Nuevo mundo

19/05/20 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

No me gusta. No lo quiero. Y me resisto a aceptarlo. Esa "nueva normalidad" es un invento retórico que algún lumbreras señaló a Don Sánchez en una de sus innumerables alocuciones presidenciales. Me resisto al uso de esta terminología y también rechazo utilizar vocablos de nueva invención como la llamada "desescalada". El verbo "desescalar" no existe. Lo empezaron a utilizar, políticos como no, con el conflicto sociopolítico de Cataluña. Y ya me daba coraje entonces. Pero el uso consuetudinario de ahora me ofusca y desde luego, yo me resisto a hablar así y ser eco de voceros políticos y medios de comunicación que, como papagayos, se limitan a repetir y repetir hasta la saciedad al objeto de ¿acostumbrarnos?

Y también me resisto a aceptar que estemos en los albores de una nueva concepción del mundo y de los comportamientos sociales. Estamos ante una pandemia, es cierto. Y ante una consiguiente crisis socioeconómica sin parangón en la historia moderna de la humanidad. Todo eso es verdad. ¿Pero en serio queremos alumbrar una nueva era en la que estemos sometidos al estrés epidemiológico hasta extremos que rayan en lo absurdo? No soy un experto virólogo ni tampoco médico. Y aunque soy lego en esa materia entiendo que los patógenos forman parte de la biología y de la naturaleza. No podemos eliminarlos sino convivir con ellos. Y no podemos mantener una asepsia absoluta en todo momento como si viviéramos en una burbuja. No me gustaría pensar que en el futuro las relaciones personales/sociales serán sin contacto físico por temor al contagio. Tal vez alguien ya piense en la creación de pieles artificiales que nos cubran y filtros en las vías respiratorias para evitar el paso de microorganismos dañinos. Quizá ese sea un futuro posible pero espero que sea muy, muy lejano.

Estamos en una pandemia, sí. Con efectos devastadores a nivel planetario. Pocas certezas sobre el origen y menos aún sobre el comportamiento del virus de marras. Pero el miedo no debería ser el que tomara las decisiones. Prefiero pensar en la responsabilidad consciente. Vivir lleva implícito el riesgo de morir. E igual que miramos a ambos lados de una calle cuando queremos cruzar para evitar el riesgo de atropello hemos de hacer lo mismo a la hora de lidiar con un patógeno como el coronavirus infausto. Se trata de minimizar el riesgo y no de eliminarlo por completo porque eso es imposible, ni siquiera con un confinamiento extremo. ¿O es que no ha habido riesgo cada vez que se iba a comprar a un supermercado?

La vida ha de volver. Pero no a trozos ni con pequeñas concesiones a la libertad personal. Qué triste ver cómo retozan alegres los privilegiados que a 18 de mayo se toman una cerveza en una terraza. Una pequeña victoria en esta guerra, como le gustaría apuntar a Don Sánchez, muy de utilizar referencias bélicas en esta crisis aleccionado posiblemente por su hombre en la sombra, Iván Redondo. Posiblemente la reclusión social era la mejor forma de minorar la tasa de contagio. Pero ya casi nadie duda de que se actuó tarde incurriendo en una negligencia punitiva por el coste en vidas humanas de dicha negligencia. Y esa tardanza en actuar fue decisiva para el absoluto descontrol de la epidemia en España.

Hoy nos encontramos en un país más desigual que nunca, con ciudadanos de primera, segunda y cero con cinco, según la fase del territorio en la que se encuentren. Con dudas sobre los criterios aplicados para determinar la categoría del ciudadano. Y a cada día que pasa se exacerban los extremos ideológicos y partidistas. Al margen de la falta de transparencia del Gobierno, las reiteradas incongruencias y el escaso sentido común de muchas medidas, el llamado Estado de Alarma no hace sino fomentar esta radicalización ideológica a la que muchos asistimos con gran preocupación e impotencia. Desconozco cómo evolucionarán los acontecimientos pero me atrevo a vislumbrar años insólitos de zozobra social, económica y política en nuestro país. Puede que en un tiempo no nos conozca ni la madre que nos parió.

 

Ángel G. Morón,

Periodista, Profesor Asociado en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y docente en Atresmedia Formación.

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