El lenguaje es comunicación. Ser capaces de expresar ideas y emociones a través de las palabras es lo que nos convierte en racionales, en criaturas complejas. Los humanos, gracias en gran medida a la maravillosa virtud de hablar y de escribir, nos hemos convertido en los amos del planeta. Muchos animales tienen comportamientos que demuestran inteligencia y llegan, incluso, a comunicarse mediante gestos o sonidos; pero lo de verbalizar y plasmar por escrito pensamientos queda reservado al ser humano. Creo que intentar manejar bien el lenguaje de manera correcta y adecuada es necesario y, es más, debería ser obligado para todos, aunque es literalmente imposible que todo el mundo escriba, hable y se exprese con pulcritud escogiendo las palabras con acertado tino. Así que la gente hace lo que puede para expresarse con claridad y poder comunicarse sin malos entendidos.
Es evidente que sólo los lingüistas pueden arrogarse la autoridad de ser exquisitos en el manejo del lenguaje. Ellos son expertos en la materia, así que no tienen excusa. En cuanto al resto del personal, pues va a depender del interés de cada uno en expresarse con propiedad, solvencia y acierto.
El castellano –el español– es un idioma rico y es hablado por unos seiscientos millones de personas en todo el planeta, lo que no está nada mal. Los mil y un acentos y giros a la hora de hablar español en el mundo enriquecen, sin duda, el idioma; pero, más allá de la sonoridad o de la musicalidad, hay una cuestión que contribuye a retorcer la lengua. Por supuesto que los idiomas no pueden permanecer invariables a lo largo del tiempo: deben adaptarse y acompasarse a la sociedad; y en esas estamos, forzando una adaptación ahora para contento de una parte de la población que considera que muchos usamos el lenguaje de forma excluyente. La discusión, a vueltas con el género, se enturbia y se malea cuando hablamos de Lengua. El masculino neutro para algunas personas es exclusivo y, por lo tanto, excluyente. Hay personas que reivindican el uso del femenino junto al masculino y que, incluso, añaden una "e" para referirse a aquellas personas que no se sienten identificadas con ninguno de los dos géneros sexuales.
Creo que cada uno puede pensar, hacer y decir lo que quiera siempre, claro está, desde el respeto a los demás; pero me opongo a la imposición de un criterio que no comparto y que los lingüistas de la Real Academia de la Lengua hoy por hoy rechazan. La ideología de género marcada en los últimos tiempos en España por una parte de la política está propiciando el enfrentamiento ciudadano, la defensa exacerbada de unas posiciones a menudo radicales y que hoy parecen sostener una verdadera lucha de sexos.
El machismo –la supremacía masculina– ha gobernado la sociedad desde siempre. Y hoy sigue estando presente en no pocas sociedades, por desgracia (especialmente, en continentes como Asia o África). Nadie lo puede negar. Pero en nuestro querido país –en el viejo occidente el machismo ya se escribe en minúscula. Existe, pero no es un problema extendido ni presente en cada rincón. La tan manida igualdad –¡bendita igualdad! –es el objetivo a cumplir, pero no la revancha o la discriminación positiva, esa que impone cuotas por razón del género.
Me niego a retorcer el lenguaje para dar satisfacción a quienes entienden que el masculino genérico es un atentado contra el feminismo y la mujer. Me niego a incluir en mi léxico el llamado "lenguaje inclusivo". Y, si mi posición le resulta a alguien ofensiva o considera que atenta contra su dignidad, lo lamento, pero creo que ese alguien tal vez debiera respetar las opiniones contrarias a la suya. El respeto, junto a la educación, son virtudes que siempre han de prevalecer en las relaciones sociales, tanto personales como profesionales. Los niños son niños y ese "niños" incluye todas las criaturas de corta edad, que sería la forma políticamente correcta según la ideología que se quiere imponer. Ese "niño" es la forma concisa y clara para expresarse. Lo demás son ejercicios alambicados retorciendo el lenguaje que no consiguen más que cansar al personal tanto a chicos como chicas y como a "chiques". Absurdo.
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