No tiene sentido

Paseo por la calle. Y observo. Solo veo miradas. Esa expresividad que nos hace humanos ha desaparecido. Pero los gestos permanecen. El caminar apresurado en algunos casos, despreocupado y pausado en otros. Veo parejas, amigos, familias y también solitarios. Cada uno con sus cuitas, con sus ilusiones, con sus proyectos, con sus aspiraciones, con sus preocupaciones, con sus miserias. Cada cual con su mundo interior, a veces infinito, misterioso e insondable.

Somos lo que pensamos que somos y no lo que los demás creen que somos. La imagen que desprendemos es solo eso, un reflejo más o menos consciente hacia el exterior. Pero nadie puede saber con certeza qué ocurre detrás de esa proyección. Los secretos más íntimos, los pensamientos inconfesables quedan en el interior de las mentes y posiblemente jamás llegarán a ser compartidos.

La existencia a veces nos subyuga, nos atormenta o incluso nos desespera; y a veces nos apasiona y nos ilusiona al atisbar la llamada Felicidad. Esa existencia, tan ambivalente y a menudo desequilibrada no tiene ningún sentido. No estamos en el mundo para cumplir un objetivo determinado ni para dejar una huella con ínfulas de pasar a la posteridad. Posiblemente seamos solo el fruto de una casualidad, bendita casualidad que nos ha dado la oportunidad de nacer y tomar conciencia de la existencia. Pero no hay que darle muchas más vueltas a esto de respirar. Basta considerarse un privilegiado por el simple y complejo hecho de vivir y sentir cómo el el azar de la vida nos ha favorecido hasta hoy, porque mañana ya es otro cantar. 

La condición humana nos iguala a los casi siete mil millones de habitantes del planeta azul. Y esa condición nos contagia de los mismos miedos, las mismas incertidumbres y las mismas preguntas. ¿Qué pasará cuando se apague la luz para siempre? ¿Existe el Más Allá? ¿Habrá algo después de esto? Preguntas siempre sin respuesta y que se aparecen conforme avanza el trayecto. 

Veo esas miradas por la calle y pienso en cómo será el ser humano dentro de 100, 1.000 ó 5.000 años. Porque estoy convencido de que la vida se abrirá paso, porque los seres humanos tenemos mucha querencia a esto de vivir, aunque puede que en otro lugar del universo. Y pienso en nuestros parientes del futuro, en qué pensarán de nosotros, los habitantes de esta época. ¿Nos juzgarán cómo hacemos ahora nosotros revisionando el descubrimiento de América? Seremos entonces apenas un recuerdo en algún archivo digital. Ni tan siquiera eso. Porque la práctica totalidad de los seres humanos no pasa a la historia por ningún acontecimiento digno de ser recordado por la humanidad. Así que nuestro rastro vital, nuestro paso por aquí, será polvo y nada más. Por eso, porque la vida es efímera, corta, apenas un suspiro, por eso a menudo hay que pararse y pensar que cada día es un regalo. Aun sin sentido ni propósito, vivir con salud es una experiencia maravillosa a exprimir cada día y a la que nunca se debería renunciar.