No son molinos. Son... políticos

08/10/16 +Jerez Antonio Aguayo
En estos días aciagos para la democracia, asistimos estupefactos a la actividad, extraparlamentaria por supuesto, que los diferentes partidos políticos están llevando a cabo, destinada a capear un temporal del que no saben como salir, bien es verdad que unos peor que otros.
El partido supuestamente de izquierdas, tras el suicidio a que se sometió voluntariamente por parte de su ala más conservadora, defenestrando en un golpe palaciego al secretario general, por primera vez elegido en primarias, intenta, que para algo lo hizo, entregar el poder al partido de la derecha más conservadora, y más corrupta, de toda Europa, pero que no parezca que el golpe de estado interno se hizo para eso. Lo mas curioso es que en ningún momento se habló de ideas, sino de mantener la unidad sacrosanta de la patria. Sin comentarios.
El partido de la derecha, al que la izquierda va a dar el poder, está imputado en un macrojuicio por corrupción, en el cual, una gran parte de sus dirigentes están sentados en el banquillo de los acusados.
El otro partido, teórico de la izquierda, se debate en una duda metódica a ver si sigue siendo un partido de asustaviejas o dan el salto hacia el parlamentarismo efectivo y maduro. Parece que lo de ser l’enfant terrible tiene su tirón, y perder ese caché no gusta. En el fondo hay el síndrome de Peter Pan político, al menos hasta llegar a la Moncloa, en palabras de uno de sus líderes.
Lo más terrible, y lo que a mi, particularmente me deja auténticamente anonadado, es que el pueblo llano no está invitado al espectáculo. Asiste desde la barrera, como mero espectador, sin poder tener arte ni parte. ¿De qué vale que hayamos elegido con nuestro voto a una serie de representantes, si estos no se sienten obligados a nada para responder ante el electorado? ¿Qué fue del poder legislativo, que tanto trabajo costó conseguir? ¿En nombre de quién legislan? ¿Para quién?
El sistema está viciado, pervertido, desde el principio al ser las listas electorales cerradas. No se puede elegir al representante. Se elige unas siglas, y estas son las únicas responsables. Así se puede disponer del voto de unos parlamentarios en bloque, sin contar con la voluntad, ideología o pensamiento de cada uno de ellos.
En los partidos políticos, a la hora de votar en el Congreso no existe la libertad de voto. Todos y todas tienen que acatar la disciplina de voto, a pesar de ser ésta anticonstitucional. El voto es personal e indelegable. Sin embargo, el no acatar la disciplina de partido puede suponer multas o, en caso de ser reiterativo, la expulsión del partido. Estamos ante el pensamiento único. No se quiere en los partidos políticos seres inteligentes y cabezas pensantes, que razonen. Se exige obediencia absoluta a lo que ordene un órgano dirigente, que en un momento dado, a una seña, obliga a todos los componentes del grupo parlamentario a emitir el mismo voto, sin discrepancias. Sólo se pide un dedo capaz de pulsar un botón.
¿Estos partidos políticos son la base de la democracia?. Entonces, sinceramente no se lo que es la democracia. Los partidos políticos, en el contexto político español actual, son entelequias, entidades que funcionan al margen de la realidad.
Pero lo mas extraño es que lo aceptemos y los sigamos votando. Lo absurdo ha entrado a formar parte de nuestras vidas.
No, mi señor don Quijote, no son gigantes…
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