Una copa de Jerez en una mesa, un elenco de músicos de primer nivel y una presentación que evoca al cine de principios del siglo pasado servían de introducción para el regreso de Joaquín Sabina a Jerez de la Frontera después de una década. Un excepcional equipo de realización hacía que las dos gigantescas pantallas colocadas a cada lado del escenario mostraran, en escrupulosa calidad, los gestos, las risas y los acordes de toda una banda de profesionales. El fondo norte de Chapín se convirtió en un mágico emplazamiento en el que cientos de seguidores del trovador ubetense conectaron con sus coplas para que comenzara una noche que se antojaba inolvidable.
La brillante Luna que iluminaba el negro y despejado cielo jerezano tampoco quiso perderse la vuelta de Sabina a "uno de los mejores sitios para estrenar canciones en septiembre", palabras que salieron de su rasgada voz. El poeta de Jaén entraba paseando por el escenario al son de la canción que da nombre a esta gira: 'Lo niego todo'. Sus caminos sobre las tablas no fueron comunes, dejando entrever que los años no pasan para nadie en balde, más aún para aquellos que han caminado, como cantaría Albert Pla hace ya más de 20 años, "por el lado más salvaje de la vida". Definitivamente venció su estilo inconfundible: un bohemio contemporáneo, de obligado bombín, que sobre un taburete cuenta historias, unas más reales que otras, que en algún momento vio pasar por su mente. Historias que escucha el mundo entero y de las que ayer pudo disfrutar el público de Jerez, que al unísono no dejó sólo al artista en ningún momento.
Aseguraba Sabina que primero mostraría sus nuevas canciones y que luego, como siempre, dejaría paso a la nostalgia de melodías que en su día fueron su presente. La mencionada 'Lo niego todo', 'No tan deprisa', 'Postdata', 'Sin pena ni gloria' o 'Lágrimas de mármol' fueron algunos de los temas que quiso enseñar por primera vez a la ciudad del vino, incluidos en su último trabajo. Fue posteriormente y sin más descanso que el de presentar a su magnífica banda, cuando comenzaría a echar el tiempo hacia atrás para recitar coplas de décadas pasadas. La percusión de Pedro Barceló, el bajo de la argentina Laura Gómez Palma, el brutal saxo de Josemi Sagaste, los coros de Mara Barros, los teclados de Antonio García de Diego y las guitarras de Pancho Varona y Jaime Asúa hacían de la velada una auténtica catarsis para los allí presentes.
Estos músicos también, en breves pausas de Sabina, cantaron letras del maestro también con genial aptitud. Tuvo tiempo Joaquín para recordar a los 'Alarma!!!', grupo al que perteneció el mencionado Jaime Asúa, que desde que en 1986 se disolvió, se ha dedicado a ser músico acompañante de diversos artistas. Luego hubo tiempo para entrar en el bulevar de los sueños rotos y, tras el 'Y sin embargo te quiero' que a pleno pulmón interpretó Mara Barros, vino el 'Y sin embargo' de timbre roto que todos conocemos. 'Mucho ruido', 'Donde habita el olvido' y, por supuesto, '19 Días y 500 noches' terminaron de hacer que los asistentes se entregaran al completo desde sus asientos. También hubo 'Una canción para Magdalena', a dúo con Mara Barros. La marcha del legendario cantante del escenario motivó tímidamente al público a pedir alguna más, pues había clásicos que parecían ir a quedarse en el tintero. Volvió Sabina, para cerrar la noche con 'Noche de bodas' y 'Y nos dieron las diez'.
Algo menos de una hora y media de concierto y, con un Sabina visiblemente cansado, pero muy agradecido a Jerez, sirvieron para que la ciudad volviera a disfrutar del recitador jiennense diez años después. De bombín negro a bombín blanco sobre el escenario, y de las historias pasadas a las más vanguardistas, demostró que sigue queriendo traspasar corazones de jóvenes y mayores de estilos muy distantes entre sí. Y, a pesar de que a sus 68 años su voz parece ir agotándose, lo sigue consiguiendo.