Esta semana se ha hablado mucho de pensiones, de la imposibilidad de
seguir manteniendo el sistema actual y de cómo la pensiones no pueden estar
garantizadas en un futuro más o menos inmediato. En este sentido han hablado
dos ex presidentes del gobierno. Uno, del partido conservador, y ex presidente
honorario del mismo partido, cargo del que recientemente ha dimitido de forma
airada, con aire de estar siempre en posesión de la verdad absoluta, y con
gesto de cabreo sempiterno. El otro ex presidente, el jarrón chino, de distinto
partido, pero la misma ideología, que contribuyó decisivamente a que su partido
dejara de ser socialista, y serio candidato a ocupar el puesto de presidente
honorario al que ha renunciado su colega y amigo. Ambos, al unísono, han
mostrado la misma opinión: El que diga
que puede garantizar el actual sistema de pensiones, miente.
Ante una aseveración tan rotunda creo que es necesario que todos
reflexionemos un poco ante un hecho evidente. Las pensiones que se cobran son
proporcionales al tiempo trabajado y a las cotizaciones que cada uno ha venido
realizando a lo largo de su vida de trabajo, con el fin, precisamente, de poder
tener una pensión. Lo diré de otra manera. El dinero que se está pagando como
pensión a cada uno de nosotros, es nuestro, lo hemos generado nosotros, hemos
pagado unos impuestos para poder tener ahora una pensión, a lo que se suma, que
ahora, cuando se cobra la pensión, de nuevo se vuelve a cotizar por ese dinero,
que ya se había cotizado en su momento.
Las pensiones son nuestras, de cada uno de nosotros que hemos cotizado
por ellas, y que hemos confiado en el Estado para que, una vez que hayamos
llegado a la edad de la
jubilación, poder disponer de lo que es nuestro, de lo que nos hemos ganado. El
Estado no nos da nada. Sólo es el depositario de los que nos pertenece. Si en
el momento de devolvérnoslo no lo tiene, habrá que pedirle responsabilidades
por ello.
Lo más importante que hay que preguntarse es por qué no lo tiene, por qué
es que se ha vaciado una hucha que todos y todas hemos ido llenando con nuestro
dinero, y que en el plazo de cuatro años un gobierno ha dejado a cero. Habrá
que saber por qué se ha cambiado el sistema de contratación, por qué los
contratos indefinidos se han convertido en temporales, por qué el dinero que
generaban los trabajadores en activo ha descendido. Y también habrá que
preguntarse a quien favorece esa reforma laboral, porque es evidente que a la
mayoría de la población, no. Si se gobierna mal, a sabiendas de que no se está
haciendo lo correcto, si se gobierna en beneficio de unos pocos, si se está
dando un trato de favor a unas determinadas empresas, sociedades o personas,
eso recibe un nombre muy claro: prevaricación. Y como tal debería de dar cuenta
ante la justicia.
Creo que fue en Islandia, donde se juzgó a un presidente de gobierno por haber gobernado mal a sabiendas
de que lo estaba haciendo de manera incorrecta.
Ya se que la justicia no es igual para todos. Tenemos casos recientes que
no dejan lugar a dudas, pero hay cosas que no pueden dejarse pasar, como es el
dejar en la ruina a toda una generación de trabajadores y trabajadoras que,
cumpliendo con sus obligaciones, pagando sus impuestos, han contribuido a
mantener un estado del bienestar, que tanto nos ha costado conseguir, y que en
el plazo de unos pocos años, el gobierno de un determinado partido político, se
ha ocupado, con el beneplácito del resto de partidos, que han hecho oídos
sordos, lo ha conseguido desmantelar.
Creo que si se consuma lo que los dichos ex presidentes auguran como
inevitable, debería ser juzgados los miembros de los gobiernos que lo han hecho
posible, en primer lugar por prevaricación, y después por malversación de
caudales públicos.
Es nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas lo que nos estamos
jugando. No podemos permanecer callados.