<p>La traída de aguas a Jerez: una imponente obra de ingeniería</p>

25/08/13 +Jerez Jesús Sánchez

Cada habitante, apenas podía disponer de poco más de cuatro litros al día, una cantidad muy inferior a los cálculos para una ciudad en desarrollo. Había agua gratis en las fuentes municipales, pozos en casas de vecinos y aljibes que recogían agua de lluvia en previsión antes de la estación veraniega. Pero era insuficiente.

De ahí que se persiguiera la idea de abastecer en cantidad a Jerez de agua para que este bien elemental no faltase. El alcalde de la ciudad en aquella época, Rafael Rivero, es el principal precursor. De hecho, es elegido presidente de la denominada Sociedad Anónima de abastecimiento de Aguas Potables y Riego de Jerez de la Frontera, que inicia así un apasionante reto: traer el agua a Jerez desde una considerable distancia, salvando obstáculos a través de decenas de kilómetros.

Rafael Rivero tiene un monumento en pleno centro de Jerez, en la plaza que lleva su nombre.

El ingeniero Ángel Mayo es la persona encargada de diseñar el ambicioso proyecto. En principio, se estudia aprovechar las aguas de los ríos Guadalete y Majaceite, del manantial de Tempul o de cualquier otro situado en las cuencas de esos ríos.

Mayo es un ingeniero “tenido en gran estima por su fama de sabio, modesto y concienzudo, aunque no faltaron propuestas de otros ingenieros ingleses para hacer el proyecto, que, como recogían los estatutos, iban a ser sufragados por el Ayuntamiento”, según recoge la historia de Aguas de Jerez.

Tras los pertinentes estudios, análisis y mediciones que se realizaron en los diferentes lugares planteados en un principio, el 5 de junio de 1863 se aprueba ejecutar las obras con arreglo al proyecto del ingeniero Ángel Mayo, que “contenía tres proyectos correspondientes al río Majaceite en la angostura de Arcos, al Guadalete en la inmediación del puente de la Cartuja y al manantial de Tempul”, siendo éste último el elegido.

Aguas frescas en verano y agradables en invierno

Las razones, que sus aguas “llegaban por gravedad a la población, eran buenas y con una temperatura constante que las hacía frescas en verano y agradables en invierno”.

Las obras comienzan en mayo de 1864 y durarían cinco años. Con un trayecto total de 46 kilómetros de longitud, se ejecutaron en trece partes. Toda esta iniciativa toma más valor si cabe si tenemos en cuenta las circunstancias de la época, cuando no había tractores, camiones ni máquinas perforadoras. La inteligencia humana y la fuerza animal componían los principales ingredientes para saldar con éxito una aventura admirable.

“El acueducto arrancaba de la casa de toma y salía en zanja camino de Jerez por el sifón del Albadalejo, atravesando las viñas de la Canaleja y entrando en la ciudad bajo el viaducto del ferrocarril, por las calles Medina, Larga y Porvera, hasta subir a la ermita del Calvario en las viñas de Picadueña, donde se construyeron los depósitos”, se recuerda en la memoria de aquella obra de ingeniería que dio agua a todo Jerez durante varios años. Hasta que la población fue creciendo y se hizo necesario aumentar los depósitos.

Las compuertas de Tempul se abrieron por primera vez un caluroso 22 de junio de 1869 y hoy en día, casi 150 años después, todavía ese depósito situado en el interior del recinto del Zoobotánico de Jerez distribuye agua a una parte de la población, algo menos de un diez por ciento. Son los vecinos del barrio de Santiago y otras zonas del centro de Jerez y rurales, como La Barca, El Torno, Majarromaque o Torrecera, entre otras, quienes disfrutan aún de esa agua que llega a sus hogares igual que en aquellas lejanas fechas, desde Tempul aprovechando la ley de la gravedad y con una calidad excelente.

El resto del abastecimiento llega hoy en día desde los embalses de Zahara, Bornos, Arcos, Hurones y Guadalcacín II.

Las fotos son de 'Aguas de Jerez'.

Advertisement