Política sin sustancia

11/07/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

"Renovarse o morir". Esta frase tiene sustancia y es una verdad incuestionable. Nada permanece para siempre y hay que acompasarse con los tiempos. Se puede llamar reciclaje, adaptación o renovación. La política también cumple estas máximas. Los proyectos se agotan y se deben retocar o rearmar para continuar ilusionando. Se agotan los proyectos y los rostros que lo encarnan. El fundido a negro de Podemos es inapelable al igual que el de Ciudadanos. Ambos partidos nacieron en un momento en el que la ciudadanía estaba harta y hastiada del duopolio socialista-popular. Desde la izquierda se supo capitalizar el descontento ciudadano que se manifestó durante días en la Puerta del Sol de Madrid. En esa acampada del 15 de mayo de 2011 nació el germen de Podemos con Pablo Iglesias Turrión como estandarte y defensor de la clase trabajadora de la que él formaba parte –eso decía en aquellos momentos–; ahora se acuerda poco de comprarse la ropa en el Supersol y de su pisito en Vallecas.

El origen de Ciudadanos hay que buscarlo en Cataluña. Su nacimiento tuvo que ver con una serie de intelectuales que se organizaron para defender la unidad del país en una Comunidad Autónoma donde el nacionalismo segregador lleva décadas desgastando la convivencia. El éxito en Cataluña hizo que desbordaran la región y asaltaran el resto del suelo patrio. Tocaron techo en las elecciones generales de abril de 2019, quedando a solo 200.000 votos del PP del ya olvidado Pablo Casado. La mala cabeza de su líder, Albert Rivera, que pensó que podía desbancar a los populares, precipitó una nueva convocatoria electoral y ahí se encontró con un cruel castigo en las urnas. Aquello fue un naufragio absoluto. Pasaron de 57 diputados en las Cortes a tan solo 10. La zozobra no se ha superado y del ilusionante proyecto liberal no quedan ni las cuadernas. La líder sustituta, Inés Arrimadas, no ha dado una a derechas desde que tomó las riendas. Las últimas autonómicas en Madrid, Castilla y León y Andalucía les han borrado del mapa. La suerte de Ciudadanos hace tiempo que está echada.

Vox también es fruto del descontento, pero por la diestra. De momento mantienen el pulso. Su evolución dependerá de cómo lo hagan al tocar poder y, lógicamente, de cómo manejen sus líderes el discurso. La descalificación burda llamando a Vox 'ultraextrema' derecha es probable que les haya beneficiado. Posiblemente muchos les respalden para castigar a los partidos tradicionales del bipartidismo, los supuestamente legítimos para dirigir los destinos de los españolitos. 

Los populares, casi inesperadamente, han acometido una renovación del liderazgo. Y ha sido inesperado porque fue el resultado de la torpeza de aquel joven del que ya nadie se acuerda y que vio amenazado su liderazgo. La renovación, entre comillas, llegó con un líder regional que lleva en esto de la política la tira, unos 30 años, la mitad de su vida. Feijóo está llamado a ser el recambio gubernamental. Su imagen, de tipo moderado y calmado, le granjea el favor de buena parte de la ciudadanía que ve en él a un tipo serio, formal y hasta responsable. 

Nos queda el ala izquierda con un quemado Pedro Sánchez. Es difícil que se atreva a salir a la calle a dar un paseo. Su liderazgo tiene más que ver con el caciquismo. Ha hecho del Partido Socialista un patio de recreo en el que solo juega él. La legislatura aún tiene recorrido, más de un año. Hasta diciembre de 2023, si es que el ínclito Sánchez no quisiera adelantar los comicios, ya veremos. Y también veremos cómo evoluciona ese otro proyecto político que enarbola la izquierda feminista y que personifica esa mujer de sonrisa permanente llamada Yolanda Díaz. A esta gallega, de oratoria cansina y modos artificiosos, la conocían en su feudo galaico hasta que fue fichada por la órbita de Podemos. Iglesias pensó que la mujer tenía carisma, aparte de sonrisa permanente, y apostó por ella tras su marcha del Gobierno. Gracias al empujón la señora ha llegado a ser Vicepresidenta segunda del Gobierno. Pero ha decidido volar sola, porque ella lo vale, e iniciar un proyecto que espera finalizar con la creación de su propio partido político. De momento ha iniciado una campaña que la llevará por todos los rincones de España en un proceso de escucha muy activa, eso dice, para conocer qué demanda la sociedad civil. El lema, que no partido, es muy positivo: Sumar. Eso es lo que Yoli quiere. Sumar adeptos a su iniciativa, que pretende ser la gran alternativa para solucionar los problemas de los españoles. Y la pregunta es, ¿Por qué no comienza a arreglarlos ahora que sí está en el Gobierno de forma activa? En fin, el caso de Yolanda Díaz tiene más que ver con el marketing político que con una propuesta seria y con contenido. La política sin sustancia, vacía, con frases grandilocuentes y lugares comunes; esa, a mi entender, es la alternativa que nos propone la señora Díaz. Al tiempo.

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