Ochenta y seis mujeres muertas en lo que va de año por causa de las
violencias machista. Ochenta y seis mujeres asesinadas por sus parejas y ex
parejas, que se creían con derecho de propiedad sobre ellas, hasta el punto de
poder decidir sobre su vida, y su muerte. La maté porque era mía. Esta frase,
que parece del pasado sigue vigente en la sociedad. Ya no se expresa tan
claramente, pero se ejecuta de forma reiterada y constante. Ochenta y seis son
muchas muertes como para que la sociedad quede impasible. Nos hemos
acostumbrado a la noticia de una mujer asesinada por violencia de un hombre. Es
la reiteración de lo cotidiano, que lo convierte en habitual.
En los peores momentos del terrorismo de ETA, las cifras de muertos eran
parecidas a las que estamos manejando de mujeres muertas, y el terrorismo era
la primera preocupación de los españoles, según las encuestas. El Estado tomaba
medidas drásticas, se cambiaba el Código Penal, se buscaba entre los partidos
una condena unánime de esa lacra que era el terrorismo. Sin embargo, las
muertes de mujeres se suceden, se incrementan cada año, y el Estado permanece
impasible. No hay declaraciones indignadas de los políticos de turno. Se
produce la noticia, como mucho, un minuto de silencio en el municipio afectado,
y poco más. ¿Qué se necesita para que se tomen las medidas adecuadas?
No es un problema fácil. Sobre todo porque la sociedad tiene en su ADN el
sistema patriarcal, en el cual la mujer es un ser inferior, un objeto sexual,
una eterna inmadura a la que el ser superior, que es el hombre, ha de controlar
y dominar. Cuando una de ellas se rebela, hay que controlarla. Por el medio que
sea.
Hay muchas formas de violencia. No son los golpes, los visibles, los
físicos, los únicos que padecen las mujeres. Hay una violencia psicológica, más
sutil, pero mucho más peligrosa. Hay violencia económica. Hay violencia
laboral. Hay violencia en la publicidad. Hay violencia en las relaciones. Hay
violencia.
La mayoría de los hombres, sobre todo los de una cierta edad, que hemos
sido educados en una concepción absolutamente patriarcal de la vida, y que
hemos tenido que recorrer un largo camino hasta alcanzar una visón de la
sociedad nueva, más libre e igualitaria. Hasta el feminismo. No un feminismo
teórico, sino cotidiano y real. Sorprende, cuando miramos a nuestro alrededor,
como algunos jóvenes, nacidos en un mundo más evolucionado y libre, todavía
sigan manteniendo actitudes absolutamente machistas. Y no lo olvidemos, el
feminismo es el primer escalón de la democracia. La igualdad entre el hombre y
la mujer. No se puede consentir que la mitad de la población esté discriminada
por la otra mitad. Una mitad que probablemente esté discriminada en su trabajo,
en su economía, etc.
¿Pero qué se puede pedir si el gobierno elimina el Ministerio de Igualdad
por considerarlo un gasto inútil? ¿Qué se puede pedir si la actual ministra de
Sanidad e Igualdad manifiesta públicamente que no cree en la igualdad, en las
cuotas de paridad? ¿Qué se puede esperar de un sistema educativo que silencia
totalmente a las mujeres en los libros? ¿Qué se puede esperar si la religión
dominante en el país, aunque no sea practicada por todos, discrimina a las mujeres? ¿Qué se puede esperar si
esa misma religión responsabiliza de todos los males acaecidos a la sociedad a
una mujer, que osó desobedecer el mandato divino? También es cierto que ese
mismo dios creó al hombre, y del hombre creó a la mujer.
El año pasado, el 7 de noviembre, una gran manifestación reunió en Madrid
a cientos de miles de personas para protestar contra las violencias machista.
De poco ha servido, un año después. Hoy, recordando aquella manifestación, un
grupo de colectivos feministas de la Bahía de Cádiz se han dado cita,
reclamando algo tan fundamental como es la igualdad de la mujer en todos los ámbitos
de la vida, y seguridad ante la violencia que sufren por parte de la sociedad
patriarcal.
Una marcha entre Puerto Real y El Puerto de Santa María, que ha reunido a
cientos de personas, hombres y mujeres, ha visualizado la exigencia de una
sociedad que pide, como dijo Rosa Luxemburgo Un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y
totalmente libres.
Hagamos entre todos que esto, tan básico, no sea una utopía.