Populismo de saldo

14/06/22 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

El populismo es esa tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo. El populismo se da la mano con la demagogia para embaucar, engatusar, engañar, cautivar, conquistar, convencer y vencer. El juego de la política tiene estas reglas y todo aquel que juega a ser político es conocedor de esas reglas. Habrá quien piense que no hay nada más honorable y admirable que consagrar la vida al servicio de lo público con el encomiable propósito de hacer la vida del ciudadano más fácil o, si me apura, menos complicada, pero despierte. No abundan los servidores públicos políticos con tan altas miras. La mayoría persigue el poder por un interés privado, el suyo propio. Y es que ser profesional de la política ofrece unos réditos nada desdeñables. 

La política, ese arte gracias al cual unos pocos mandan sobre unos muchos. Funciona igual en todas partes. Siempre ha sido así. Desde que el hombre es hombre, todas las civilizaciones han tenido una gobernanza ejercida por una élite, la de los elegidos, sobre la chusma, el vulgo, el pueblo que, en alguna ocasión, se ha revuelto y ha cortado cabezas a reyes o derrocado a dictadores. 

Se supone que en nuestro moderno occidente contamos con un sistema de gobierno decente basado en la democracia, manida y manoseada palabra. El invento del sufragio universal es el argumento válido para que el ciudadano piense que sí, que su voto es importante y decisivo para que la política juegue a su favor. Y en ese enredo nos dejamos enredar creyendo, erróneamente, que votar es una responsabilidad del ciudadano comprometido y concernido. Nos han convencido con el mantra de que las elecciones suponen "la fiesta de la democracia". Y sí, es una fiesta para los que se llevan el gato al agua y se erigen con el poder de gobernar.

España, este país aun llamado así, es un circo de 17 pistas que ha multiplicado el número de políticos de forma indecente en su historia reciente. El Estado se troceó administrativamente al objeto de administrar mejor los recursos públicos. Esa fue la excusa, el argumento falso que se utilizó en su día para crear las autonomías. Y así, hoy tenemos gobiernos enfrentados y, cómo no, competencias vitales traspasadas como la de educación o la de sanidad que provocan agravios comparativos entre ciudadanos que, supuestamente, deberían tener los mismos derechos y obligaciones.

Este sindiós es como una novela por entregas. Se celebraron autonómicas en Madrid con Ayuso encumbrada. Luego en Castilla y León con victoria pírrica y la entrada de Vox en el Gobierno regional. Tras ello, el que fuera líder del PP, del que ya nadie se acuerda, Casado se llamaba, está en el limbo al perder un pulso estúpido con Ayuso. Y ahora llegan las andaluzas, adelantadas por el actual presidente, el tal Juanma Moreno porque le interesaba adelantarlas, según las encuestas, claro. 

¿Lo que pase en Andalucía será decisivo para la gobernanza nacional? ¿Será un indicativo de tendencias? ¿Se asustará el inquilino de La Moncloa, ese ser conspicuo y soberbio cuyo ego le sobrepasa en altura? Si la gente fuera irresponsable, el domingo 19 de junio con 40 grados en buena parte de Andalucía estaría remojándose en playas o piscinas. Y puede que muchos pasen de la fiesta de la democracia. Quizá sería la mejor respuesta a estos políticos de medio pelo. Si la abstención fuera altísima el mensaje sería indudable. "Amigos políticos, prefiero refrescarme en la playa que jugar a su juego de intereses", exvotante dixit.

Tal vez, una abstención masiva sería la llamada de atención necesaria para poner en crisis el sistema, este del que tanto nos quejamos y que muchos creemos que se ha de repensar con nuevas reglas. Pero me temo que no. Los andaluces sentirán el peso de la responsabilidad que les han inculcado, como al resto de españoles, los sucesivos gobiernos e irán a depositar la papeleta, aunque se desmayen a la puerta del colegio con "la caló".

Ganará casi con toda seguridad el caballero Moreno, cuya gestión parece gozar de aprobación general, a pesar de que implantó el estúpido pasaporte COVID al igual que su compañero y ahora líder Feijoo en Galicia. Ciudadanos vive sus estertores desde el fiasco de Rivera y con una decepcionante Arrimadas como frustrada jefa. El tal Marín, un experto cambiando de chaqueta como Toni Cantó, tendrá que buscar acomodo en algún lugar público, que es lo que lleva haciendo toda la vida. Tendrá quien le coloque, no se preocupe. Y Vox, con la flamenca andaluza de adopción, Olona, posiblemente entre en el Gobierno, como han conseguido en Castilla y León. Es curioso que Vox critique la existencia de las autonomías, pero luego se esfuerce por estar en los gobiernos regionales. El populismo va por todos los barrios, pero lo de Olona resulta sonrojante vistiendo una cazadora con la leyenda "Fuerza y Honor"; ya sabe, recordando el lema de Gladiator antes de una crucial batalla ante hordas de bárbaros. En cuanto a la izquierda, el desbarajuste de la llamada confluencia en la que no se ponían de acuerdo, les llevará a un resultado paupérrimo, con toda seguridad. Los socialistas fracasarán como hace cuatro años, aunque un poco más, posiblemente. Los partidos nacionales, como el PSOE, tienen una base de votantes infalible. Hay gente que vive muy bien con el régimen socialista o que se deja inocular por el miedo de ¡¡¡¡que viene la ultraderecha!!!! Como decía aquel espabilado que asesoraba a Sánchez, el llamado Redondo, todo un experto en marketing político, en las elecciones hay que apelar a lo emocional y no a lo racional. Y es que, si te paras a pensar, es para mandar a todos los políticos, sin excepción, a tomar viento fresco.

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