Los monstruos existen

02/11/21 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

No tienen dos cabezas. No tienen tentáculos. No tienen cuernos. Y tampoco echan fuego por la boca. Pero reúnen todas las características pérfidas que se atribuyen a los monstruos, seres perversos y crueles capaces de infligir un daño insoportable. Esos sujetos forman parte de la humanidad. Son humanos, aunque esa condición les venga grande. ¿La maldad y la bondad son naturales? Se dice que toda persona al nacer es un lienzo en blanco así que se presupone que todos alumbramos al mundo inocentes y pulcros. En ese instante inicial, todas las criaturas son iguales. Las diferencias llegan con el coeficiente intelectual y el entorno social y educativo en el que se desarrolle el individuo. 

Si pensamos que todo el mundo es bueno por naturaleza deducimos que los malos se van maleando con el tiempo, con los arañazos de la vida, con las circunstancias en las que se hayan desenvuelto. Así que la maldad, cuando llega, ha de ser amputada. La Justicia, ese invento humano, está para eso. Para castigar comportamientos nocivos de unos seres humanos contra otros seres humanos. Metemos en la cárcel a los malos y les privamos de libertad, con todas las comodidades, eso sí. Porque a los presidiarios no les falta de nada. Pero el objetivo punible no es el único. También se pretende la recuperación del individuo malvado para que pueda volver al redil y dejar de ser una oveja negra social. Es una meta encomiable. Favorecer la redención del hijo de puta nos hace pensar que somos una sociedad cabal, avanzada, solidaria, moral…

El perdón es una virtud. Eso siempre se ha dicho. No tengo muy claro que toda afrenta pueda ser perdonada. ¿Alguien podría perdonar al asesino vil de un hijo? Algunas víctimas de ETA se hallan en esa encrucijada y hay quien ha aceptado encararse con su victimario. Es el caso de Maixabel Lasa, mujer de Juan Mari Jáuregui asesinado a tiros por la banda terrorista en 2000, y que ha sido llevado al cine recientemente por Icíar Bollaín. Su gesto, según ha declarado, no obedece a convicciones religiosas. Habla de dar segundas oportunidades a personas que han hecho un recorrido personal de arrepentimiento. 

La maldad puede ser desencadenada por muchos resortes. Algunos son patológicos. Hay miles de ejemplos en la historia de la humanidad de asesinos crueles para los que matar era una actividad trivial. Las guerras vienen provistas siempre de mucha maldad. Hoy día, pensamos que nuestra sociedad occidental es un lugar bastante seguro. Nos sentimos por lo general a salvo. Creemos que nuestras reglas mantienen a raya a los hijos de puta. Pero no. Los delitos se producen y seguirán produciéndose así que hay que estar en guardia. Porque un descuido puede costar la vida. Porque una negligencia o una irresponsabilidad hacen que un bárbaro con antecedentes esté en la calle, esté en un parque infantil y engañe a un pequeño de 9 años, se lo lleve a su casa y lo mate. Francisco Javier Almeida López de Castro, así se llama el monstruo. Fue condenado en 1993 a 7 años de prisión por agresión sexual y en 1998 ya estaba en la calle. Así que mató a una mujer de 17 cuchilladas. Fue condenado a 30 años de prisión. Tendría que estar encerrado hasta 2028. Pero en octubre de 2021 estaba a sus anchas en Lardero, La Rioja. Y su mente, su maliciosa mente actuó acabando con la existencia de un niño, marcando para siempre la vida de su familia y consternando a todo el país. 

La salud mental a menudo es decisiva para desembocar en comportamientos brutales y violentos y no debería ser un atenuante de la gravedad de un hecho. Existen patologías mentales incurables. Por lo tanto, personas incurables e irrecuperables para su reinserción social. La prisión permanente no debería ser revisable sino irrevocable para hijos de puta como el de Lardero. La vida es un regalo y un sujeto como ese, autentica escoria humana, no debería disfrutar de ese regalo. No ha de haber sitio social para los monstruos. Solo deberían existir en las películas.

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