No quiero planes

19/06/20 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Basta. Desconexión. Oxigenación. Un paseo por el parque o la playa. Un mirar al azul del cielo y pensar que todo es relativo. Que la vida pasa muy deprisa y que va tan rápido que cuando te quieres dar cuenta ya estás en los cincuenta. Y ya tienes más vivido que lo que te queda por vivir. Conforme cumplimos años, aparte de ganar canas y kilos, vamos asimilando la fugacidad de la vida. No hacen falta grandes tragedias, como la que acabamos de vivir como sociedad, impacto planetario impensable hace bien poco. Solo se necesita vivir, crecer y acusar las marcas que deja la vida; los destellos de los golpes, que suelen dejar huellas y secuelas.

Relativizar es un verbo que me gusta y que empleo a menudo. Dar importancia a lo que verdaderamente la tiene suele ser una tarea titánica. Nos vemos atrapados en el devenir de los días, tan atropellados por nuestras muchas obligaciones personales, profesionales, sociales, por las noticias que nos bombardean a diario, que nos olvidamos de VIVIR, así en mayúsculas. No digo que sucumbamos al modo "zen" y la trascendencia espiritual nos invada y nos convierta en personajes profundos apartados del mundanal ruido. Lo que digo es que debemos ser conscientes de lo afortunados que somos si no nos duele nada, mucho. Gozar de una salud plena y no tener ninguna limitación física o mental es el mejor regalo posible.

"La vida es lo que te pasa mientras haces planes". Esta frase se atribuye al malogrado John Lennon. Y creo que acertó de pleno. Nos pasamos la vida planificando el mañana, anhelando un futuro que llegará, o no. Y que cuando llegue, será presente, y muy posiblemente no será como habíamos planificado. Dejemos de pensar en el futuro y detengámonos en disfrutar del hoy que es lo único que, a ciencia cierta, tenemos. A la mayoría de nosotros nos llegará el otoño vital, ese período en la vida en el que tomamos conciencia muy real de la mortalidad. Pero en ese punto aún queda camino y hay que aprovecharlo, exprimirlo, disfrutarlo, gozarlo, saborearlo… Comerse la vida a grandes bocados es una buena estrategia, sin duda. 

Me ha inspirado a esta reflexión una película dirigida por Gracia Querejeta, magníficamente protagonizada por Adriana Ozores, Enma Suarez y Natalie Poza. Se llama "Invisibles" y es el retrato vital de tres mujeres en la cincuentena, con sus problemas, con sus circunstancias, con sus miedos, con sus anhelos, con sus encrucijadas también. Este trabajo invita a pensar, porque puede que muchos se sientan identificados con lo que les pasa a estas mujeres. Y lo que les pasa es indiferente al género, porque les pasa como seres humanos.

Venimos a este mundo sin libro de instrucciones y transitamos por él como podemos. Y es inevitable sentirnos muchas veces perdidos. Pero esa es la vida: un constante aprendizaje lleno de aciertos y errores, de experiencias y emociones, de valles y montañas. Que vivir sea más placentero que doloroso depende, y mucho, de nosotros mismos. Viva la vida.

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