Una vez más es la mujer, el feminismo, quien toma la iniciativa en la
lucha por las libertades. La llegada a la presidencia de los estados Unidos de
América de Donald Trump supone un
serio peligro, no sólo para los derechos de las mujeres, tan trabajosamente
conquistados, sino para la estabilidad del mundo en general.
Da miedo pensar como un hombre de estas características ha podido llegar
a ser el más poderoso del mundo, teniendo al alcance de su mano el famoso botón
rojo que puede poner al mundo al borde de la destrucción total. Las primeras
medidas que está adoptando tras jurar el cargo no sirven precisamente para
tranquilizar al resto del mundo: proteccionismo, aumento de los gastos
armamentísticos, xenofobia, ¿qué más podemos pedir? Entre las medidas urgentes
que ha tomado en sus primeras horas de mandato ha sido la supresión de la
versión en castellano de la página web de la Casa Blanca, en un claro giro
hacia el nacionalismo más exacerbado y estridente, ignorando que el idioma
castellano es hablado en estados Unidos por más de sesenta millones de
personas, siendo la segunda lengua del país.
Todos estos rasgos responden fielmente a una concepción fascista de la
política. Populismo, conservadurismo, nacionalismo, xenofobia, y como no, un
machismo y desprecio hacia las mujeres inequívoco e insultante, como es la amenaza de restringir el derecho al
aborto.
No quiero insistir más en las ideas de este hombre, sobradamente
conocidas. Me interesa mucho más reflexionar sobre el cómo y el por qué ha sido
posible que este una persona de estas características haya podido llegar a
ocupar un puesto de responsabilidad como el que tiene, en contra de todas las
previsiones, e incluso en contra de su propio partido Republicano. Es evidente
que no es un caso aislado, véase como ejemplo el brexit en Gran Bretaña, o la actualidad política en Francia, donde
la extrema derecha amenaza con convertirse en la primera fuerza política del
país. Y no hay que olvidar que cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se
acatarra. El ejemplo norteamericano puede ser la chispa que encienda la mecha
de la ultraderecha en el mundo. No creo que puedan surgir nuevos partidos
ultraconservadores, a la derecha de los actuales grupos políticos. Lo que me
preocupa es que los actuales partidos políticos asuman los postulados de la
extrema derecha, como ha sido el caso de los laboristas británicos. Resulta
evidente que las posturas más conservadoras se están imponiendo en los
denominados partidos socialistas, que actualmente sólo conservan de tal, el
nombre, como es el caso del socialismo en España, con el golpe de estado
interno que se llevó a cabo hace unos meses y que acabó con la destitución de
su secretario general.
Tales postulados ultraconservadores van a repercutir, a no dudarlo, en
los derechos de las mujeres, tan trabajosamente conseguidos a lo largo de
siglos. La cadena siempre se rompe por el eslabón más débil. Hay que alabar la
reacción de las mujeres, tan pronta e inmediata. Nunca un presidente tuvo una
contestación tan activa y multitudinaria como la llevada a cabo tras la toma de
posesión de Trump. Sin embargo, es evidente, aunque sorprendente, que una parte
muy importante de los votos que lo han llevado a la presidencia han sido
femeninos, a pesar del incuestionado machismo de que hace gala y del cual se
enorgullece. Gestos, modales, actitudes, que manifiestan abiertamente un
desprecio absoluto hacia las mujeres y sus derechos, corremos el peligro de que
se conviertan en modelo a seguir para una parte de la población que ve en este
hombre al líder que les puede sacar de la crisis o de la pobreza. Se repite lo
tantas veces advertido y que ahora se demuestra, de que el mejor aliado de una
dictadura, de una tiranía, de un totalitarismo, es la ignorancia del pueblo.
Contra eso es contra lo que debemos de luchar. La cultura supone una
salvaguarda contra la dictadura.
Es cierto que el voto que ha encumbrado a este hombre al poder ha sido un
voto, masculino, rural, sin mucha preparación, sin estudios, fácilmente
influenciable y manipulable. En esto es en lo que se basan los populismos, pero
lo cierto es que las consecuencias las vamos a tener que padecer todos y todas,
y no hay que olvidar algo tan simple y evidente como que ahora, con el poder en
sus manos, tiene la posibilidad de cambiar las leyes, haciéndolas a su medida y
sus necesidades, que ciertamente no van a favorecer a los más débiles.
Las mujeres han dado la voz de alarma, se han puesto a la cabeza de la
oposición de un régimen que quiere recortar las libertades. Ellas han dado la
voz de alarma, ahora nos toca a todos, según cada cual su responsabilidad, de
asumir la defensa de unos valores que, por inercia, es muy probable que se
pretendan conculcar en cualquier parte del mundo. A todos y todas nos
corresponde la defensa de la democracia.