. Ni lo merecen los hombres estátua, ni los mariachis mejicanos, ni los mimos ni ningún otro que se integre en este singular emplazamiento urbano.

Llegó la hora, las 21,30 y el luminoso no se encendió. Tal vez por incidencias técnicas de última hora, tal vez por el nerviosismo de la organización ante el incesante vocerío de manifestantes que acordonaron el cuadrado. Pasaban las 21,40 horas y, justo cuando enfocaba por enésima vez el luminoso para captar el acontecimiento, se me acercó un hombre claramente indignado. Me dio una pegatina roja y me gritó que “no compres Coca Cola, que se lo llevan todo”, a lo que, de manera espontánea le contesté: “antes prefiero una copa de Tío Pepe, hombre. Soy de Jerez…”.

El indivíduo, me miró como no sabiendo que decir y se largó retomando el grito.

El personal congregado en la Puerta del Sol empezaba a murmurar: “pues esto no enciende, que ya han pasado más de diez minutos…”. Poco después de las diez menos cuarto, 17 minutos sobre la hora anunciada, la policía abrió un pasillo para que diez chicas Tío Pepe salieran desde el edificio del conocido reloj hacia la ubicación del botón de encendido. Sentí lástima y vergüenza ante el creciente vocerío. Increparon, abuchearon y pitaron de mala manera a un grupo de muchachas que hacían su trabajo. Algo aturdido pude observar al buen amigo Pepe Argudo, jefe del departamento de Marketing y Relaciones Públicas de González Byass. Supongo que por el mal trago que la firma del carismático Tío Pepe estaba experimentando con el grupo de ciudadanos cabreados. Así y todo, le saludé. Igual creyó que era yo otro de los que gritaban protestando “¡fuera, fuera!”.

Viendo y oyendo esto, y teniendo la certeza de que +JEREZ era el único medio de comunicación jerezano que estaba cubriendo el acontecimiento, me sentía crispado, indignado por lo que estaba pasando. Por mi mente fluían expresiones nada decorosas hacia los manifestantes. Pero sobre todo me preguntaba ¿pero qué tiene que ver esto con mi Tío Pepe? ¿qué hacen éstos? ¿por qué no se callan?

Por todo esto, y por las imágenes que, más con intención que con acierto, he podido captar, creo que no exagero si digo que la vuelta del Sol del Andalucía Embotellado a la Puerta del Sol ha quedado deslucida por un puñado de gente cabreada. Lo digo como lo siento: no sé si herido por ver cómo abucheaban a un símbolo de mi tierra, o fastidiado por la grotresca escena.

En cualquier caso, he estado allí. Concluído el bochornoso episodio he tomado el Metro y regresado a casa. ¡Lástima! No tenía Tío Pepe en la nevera, así que he optado por una Mahou al punto glacial, que en Madrid se tira muy bien la cerveza. Para beber el vino de mi tierra, esperaré a la Feria del Caballo, que está a punto de empezar.

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