Memoria selectiva

08/11/20 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Es un pasado reciente. No hay que echar la vista atrás demasiado para recordar la infamia que durante 60 años asoló este país. Pero la memoria es cortoplacista y selectiva para la masa porque, ¿para qué evocar episodios trágicos antiguos si con vivir el presente ya es suficiente? La Historia de la humanidad es la sabiduría de la sociedad y tendría que ser la asignatura más importante en la formación integral de los jóvenes. La educación en valores tiene que ver con el conocimiento de la Historia y ese conocimiento está fallando estrepitosamente en España. Las sucesivas reformas educativas no han hecho más que empeorar el sistema y la nueva Ley de la ministra Celaá es ya el remate. Esa estúpida idea de suprimir el castellano como lengua vehicular solo contribuye a contentar a los nacionalistas, empobrecer la educación y limitar la libertad de elección.

Hace unos días pude ver la exposición El terror a portada, un recorrido estremecedor por los años de plomo del terrorismo, especialmente de ETA, con el reflejo periodístico de atentados, asesinatos a quemarropa, secuestros, extorsiones, manifestaciones… Se muestran además algunos «artículos» para matar como bombas lapa, subfusiles, cartas bomba o detonadores. En 60 grandes paneles se recogen portadas de diarios del grupo Vocento. Algunas de ellas son muy crudas con fotos de víctimas en primer plano, unas imágenes que hoy serían censuradas, sin duda alguna, al hacer valer el respeto a los familiares. La primera víctima del terrorismo ahora tendría 62 años. Begoña Urroz tenía 22 meses cuando una bomba en la estación de Amara en San Sebastian, acabó con su vida. La autoría fue del DRIL, Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, un grupo antifascista de extrema izquierda. Una foto de la pequeña Begoña ilustra la portada de la exposición que suscita conmoción, incluso para quienes recordamos muchos de los acontecimientos que se recogen.

Las víctimas mortales del terrorismo en 60 años superan las 1.300. Fueron asesinadas por el radicalismo islámico y grupos armados con ideología política como Terra Lliure, Grapo, Frap, el Batallón Vasco Español y sobre todo por ETA. Por eso recordar el terrorismo en España es recordar al mal llamado Movimiento de Liberación Vasco, los etarras. Estos integristas asesinaron a 855 personas y destrozaron a miles de familias dejando un reguero de viudas, huérfanos, padres sin hijos y heridos.

Un día, no muy lejano, hace ahora nueve años, el 20 de octubre de 2011 los asesinos decidieron dejar de matar. Pero el trabajo estaba hecho. Porque la sociedad vasca tiene una herida abierta. La fractura social del nacionalismo sigue presente y hoy los herederos políticos de los asesinos no han rebajado ni un ápice sus ínfulas supremacistas. Esa herencia negra, que los representantes de EH-BILDU abanderan con orgullo, juega con el Gobierno de toda una nación, un Gobierno defectuoso en su concepción.

No se puede rememorar el pasado continuamente pero tampoco se puede borrar. Hay que pedir perdón y mostrar arrepentimiento y ninguna de esas dos acciones ha llegado con los extremistas vascos. Nuestra memoria no puede ser selectiva. Nuestra obligación es transmitir a las nuevas generaciones esa memoria de la Historia más reciente de España que hoy retrata, sin duda, a muchos de los políticos actuales. En esa tarea de acercar la memoria reciente y casi olvidada pueden ayudar proyectos literarios o audiovisuales como Patria, de Fernando Aramburu, la serie La línea invisible, dirigida por Mariano Barroso, que describe el origen de la banda terrorista, o la serie documental El desafío: ETA, dirigida por Hugo Stuven. Esta última, tal vez, puede ser la más recomendable para tener una percepción más certera de lo ocurrido y también para conocer las lamentables huellas políticas, sociales y ambientales que el terrorismo de ETA ha sembrado en tierras vascas y que hoy perduran.

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