Lenguaje inclusivo y excluyente

09/04/17 +Jerez Antonio Aguayo
Lo que no se nombra no existe. Esto, que parece una verdad evidente, es para los miembros, hombres y mujeres, de la Real Academia Española de la Lengua algo carente de sentido. Parece ser que en la lengua castellana el masculino incluye también al femenino, como no podía ser de otra forma, y en aras de la economía del lenguaje, no nos está permitido el dirigirnos a un determinado público en masculino y femenino, ya que, al parecer, caemos en una tautología, amén de cacofonía. Tampoco podemos poner, ya que el oficio es fundamentalmente masculino, al menos lo era, los cargos del ejército, en femenino. Así no podemos nombrar el cargo de capitana, caso de que una mujer llegue a este grado de oficial, pero sí, en cambio, podemos hablar de la nave capitana. Absurdos de la lengua. Es curioso que los nombres comunes que en castellano acaben en ista no se pueden poner en masculino: oficinista, maquinista, etc., pero ¡oh milagro!, si podemos crear la palabra modisto, ya que el término femenino, aplicado a un hombre, equivaldría a una cierta connotación peyorativa, amén de que podría inducir a error acerca de las inclinaciones del modista, lo cual, la lengua castellana no puede permitir. Se nos dice, y eso es algo evidente, que la lengua es un organismo vivo, en continua evolución, que se adapta a las necesidades de la población que la habla. Este hecho, que parece algo absolutamente incontrovertido e incontrovertible, no se adecua a la realidad actual. Las mujeres, más del cincuenta por ciento de la población, está adquiriendo un protagonismo, una presencia en la sociedad, que no es posible obviar, que no podemos ni debemos ignorar. Puede ser que el masculino sea inclusivo, no lo pongo en duda, pero al mismo tiempo es excluyente. Si nos dirigimos a un auditorio diverso y heterogéneo, debemos nombrar a quienes nos están escuchando. Aún a riesgo de ser reiterativos debemos nombrar a las mujeres, a esa parte de la sociedad que necesita ser visible, que hemos de tener en cuenta. La semana pasada asistí a una conferencia de una lingüista, supuestamente feminista, que en aras de la economía del lenguaje nos conminaba al uso genérico del masculino, aún cuando en el público hubiera una mayoría de mujeres. No soy lingüista, pero me considero feminista, al menos estoy en el camino de querer serlo, o por lo menos lo pretendo, y cuando me tengo que dirigir a un auditorio, no puedo dejar de nombrar a esa mitad que constituye la población femenina. Tal vez no sea muy correcto, al menos para los miembros de la RAE, pero tampoco debe ser muy correcto para ellos que haya una mayoría abrumadora de hombres en la Academia, como si en España no hubiera mujeres literatas y lingüistas merecedora de sentarse en uno de los sillones de tan sabia institución. Si somos capaces de aceptar y adaptar todo un sinnúmero de palabras de todo origen y procedencia, si en el diccionario tienen cabida, debido a su uso, de palabras que en su origen fueron errores de pronunciación, y que ahora están perfectamente admitidas, no entiendo la reticencia al desdoblamiento de género en una alocución o escrito. Es cierto que no puede ser algo reiterativo y continuo, pues ciertamente caeríamos en la cacofonía, pero lo que es cierto, es que hay que hacer visible al colectivo femenino, siempre ausente, por ejemplo, en libros de texto. ¿No ha habido mujeres artistas, físicas, químicas, biólogas? ¿Acaso la mujer no ha sido protagonista de la Historia? Parece ser que no. Son, han sido invisibles. Es nuestro deber el recuperarlas. No contribuyamos a que las mujeres actuales sigan siendo invisibles en el leguaje. Yo al menos, me niego. Ya se que a la Real Academia de la Lengua, que yo me rebele contra sus dictámenes le importa un bledo, lo mismo que a mí me importan sus normas cuando a lenguaje sexista se refieren. Estamos en paz. Sólo recordarles que no se pueden poner puertas al mar, ni ir contra la evolución natural. Los dinosaurios desaparecieron por no ser capaces de adaptarse al cambio climático. Que no les pase lo mismo.
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