A mí, que no traten de convencerme. Que si es hortera o no tiene la calidad necesaria para perdurar en el cuaderno musical de cada vida…
El verano es hortero. Sí, en masculino, no por nada en especial, si no porque fue así como conocí, hacia la primera mitad de los años 70, el peculiar epíteto, cuando escuché en la radio y vi en la tele a dos chavales cantando ‘¿Qué pasa contigo, tío?. Lo siento por Los Golfos, pero fue entonces cuando oí por vez primera a alguien exclamar con evidente cara perpleja… “¡Qué Hortero!”.
Años más tarde, empecé a oír la acepción, pero en versión femenina, fuera singular o plural, hortera-as, y hasta la etiqueta: una horterada. Resulta muy curioso rebuscar en el significado original del calificativo y los diferentes usos de la palabra, dependiendo del sentido que se quiera aplicar o la situación y contexto en los que la introduzcamos.
La palabra hortera procede de origen incierto, aunque en el diccionario de la R.A.E. figura como escudilla o cazuela de palo, o también vulgar y de mal gusto (Fuente: www.lexicon.org ).
Pero a donde pretendo llegar con la introducción etimológica, es al verano ¿Motivo? No hace falta hacer un juramento sobre determinados gustos para estar de acuerdo en que el verano apareja no pocos rasgos sobradamente horteros. Por un lado, los atuendos que vestimos, y que negaríamos ponernos en otra época, sin tener en cuenta la idoneidad de la temperatura. Si no… ¿cómo se nos ocurriría marcarnos las pintas que parte del personal luce, según qué se haga ese día de verano?
Y un componente indispensable. Determinante, diría yo: ¡las Canciones de Verano! ¿Qué es un verano sin ellas? Ni que decir tiene que no pueden ni deben faltar las horteradas. Esas canciones que conforman la banda sonora de las vacaciones e idas y venidas a la playa, además de algún que otro desmadre hasta ‘las tantas’.
Recuerdo la existencia de las canciones de verano desde que tengo uso de razón. Y de horteradas de verano, para escribir la ‘historia interminable’. Han sido y son el factor imprescindible para animar una fiesta o barbacoa veraniega. Para dar rienda suelta a la desvergüenza y corear como posesos aquellas canciones que negamos corrientemente que nos gusten. Mentimos como bellacos. Nos las sabemos, y de memoria.
En parte o en la totalidad, acabamos bailando y vociferando los estribillos, y hasta emulando los bailes que suelen acompañar a estas composiciones alegres y facilonas. Durante unos minutos el pudor desaparece y hasta se percibe un ambiente de camaradería, donde todo el mundo es un poco o muy hortera.
Los expertos y estudiosos de la música del siglo XX y de lo que va del XXI, coinciden en nombres de artistas y grupos, encuadrados claramente en el género musical veraniego (esto suena un poco carroza o pureta). Hablar de música de verano y no hablar de ellos y ellas implicaría un error garrafal. Cualquier canción de Georgie Dann (no me atrevo a elegir), la ‘Eva María’ de Fórmula V, ‘Vivir así es morir de amor’, de Camilo Sesto, ‘Para hacer bien el amor hay que venir al Sur’, de Rafaella Carrá, el ‘Y.M.C.A.’ de Village People o ‘Don Diablo’, de Miguel Bosé, resultan imprescindibles. Como también lo es ‘María Isabel’, de Los Payos (entre sus miembros, Eduardo, de ‘Triana’, y el humorista Josele) o, ya en septiembre, ‘Amor de verano’ del Dúo Dinámico.
Para ciertas generaciones, hablar del verano y no tararear ‘Un rayo de sol’, de Los Diablos, es imperdonable, como lo sería no recordar ‘Mamma María’, de Ricchie e Poveri, ‘Yo no te pido la luna’, de Fiordalisso, cualquiera de Paolo Salvatore, Gary Low o algunas de las más sonadas de Tequila.
Cada año, las esperadas canciones de verano: sean de artistas conocidos o nuevos, como aquel joven sevillano, Laín, que cantaba preguntando ‘¿Sabes lo que pasa cuando dices que me quieres?’. Los Pedro Marín, Pecos, Patrick Hernández, Objetivo Birmania o Paloma San Basilio, Juan Pardo, Pino D’Angio o los éxitos más comerciales Tino Casal, o de la mismísima Alaska son parte de la historia musical veraniega. De los Loco Mía ¿qué decir?
Pero ¿y los actuales? Estamos atestados. La oferta musical de los veranos de las últimas dos décadas acuña numerosas canciones con altas dosis de ‘pachanga’, independientemente de que pueda o no cosiderárseles más o menos horteras. 2017 es, sin duda, el año de ‘Despacito’, de Luis Fonsi, pero hay para elegir: alguna de las de Enrique Iglesias, cualquiera de las de David Bisbal, o Carlos Baute, Bustamante, el ‘Aserejé’ de Las Ketchup… Hay para aburrirse.
En otra época reservaba mis cintas cassette de recopilaciones tituladas ‘Horterada Verano’. Ahora, lo propio pero en una memoria USB. Siempre fueron un éxito allá donde las ponía y no fallan. Especialmente, en una barbacoa nocturna, en la playa, con un radiocassette estéreo, a ‘toda leche’, encima de una de las neveras ¡y todos a corear, reir y bailar! La estampa sería bien distinta hoy día, donde, en la mayoría de los casos, nos comportamos como verdaderos gilipollas (con perdón), mirando el móvil continuamente, como si en ello nos fuera la vida.
En definitiva, un verano debe tener su punto hortera, no hay duda. Y si encima pasas uno de esos veranos de antología, podrás usar la versión enaltecedora de la palabra, según lo hacen los más jóvenes cuando algo les merece un elogio simpar. Ojalá puedas decir que tu verano de 2017 ¡ha sido Hortero!
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