Una vez más Enrique Ponce tuvo que prodigar su maestría en una tarde en la que llevaba el peso de la púrpura en un mano a mano que, si hubiera dependido únicamente del juego de los toros, habría naufragado por sí mismo. Sin embargo, las pésimas condiciones de lidia del primero y el quinto de la tarde fueron compensadas por la entrega del torero. Además, le cuajó al tercer burel la mejor faena de la corrida y cortó un valioso apéndice.
Menudo esfuerzo el del torero valenciano que ha hecho una composición con fondo y forma magistrales. Fue reposado el discurrir de una labor que fue ganando intensidad a medida que se iba hilvanando, toda vez que contó con un sentido exacto de la medida y de la distancia que debía darle a ese tercer toro de San Isidro. Se lució en mecidas verónicas y chicuelinas.
En la primera serie con la muleta le llevó con la mano alta para no obligarle y provocar la movilidad, pero a partir de la segunda tanda, bajó la muleta con autoridad. Ese fue el punto clave de una labor en la que encajó los riñones, giró la cintura, quebró las muñecas y se abandonó a torear.
El mando exquisito de Ponce logró que los muletazos fueran profundos y con expresión para llevar al toro prendido a los vuelos de la pañosa. Ejecutó la estocada como mandan los cánones. El acero quedó un pelín tendido y ganó a ley una oreja.
El primero de la tarde dio pocas facilidades, pero Ponce se mostró muy dispuesto. Lo toreó con clase y gusto, al tiempo que mostró en cuanto se abrió de capa que traía consigo las ganas de lograr el éxito, pero el toro salía con la cara alta y muy distraído, ante el desencanto del público que protestó el mal juego del astado.
La historia se repitió con el quinto, que con características similares a sus hermanos impedía la continuidad de los muletazos. No obstante, Ponce estuvo entregado, muy técnico, profesional y por encima de esas dificultades ya que el toro, sin clase ni ritmo, llegó poco a los espectadores.
FICHA DE FESTEJO
Viernes 2 de noviembre. Plaza de toros Monumental de Zacatecas. Media entrada en tarde fría.
Se lidió un encierro de San Isidro de mal juego.
Enrique Ponce: aplausos, oreja y aplausos.
Juan Pablo Sánchez: silencio, oreja y ovación.
INICIDENCIAS: tras el paseíllo se entregó a Enrique Ponce una placa que lo acredita como triunfador de la recién concluida Feria de las Fiestas Patrias.
FOTOS: MANOLO BRIONES