Noche de Reyes (dedicado a mi tío Juan Sainz)

09/01/14 +Jerez Juan Manuel Sainz Peña

Llevaban allí toda la tarde, después de un larguísimo y pesado viaje. A los pies había un cofre con el oro, el incienso y la mirra. Los Reyes Magos observaron al Niño Jesús y esperaron a que los críos, bulliciosos y alegres, se acercaran a ellos para admirar sus ropajes, el brillo de sus coronas y la barba de Melchor y Gaspar. A Baltasar, el rey negro, también se le acercaban los niños, claro, pero lo hacían tímidos y algo temerosos, como si el brillo de ébano de su piel y sus ojos enormes no fueran propios de un rey benefactor.

-Estoy cansadísimo -dijo aquel al que decían Gaspar.

-Lo mismo te digo- contestó con cierto disgusto Melchor mesándose la barba.

-¡Shisst! -peroró el rey negó con indignación-: nos van a oír.

Sonaron fuerte los villancicos. Lloró un crío porque no quería besar al Niño Jesús.

-Yo quiero un coche teledirigido, un monopatín, un muñeco y una videoconsola. -El chaval, al bajarse de la falda de Melchor, le pisó el juanete.

-¡Meee caago en tu padre, niño!

-¿Qué dices, Melchor? -se turbó el chiquillo.

-Nada, hijo, nada, que a ver qué le traemos a tu padre.

El centro comercial estaba a reventar y los niños y los padres no paraban de llegar al portal instalado por el comercio.

-Y ahora vuélvete para el pueblo en el cascajo del coche -masculló Gaspar, al que le picaba la barba-. Total, y todo para 150 euros y sin asegurar ni firmar contrato.

-Déjate, déjate -se quejó Baltasar-, que como se enteren de que no tengo papeles, me mandan otra vez para Senegal.

-Anda que… estamos listos -se quejó amargamente Baltasar, quien hacía ya un buen rato que se meaba como un loco.

Autor: Juan Manuel Sainz Peña (escritor)

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